YOU ONLY LIVE TWICE.

La primera sorpresa fue el ambiente en la sala de exhibiciones (en esta ocasión no conseguí una copia lo bastante decente en el mercado secundario). El cine de terror por lo general y, el de zombis en particular, suele ser asunto de adolescentes y post adolescentes (en pareja o en manada) o de aficionados devotos del género. En cambio el público que componía un notable aforo para una sesión matutina de domingo (la de menos afluencia, tan poca que en horas y días parecidos he estado completamente sólo frente a la pantalla) tenía más bien el aspecto del que suele acudir de forma masiva a cualquier estreno de campanillas.

Posiblemente se deba al marchamo de gran estreno del verano que trae consigo esta producción que ha venido acompañada además de una eficaz campaña publicitaria y que cuenta con el valor añadido de estar protagonizada por uno de los escasos actores que todavía puede ser considerado como una estrella en el cine de la segunda década del siglo XXI.

Como quiera que fuese, lo cierto es que el público habitual de un estreno de película de horror de subgénero zombie era posiblemente minoría en la sesión que me tocó en suerte, es posible que incluso ningún fan del original literario se haya tomado la molestia de acercarse al cine para ver una adaptación, que ya de antemano, se sabe que no tiene nada que ver con el libro, así que no creo que haya necesidad de hacer referencia a esta circunstancia aunque los que quieran ampliar algo a este respecto deberían dejarse caer por el casi siempre imprescindible blog ausente.

Pasando a la película podemos ventilarla sin esfuerzo porque la verdad no se trata de nada extraordinario, aunque tampoco se puede decir que se pasa un mal rato viéndola. La cinta es precisamente lo que aparenta: un Blockbuster veraniego con la calidad suficiente como para resultar entretenido sin ser demasiado estúpido aunque carente del ingenio, la imaginación o la mala leche de otros filmes de temática semejante pero de presupuesto y pretensiones mucho más modestas.

“World War Z” sigue paso a paso todas las características de una película de catástrofes al uso, (el hecho de que dicha catástrofe sea causada por zombies o por meteoritos es indiferente): una breve introducción de los protagonistas mostrados en su existencia cotidiana, la traumática ruptura de esa cotidianeidad en el momento en el que tiene lugar el cataclismo (una gran escena aunque lejos de las cotas que alcanzaron los remakes de “Dawn of the Dead” y “La guerra de los mundos” por mencionar sólo dos títulos posteriores a la conmoción del 11S) seguido de posiblemente el aspecto más flojo del filme, la encarnación de su protagonista absoluto como un mesías indiscutible del estado post apocalíptico del mundo, una característica que se presenta por medio de escenas  que rozan lo ridículo y que sólo se explican por el hecho de que gran parte de las esperanzas taquilleras del filme reposan precisamente en el actor que da vida a dicho héroe inmaculado.

Posteriormente la acción va avanzando a golpe de combinar grandes secuencias con profusión de espectaculares efectos especiales (parte de los cuales se pueden admirar contemplando el trailer de la película sin necesidad de ir a verla) con otras que se desarrollan en espacios más restringidos (una de ellas excelente, la otra bastante mediocre) y todo ello alternado con intragables momentos nescafé en los que el personaje de Brad Pitt babosea con sus seres queridos a través de un teléfono móvil (siempre es un error hacer que los héroes tengan familia). Como ven nada del otro mundo, de hecho uno de los aspectos más atrayentes de la historia, como es el hecho de convertir un argumento casi siempre desarrollado de forma que afecte a un colectivo reducido de individuos en un fenómeno a escala mundial (consúltese de nuevo a este respecto el blog antes recomendado), se resuelve en la película con un mero desplazamiento geográfico de los protagonistas por diferentes escenarios del planeta como si de una película de James Bond (de ahí la broma del título de este comentario) se tratara.

La película podría resumirse como un profesional aunque aséptico espectáculo de fuegos artificiales  para adornar una historia sin principio ni final y que por añadidura parece ser una mera carnada para tantear las expectativas de una futura franquicia. Un estreno de verano para ver y olvidar.

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