Sunday, April 21, 2013

No me acuerdo de Dean Moriarty




Recientemente en el blog de "El Impenitente"·discutíamos sobre algunos libros que era necesario leer a cierta edad y que podían resultar poco atractivos si se leían antes o después. No recuerdo a qué edad leí “On the road” pero tuvo que ser alrededor de los veinte años, recuerdo eso sí que me gustó bastante, aunque no sentí la misma necesidad de abandonarlo todo y ponerme en camino hacia ninguna parte tal y como le ha sucedido a cientos de lectores desde que el libro fue publicado, quizás porque en la psicología del isleño viene implícita la convicción de que cualquier viaje acaba siempre física y espiritualmente en el mismo punto en el que comenzó.


 Pero lo cierto es que repito que “On the road” ha sido una inspiración para millones de lectores de todo el mundo durante décadas, fue la biblia del movimiento conocido como “Generación Beat”, un adelanto de la revolución de los sesenta y una historia cuya influencia se puede rastrear incluso en las manifestaciones artísticas más recientes.



En su crítica de “El País” del pasado viernes Carlos Boyero se preguntaba cómo nadie, en los más de cincuenta años transcurridos desde su publicación, había llevado un libro tan popular a la pantalla. La respuesta es sencilla: nadie había osado hacer alto tan absurdo y en su lugar se había optado por narrar otras historias que captaban el mismo espíritu del original literario (como “Easy Rider” o la ya mencionada “Into the wild” por aludir únicamente a dos títulos bastante conocidos) o por el contrario acercarse de forma tangencial a la historia de la gestación del libro, aunque a este respecto tan sólo tengo referencias de una película de 1980 llamada “Heart Beat” y basada en un libro de Carolyn Cassady (el personaje que interpreta Kirsten Dunst en la cinta que hoy nos ocupa)





El problema de la adaptación de “On the road” es doble, en primer lugar no se trata simplemente de un libro muy leído sino de un libro por el que mucha gente siente verdadera pasión, no creo que, por poner un ejemplo reciente, la heterodoxa adaptación de “Anna Karenina” levantara comentarios tan negativos como los que ha originado esta película pero no es un problema de esta adaptación en particular, posiblemente con cualquier otra hubiera sucedido lo mismo, hay libros que simplemente no se pueden llevar a imágenes en movimiento sin causar malestar a alguien, en especial si se trata de una historia inadaptable porque en realidad “On the road” no tiene argumento ni va sobre nada en particular, el libro es básicamente la descripción de una serie de viajes a través de Norteamérica (entendido este concepto en su sentido más meridionalmente amplio) en la que se mezclan un batiburrillo de sexo, drogas, alcohol, música bebop, literatura extrema y una filosofía de vida con un marcado tono “naíf” que ya por entonces (aun siendo la post-adolescencia una época decididamente naíf siempre y cuando pertenezcas como mínimo a la clase media) me pareció lo más flojo del libro en contraposición a la pura narración de los diversos viajes del protagonista y sus amigos que sigue siendo insuperable. Un batiburrillo en fin admisible en literatura pero insoportable en cine.




De hecho es paradójico que una película elementalmente dirigida a los lectores del libro (me resulta imposible creer que los no lectores se hayan enterado de algo) resulte tan molesta en su autoconsciente condición de adaptación fiel de un original literario, una pretensión –la de la fidelidad- difícil en cualquier caso y totalmente absurda en este caso, así uno no puede evitar sentir cierta repulsión cuando contempla cómo se introducen con calzador historias como el affaire de Sal Paradise con la chica mexicana o la visita a la casa de Old Bull Lee (el alter ego de William Burroughs) fundamentales en el libro pero absolutamente inapropiadas desde el punto de vista de la narración cinematográfica. Así que, paradójicamente “On the road” deviene en una película que existe únicamente para que los lectores apasionados del original literario la pongan a parir.




Mención aparte merece el apartado de las interpretaciones, aquí entramos en un terreno bastante subjetivo y a nivel personal los actores que interpretan a Sal Paradise (Jack Kerouac) y Dean Moriarty (Neal Cassady) me parecen más cercanos al aspecto que deben tener un par de estudiantes de primer año de universidad algo alocados que a la pareja de rudos beatniks que siempre nos han mostrado las fotos de los auténticos protagonistas del viaje



Sin embargo la elección de casting más comentada ha sido la de Kristen Stewart para el papel de Mary Lou (Luanne Henderson) la esposa-niña de Moriarty y uno de los personajes femeninos más recordados del libro, por lo visto la actriz estuvo bastante interesada en conseguir el papel e incluso dicen que estuvo de alguna manera involucrada en la financiación de la película en lo que parece uno de esos intentos desesperados de estrella de saga ñoña para adolescentes por escapar del mortal encasillamiento.




Lo cierto es que, a pesar de que la delectación del realizador del filme por mostrar escenas de la Stewart liando porros y poniendo caritas lascivas pueda parecer algo redundante, me parece que la interpretación de esta actriz al menos está bastante más cerca de parecerse a la clase de basura blanca cabeza de chorlito que Luanne debía ser en la realidad.      




En resumidas cuentas “On the road” es una película que sirve únicamente para que los lectores del libro puedan satisfacer su curiosidad y su visionado no pasa de ser precisamente una mera experiencia curiosa.     



Sunday, April 14, 2013

Defying gravity







Cuando no se conoce la trayectoria del director de una película (el tal Juan Solanas al que no tengo el gusto) el principal aliciente para ir a verla suele ser su argumento o las expectativas que dicho argumento crea. La sinopsis de esta película dice literalmente:

     “Adam (Jim Sturgess) es aparentemente un tipo corriente dentro de un universo extraordinario. Vive humildemente de lo que gana, pero su espíritu romántico conserva en la memoria el recuerdo del amor imposible por Eden (Kirsten Dunst), una chica que conoció en un mundo distinto, en un lugar que se halla fuera de su alcance. Sin embargo, cuando vuelve a verla en la televisión, no habrá nada en el mundo que le impida encontrar el camino que lo lleve hasta ella. (FILMAFFINITY)”

¿Cómo resistirse a una descripción como esta? Especialmente si uno tiene debilidad por los argumentos que mezclan la comedia romántica (o el drama romántico) con la ciencia ficción.

El comienzo de “Upside Down” (como de costumbre obviaremos el título que le han puesto en español sobre todo si cuando es tan idiota como en este caso) es tan prometedor como la reseñada sinopsis o como el cartel de la película: la voz en off del protagonista de la historia narra de forma breve y sencilla (en medio de unos títulos de crédito geniales) las reglas de un universo en el que hay dos mundos paralelos y opuestos con gravedad inversa de tal manera que si un habitante del mundo inferior trata de ascender al superior  (o viceversa), se ve atraído por la gravedad de su propio mundo lo cual hace imposible el contacto entre estos dos universos a excepción de una interzona en la que se produce un desequilibrado intercambio comercial.



El impacto visual de los dos mundos opuestos (cada uno es perfectamente visible desde el lado inverso) es verdaderamente espectacular y la circunstancia de que uno de los mundos se enriquece a base de explotar los recursos naturales del otro -causando así su pobreza y dejándole como único modo de supervivencia los deshechos que el mundo superior deja caer al inferior- resulta una metáfora atractiva.

No obstante todos estos promisorios argumentos están al servicio de una historia de amor entre dos personas que por supuesto están en mundos separados. Esto en principio no debería ser un problema teniendo en cuenta que era precisamente lo que había ido a ver, e incluso durante una parte de la película las posibilidades de una relación afectiva no sólo prohibida sino físicamente imposible (un poco al estilo “Lady Halcón”) resultan interesantes pero todo se malogra en primer lugar debido a un guión incapaz de resolver las contradicciones que toda historia (especialmente si se trata de una de esta clase) genera acudiendo para ello a soluciones baratas o, como en el caso de la conclusión de la película, directamente vergonzantes. Pero lo peor de todo no es eso, digamos que una historia de amor necesita que existe alguna clase de química (ya sé que es una expresión repugnante pero en ocasiones resulta también inevitable) y lo malo es que el ya mencionado Jim Sturgess (es la primera vez que le veo en una película así que no sé si tuvo un mal rodaje pero da la sensación de que el chico no se tomó en serio este trabajo ya que no hace otra cosa que ladear la cabeza y sonreír estúpidamente como si de un hijo natural de George Clooney se tratara) y Kirsten Dunst (a la que su alarmante aspecto físico habilita para hacer algunos papeles pero no para este en particular) casan juntos tan bien como un bocadillo de garbanzos.







En fin otra buena idea desaprovechada sin embargo repito que algunas de las soluciones estéticas de esta película son tan brillantes que sólo por ello merecería la pena verla, a ser posible en pantalla grande.

      

Saturday, April 06, 2013

Days of being wild

Un misterioso mal aqueja a todo el plantea, se le conoce como “el pánico” y causa el efecto de impedir al que lo padece salir al exterior condenando así a la humanidad a permanecer en espacios cerrados.

Las películas de orientación apocalítico-catastrofista suelen tener básicamente dos orientaciones: una es la destinada al gran público y consiste en una concatenación de imágenes espectaculares y profusión de efectos especiales con la única finalidad de ofrecer escenas de muerte y destrucción para solaz  del espectador. En este tipo de películas las causas de la hecatombe suelen ser despachadas sin demasiada complejidad y las descripciones del carácter de los personajes y  las interrelaciones que entre ellos se establecen suelen ser las imprescindibles para que su destino no nos importe un carajo. La otra vertiente suele ser la de tipo metafórico en el que el cataclismo sirve como pretexto para desgranar cuestiones de carácter filosófico o humanista.

“Los últimos días” no es ni una cosa ni la otra. Nunca podría ser lo primero porque la industria cinematográfica nacional carece de los recursos necesarios para servir un espectáculo a la altura de títulos de sobra conocidos, es cierto que en la película hay una notable inversión tanto en extras y decorados como en efectos especiales además de ofrecer algunas imágenes verdaderamente impactantes de una urbe de todos conocida, pero repito que no será nada que impresione a alguien acostumbrado a presenciar las superproducciones antes mencionadas. Tampoco es “Los últimos días” un filme que explore con seriedad las facetas más profundas del ser humano cuando su naturaleza es despojada de las máscaras con las que la cubren las comodidades de la vida moderna, a este respecto el comportamiento de dichos seres humanos sometidos a la forzada reclusión en espacios interiores resulta razonablemente realista pero ausente de cualquier pretensión alegórica con una excepción que no podemos desvelar sino en la zona de spoilers (que declaro inaugurada de ahora en adelante ubicándola en la sección de comentarios) y que, quizás por esa misma razón, sea la parte más endeble de la historia.

“Los últimos días” es una película correcta cuyo visionado no causa ninguna molestia pero que tampoco dejará huella en la corta (pero a menudo interesante) historia del cine de género nacional. La acción transcurre de forma fluida, la interacción de los personajes resulta eficaz (con el buen hacer de José Coronado haciendo de contrapeso a la escasa entidad como personaje y como actor de Quim Gutiérrez) y las escenas de acción y efectos especiales no transmiten la sensación de pobreza de otras producciones nacionales de semejante catadura.

Existe es cierto una larga lista de influencias y referencias tanto en el aspecto temático como el formal pero dedicarse a desentrañar esa lista y acompañarla de acusaciones de plagio resulta no sólo pedante sino además absurdo en un mundo donde dicha acusación hace tiempo que perdió sentido (si es que alguna vez lo tuvo).

“Los últimos días” es una producción repito correcta que aborda con solvencia un género poco trabajado en nuestra cinematografía y que se puede ver sin desagrado alguno. Esperemos que funcione bien en taquilla.