Wednesday, June 26, 2013

I USED TO BE A LEGEND


Acaba de morir el escritor Richard Matheson. No soy el más adecuado para hablar de la obra de este escritor y de su significado en la literatura fantástica del siglo XX pero, siendo como es uno de los autores de este género del que más obras he leído, me siento en la obligación de aportar mi granito de arena a lo mucho que se va a decir sobre este hombre (bueno, quizás no se diga tanto).







Richard Burton Matheson nació en Estados Unidos en el año 1926, empezó a publicar en 1950 y en el lapso de dos años (de 1954 a 1956) escribió dos obra que por sí solas justificarían este pequeño homenaje. Estoy hablando de “Soy leyenda” y “El hombre menguante”.

A pesar de ser dos novelas de argumento en apariencia diferente (la primera trata sobre un hombre que es el único superviviente de un mundo invadido por vampiros y la segunda es  la historia de un individuo, que tras ser afectado por la radioactividad, comienza a disminuir de tamaño de forma imparable) las dos narraciones ofrecían cierta semejanza temática pues ambas, bajo el disfraz de la ciencia ficción, retrataban el conflicto de dos hombres arrancados de sus confortables vidas de clase media y condenados a una existencia primitiva dominada por una implacable e inútil (aunque también admirable) lucha por la supervivencia. La primera de las novelas en concreto (hablamos de “Soy leyenda”) contenía además una sorprendente inversión del punto de vista tradicional en cuanto al relato de terror que posteriormente ha sido empleado en infinidad de ocasiones.

Matheson no tardó mucho en ver sus novelas adaptadas a la gran pantalla y esto será una característica constante en la carrera de este escritor cuya obra está tan íntimamente ligada al cine y la televisión que casi no es posible separar una de la otra. Tan sólo un año después de publicarse (quién sabe si la obra tuvo su origen precisamente en un guión)  se adaptó  “El hombre menguante” –añadiéndole la palabra “increíble” en el título para el cine-, el resultado fue una extraordinaria película que, usando los humildes recursos de la serie B de la época, era capaz de llevar a imágenes, de forma tan conmovedora como se describía en el libro, la esforzada lucha de Scott Carey en un mundo que cada vez se le volvía más aterrador. 





No tuvo igual suerte la narración más celebre de Matheson (esto es “Soy leyenda”) que tardó algo más en ser llevado al cine -concretamente en 1964-, con la mejor y sin embargo más desconocida adaptación del relato, se trata de “The last man on earth” protagonizada por Vincent Price, una verdadera anticipación del cine de zombies que estallaría cuatro años más tarde y cuyas consecuencias seguimos contemplando.






Algunos años más tarde vino “Omega Man” una versión algo estropeada por la devastadora estética de los setenta.



Aunque el premio a la peor adaptación es sin duda para la película que se atrevió incluso a tomar el nombre original del libro cuando es la que más traiciona sus postulados argumentales.






Siguiendo con la carrera de Matheson, en 1958 se publicó “Stir of Echoes” que, según creo, no fue editada en español hasta que en 1999 se llevó a la pantalla en un filme titulado en España “El último escalón”, un filme de una textura semejante a “El sexto sentido” aunque mucho menos popular y la verdad es que también mucho menos excelso. No he leído el libro pero espero hacerlo algún día.




La siguiente novela que llama la atención en la lista de obras del escritor es  “La casa infernal” llevada también al cine al poco tiempo con el nombre de “La leyenda de la mansión del infierno”, no he leído el libro ni he visto la película pero ambas cosas están también en mi lista.



El interés de Matheson por la vida ultraterrena continuó con la publicación en breve espacio de tiempo de dos obras que combinaban la literatura fantástica con el drama romántico, se trata de “Bid time return” (En algún lugar del tiempo) y “What dreams may come” (Más allá de los sueños). La primera es un relato bastante insólito sobre un individuo que se enamora de una mujer nacida décadas antes que él y consigue viajar al pasado para conocerla. Se trata posiblemente del libro que menos me gusta de Matheson, inverosímil en su planteamiento (incluso para el permisivo marco de la literatura fantástica) y bastante monótono en su desarrollo, la versión cinematográfica que se hizo cinco años más tarde (con Christopher Reeve y Jane Seymour en el reparto) tampoco era como para tirar cohetes. 







Bastante mejor resulta el original literario de “What dreams may come”, una sorprendente disquisición sobre la vida después de la muerte que contiene una versión particularmente aterradora del mito de Orfeo y Eurídice. Tampoco tuvo suerte este relato con su adaptación a la gran pantalla en un ejercicio que sólo se puede calificar de “pringoso”.





Y hasta aquí lo que tengo que decir de mi personal relación con la lista de libros mayores de Matheson pero, como hemos adelantado ya, la obra del escritor iba mucho más allá de la publicación de novelas y su faceta como cuentista y como guionista para cine y televisión es casi tan celebrada como su obra novelesca.

Matheson es autor por ejemplo de varios de los guiones que Roger Corman llevó al cine en su saga de adaptaciones de relatos de Edgar Allan Poe, entre ellos “La caída de la casa Usher”, “The Pit and the Pendulum”, “Historias de terror” (adaptación de los cuentos “Morella”, “El gato negro” y “El caso del Señor Valdemar”), “El cuervo” así como de la simpática “La comedia de los horrores” (esta última dirigida por Jacques Tourneur)  



Posteriormente (entre medio escribió un par de episodios de la serie “Alfred Hitchcock presenta” que no he visto) empezó su faceta como guionista o autor de los relatos originales de dieciséis episodios de la serie “The Twilight Zone”, cuyas virtudes han sido y siempre serán suficientemente ensalzadas  en este blog. De todos ellos destacan “And when the sky was oponed”, “Third from the Sun” (una nueva variante del cambio de perspectiva que mencionábamos antes y según Stephen King el relato que catapultó definitivamente la serie como fenómeno de masas en Estados Unidos), “Nick of time” (recientemente comentado aquí), “The Invaders” (que comentaremos próximamente), “Little gir lost” (una innegable inspiración para la muy posterior “Poltergeist”), “Night Call” (nueva muestra del interés del escritor por la transición entre nuestra vida y lo que quiera que venga después) y por encima de todos “Pesadilla a 20.000 pies”, uno de los mejores cuentos de terror que se hayan escrito en la segunda mitad del siglo pasado y que desde luego también tendrá su oportuno comentario en la sección correspondiente.


El nombre de Matheson vuelve a destacar en una producción para televisión bastantes años más tarde, concretamente en 1971. Se trata de “Duel” un relato corto llevado a la pequeña pantalla nada menos que por Steven Spielberg (en nuestro país se programó con el título “El diablo sobre ruedas”) poco tiempo antes de que este director cambiara, para bien o para mal, la historia del cine. Nadie que haya visto ese telefilme puede olvidar la aterradora historia de un invisible y diabólico camionero que persigue implacablemente a un pobre hombre por una intrascendente disputa de tráfico.



La carrera posterior de Matheson para la gran y pequeña pantalla incluyó numerosos y diversos trabajos con mayor y menor fortuna (incluido una horrible versión de “Drácula” protagonizada por ¡Jack Palance!, la detestable “Tiburón III” más conocida como “pánico en Aqua Diver” y la serie “Crónicas Marcianas” basada en un libro de otro maestro norteamericano de la literatura fantástica, Rady Bradbury) así como adaptaciones de sus propios libros y relatos.   

Entre estos últimos destaca el cuento “Button button” que fue llevado a imágenes en la segunda época de “The Twilight Zone” en los ochenta y que narra la historia de un matrimonio que recibe la clásica oferta demoníaca. Este relato conocería una adaptación posterior al cine bastante más mala o mejor dicho bastante más aburrida. También el mórbido cuento “Dance of the Dead” conoció una adaptación en la breve pero interesante serie “Masters of Horrors”. 







Del resto de la abundante obra en formato corto de Matheson que no ha sido llevada alguna vez al  cine o la televisión destacaría “The distributor”, un asombroso relato sobre un individuo que se muda a un suburbio residencial y comienza a sembrar el caos desde la sombra. Alguien debería llevar esto algún día a la pantalla.  

Y hasta aquí todo lo que sé de Matheson, una información con numerosas lagunas que me gustaría cubrir con el tiempo, sin embargo repito que quería aportar lo que pudiera a un homenaje que me temo que al menos en nuestro país será bastante pobre. Para terminar me gustaría despedir este comentario con una escena de “El increíble hombre menguante”, se trata del monólogo con el que concluye el filme que, aunque no figura en el relato original, sí fue escrito por el propio Matheson para la película, es de desear que alguna de sus fantasías sobre la otra vida se hayan cumplido, al menos alguna que le incluya a él. In Pace Requiescat.

          



Tuesday, June 18, 2013

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR: QUINTO PASO.

NICK OF TIME

Emitido por primera vez el 18 de noviembre de 160 ya dentro de la segunda temporada de la serie, este episodio  tiene un valor singular al presentar una especialidad única: en los 156 capítulos de “The Twilight Zone” existe una amplia variedad temática y de estilo pero al mismo tiempo poseen también una característica común: en todos ellos ocurre “algo” fuera de lo normal, un acontecimiento insólito que transforma la vida de los protagonistas del episodio en cuestión, introduciendo en ellas un elemento inexplicable desde el punto de vista de la razón lógica. “Nick of time” es la excepción porque en esta pequeña historia no se puede decir que ocurra nada extraordinario.

Una pareja de recién casados, Don y Pat Carter (él está interpretado por un William Shatner asquerosamente joven), tienen que hacer una parada forzosa en un pequeño pueblo de Ohio debido a una avería en su coche. Para matar el tiempo los novios entran en una cafetería en la que hay un dispensador de servilletas que sirve al mismo tiempo de ingenuo entretenimiento consistente en introducir monedas en él y recibir una serie de predicciones sobre el futuro.

Las respuestas emitidas por el servilletero son deliberadamente ambiguas, del estilo “Pronto lo averiguaras”, “Eso está por ver”, “¿Tú que crees?”, en realidad no está respondiendo nada  a las preguntas concretas que le hace Don (“¿Conseguiré ese trabajo?” “¿Cuánto tiempo estaremos aquí?”), es la propia mente del hombre la que les otorga un significado predictivo tomando por aciertos lo que no son más que vaguedades.  Poco a poco Don comienza a obsesionarse con haber hallado una autentica máquina de la verdad mientras su pareja intenta, de forma cada vez más desesperada, convencerle de su error. Se produce así un enfrentamiento de curiosos tintes filosóficos entre la mente racional y practica de la mujer y la supersticiosa y sugestionable del hombre así como una reflexión (siempre dentro de las limitaciones de tiempo y de la vocación de espectáculo para público mayoritario de la serie) sobre cómo cualquier incidente por vulgar que sea es susceptible de ser transformado en una cuestión trascendental por la simple mecánica del autoconvencimiento, una reflexión no únicamente dirigida a la superstición más vulgar sino incluso extensible al mundo de la religión, aunque esto es desde luego un análisis hecho desde un punto de vista  totalmente contemporánea e impensable en el mundo de la ficción televisiva de los años cincuenta.

En esta ocasión la historia surge de la pluma de Richard Matheson, reputado guionista y uno de los grandes renovadores de la novela fantástica del siglo XX, una nota de calidad añadida para un capítulo que sin duda decepcionaría a niños y adolescentes de la época en busca de historias de monstruos y marcianos pero que ha quedado para la historia de la serie como uno de sus episodios más sugerentes.            
 

Monday, June 10, 2013

SEEKING A FRIEND FOR THE END OF THE WORLD

Curiosamente en la anterior entrada se comentaba, a propósito de la película “The Trip”,  lo poco que se había utilizado la campiña británica como entorno natural a la hora de escenificar una road movie. Y hete aquí que por azares de la distribución coinciden en un período relativamente corto de tiempo dos películas inglesas que precisamente se desarrollan en dicho entorno, aunque en el caso que nos ocupa el tono es desde luego radicalmente distinto,…o quizás no.

Dirige Ben Wheatley que hasta ahora había destacado (es un decir) por la inquietante “Kill List”, un filme muy reivindicable que sin embargo flaqueaba en su conclusión. Ahora en “Sightseers", (Llamada en España “Turistas”) Wheatley narra el patético periplo de una pareja de treintañeros ingleses en unas mini vacaciones por destinos tan absurdos como un museo de tranvías u otro de lápices (sic). La descripción del recorrido de la pareja podría resultar por sí misma una historia con la suficiente enjundia como para justificar la existencia de esta película y resultaría tan interesante y tendría tantas vertientes que analizar como la señalada “The Trip”, con la diferencia de que en lugar del viaje de dos artistas de éxito y algo snobs estaríamos ante el periplo de dos perdedores desclasados y desarraigados.

Pero “Sightseers” tiene una derivación mucho más tenebrosa que la relaciona con otras historias de amantes enloquecidos (o  Folie à deux como se diría en alguna serie del estilo “Mentes Criminales”) que podría ir desde “Bonnie and Clyde” hasta “Asesinatos natos” pasando por “Los asesinos de la luna de miel” (y la adaptación que de la misma historia hizo Arturo Ripstein en “Profundo Carmesí”). Muchas de las críticas que ha recibido esta película la describen como una “comedia negra”, no estoy de acuerdo en ese calificativo o al menos a mí no me dio esa impresión en absoluto mientras la veía, más bien me pareció una clásica historia de dos individuos cuya marginación y ausencia de expectativas les lleva a cometer una serie de crímenes brutales sin más motivación que el rencor y la frustración. Chris y Tina (interpretados de forma a la vez repelente y cautivadora por los desconocidos Steve Oram y Alice Lowe que son por cierto también los firmantes del guión) se permiten el lujo de asesinar a quién les parece por la sencilla razón de que ningún castigo que reciban puede ser peor que continuar con su propia existencia, compartiendo así la salvaje y aterradora libertad de quién no tiene nada que perder. El hecho de que sus crímenes tengan lugar en un peculiar entorno físico y social no añade sino un toque extremadamente británico a una historia que podría desarrollarse en cualquier otro tiempo y lugar pero sin duda con algo menos de amargo encanto y mala leche.

Un título extraordinariamente interesante del que sólo objetaría su abrupto final que suena más a resolución forzada que a coherente conclusión de las muchas derivaciones que ofrecía la historia. Pero bueno, todo el mundo sabe que en viaje es más valioso el recorrido que el destino final.    

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Monday, June 03, 2013

Visiones

1. EL GANADOR SE LO LLEVA TODO



Reconciliación con el cine de Michael Winterbottom después de la tremendamente desagradable experiencia que supuso el visionado de “El demonio bajo la piel”. Después de aquello casi cualquier cosa que presentara el realizador ingles (del que me gusta casi cualquier cosa que hace) sería recibida con alivio, y si además en ella está presente Steve Coogan tiene uno la sensación de que nada puede salir mal.

En “The Trip”, Coogan se interpreta a sí mismo (tal y como hacía en  “Tristram Shandy: A Cock and Bull Story” del propio Winterbottom y también en uno de los segmentos de la película “Coffe and Cigarrettes”) como un actor que recibe el encargo de narrar una gira por diversos restaurantes del norte de Inglaterra. Cuando su novia no puede acompañarle, Coogan invita a su colega Rob Brydon (a quién pudimos ver igualmente en “Tristram…”).

“The Trip” es una película con muchas cosas a valorar (una opinión por cierto que estoy descubriendo que no es demasiado unánime), funciona como una heterodoxa “road movie” que discurre a través de la campiña y los paisajes de la Inglaterra rural (ahora mismo no recuerdo muchas película que hayan desarrollado ese escenario) y por el recuerdo de algunos personajes históricos (Coleridge, Wordsworth) que las habitaron, también como un curioso recorrido por las excelencias de la nueva cocina (descritas de todas maneras con algo de ironía), y asimismo como una narración (ignoro en qué grado de proximidad al personaje real) de la crisis sentimental, profesional y vital de un hombre entrado en los cuarenta (momentos señalados por la música del inevitable Michael Nyman).

Aunque de todos modos yo me quedo simplemente con los jugosos momentos que nos deparan Coogan y Brydon que se dedican a hacer el ganso a sus anchas exactamente igual que hemos hecho todos con ocasión de algún largo recorrido en coche.

 

2. IN THE COMPANY OF MEN

 


Nunca había visto nada de Cesc Gay (una circunstancia que espero corregir pronto) y no tenía intención de ver esto hasta que me llegó por casualidad. Se trata de un filme compuesto por varias historias cortas que retratan a una serie de personajes masculinos empeñados en hacer el ridículo de las maneras más lamentables que se pueda imaginar.

“Una pistola en cada mano” es una película ágil, con un impresionante elenco de actores (sin duda lo mejor que se puede encontrar en la industria española y argentina), con buenos diálogos y situaciones de guión muy trabajadas, posiblemente de haberse filmado en otro país hubiese despertado mucha más atención de la que ha recibido (que tengo la sensación de que no es mucha). Pero claro, hablando de películas españolas tenemos siempre la mala costumbre de establecer relación entre lo que se ve en pantalla y nuestra propia experiencia (sobre todo cuando la acción se desarrolla en la actualidad y con unos personajes con vidas bastante corrientes). A este respecto es curioso como un breve análisis de los comentarios que ha generado la película en film affinity (otra mala costumbre, esta exclusivamente personal) depara dos reacciones radicalmente distintas, una la de los hombres que se rebelan contra la objetivamente patética imagen que se desprende del género masculino en las diferentes historias narradas y otra en la que miembros de dicho género se reconocen con algo de rubor, una tendencia esta última en la que, estando como estaba durante el visionado de la cinta rodeado de individuos (yo incluido) que harían palidecer a los autores del guión de este filme, no tengo más remedio que sumarme. Si la ven ya verán en qué lado se colocan.

 

Algunas películas suponen un ejercicio de esfuerzo tan titánico que resulta casi un pecado hablar mal de ellas. La historia de la larga y procelosa carrera que ha tenido “El Cosmonauta” (simbolizada en posiblemente uno de los títulos de créditos más largos que recuerdo) es más apasionante que la propia película en sí, de hecho es curioso que la mayor parte de las alabanzas que ha recibido la película se centran precisamente en este aspecto más que en el puramente artístico.

Pero de todos modos, y aún sumándome con entusiasmo a dichas alabanzas por una forma de hacer cine que desgraciadamente terminará por ser la única posible (sobre todo en lo que al cine menos comercial se refiere), lo cierto es que hay que hacer un esfuerzo por dejar esto al margen y centrarnos exclusivamente en el espectáculo cinematográfico.

“El Cosmonauta” narra la historia de una hipotética y fallida expedición rusa (pese a lo cual todos los actores hablan en perfecto inglés, una circunstancia que no es que ayude precisamente a meterse en la historia) a la luna. Por supuesto, y tal como sucede con muchas otras obras de semejante calado (es inevitable pensar en Tarkovski sin ir más lejos), la trama de ciencia ficción funciona como metáfora sobre las numerosas angustias vitales y existenciales del género humano.  

En el caso de “El Cosmonauta” el drama espacial sirve como telón de fondo para narrar la historia de un triángulo en el que se encuentran inmersos dos de los candidatos a la misión espacial y una mujer de la que ambos están enamorados. El fracaso del viaje lunar provoca un fenómeno de bilocación que arrastra una serie de consecuencias emocionales y una suerte de reflexión filosófica que se podría definir de forma burda en  que tanto si viajas a la Luna como si te quedas en la Tierra estas igualmente jodido.

A pesar de lo complicado de la trama podríamos haber estado ante una historia interesante, sin embargo, quizás por el propio carácter fragmentado y discontinuo de la producción de la película o  por un efecto provocado de forma voluntaria, el discurso narrativo se entrega (tras un prólogo bastante prometedor) a un batiburrillo de imágenes un poco al estilo de “El árbol de la vida” de Terence Malick en una forma de filmar que opino humildemente que esta película no necesitaba. El resultado es que durante más o menos una hora de metraje resulta extremadamente difícil dirimir no sólo qué está pasando sino, lo que resulta más complicado, a quién le está pasando debido entre otras cosas a la poca entidad de los personajes protagonistas, una entidad que sólo adquieren, repito, cuando ya se bordea la conclusión de la historia.

A pesar de ello la visión de “El Cosmonauta” no resulta (al menos en los espectadores que no abandonaron la sala durante la exhibición) aburrida ni transmite la sensación al espectador de estar a unte un ejercicio de pedantería, tan sólo de encontrarse ante un esfuerzo voluntarioso que resulta fallido debido a la trabajosa pre producción y posiblemente ante la escasa experiencia de sus realizadores. De todos modos la película abunda en momentos de gran belleza, expresión de la confesada intención de ofrecer una historia más poética que narrativa con la lógica consecuencia de encontrarnos ante una obra más hermosa que apreciable desde un punto de vista cinematográfico.

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