Friday, November 30, 2012

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR

PASO NÚMERO 2. THE HITCH-HIKER

Emitido por primera vez el 22 de enero de 1960, incluso aunque no fuera uno de los episodios más famosos de “The Twilight Zone”  hubiera escogido “The Hitchiker” por un único motivo. Yo llevaba vistos ya varios capítulos de la serie que, aunque me habían gustado más o menos, confieso que no terminaban de engancharme del todo, quizás porque -por mucho que mi disposición fuera la mejor posible- no hay que descartar el hecho de que, para un espectador que no había nacido cuando se emitió el último episodio de la serie, resulta extraño imbuirse del espíritu de una época tan diferente a la suya. Pero  fue precisamente “The Hitch-Hiker” el episodio que me ganó totalmente para la zona crepuscular y me hizo conjurarme para ver todos y cada uno de sus episodios.

Al contrario que en el segmento del que hablamos la vez anterior, en “El autoestopista” no hay asomo de pretensión humanista o alegórica alguna, se trata de una historia de puro terror en la que su protagonista se verá inmersa de lleno en la zona crepuscular enfrentándose a ella no únicamente en completa soledad (algo muy común en los antihéroes que pueblan estas historias) sino en medio de la incomprensión y la incredulidad de los demás. La excusa argumental es una vieja leyenda de la carretera que muchos conductores han contado a lo largo de los años, de hecho el origen del relato es el de una escritora que manifestó haber sido protagonista de un incidente similar. Esta leyenda se reproduce hasta el paroxismo durante el viaje en coche de una joven entre Nueva York y Los Ángeles, un viaje que se va tornando cada vez más angustioso hasta que culmina en un estremecedor final que, aunque hoy en día puede sonar a recurso demasiado empleado, debió ser sin duda un verdadero acontecimiento en la época en la que fue emitido.

Monday, November 26, 2012

Este fin de semana he visto y he leído



Un vídeo que un agregado puso en Facebook me llamó la atención sobre “Las canciones de amor”, una película francesa estrenada hace unos años y de cuya existencia no tenía ni idea. Al conocer el argumento me entró algo de resquemor pues tenía aun el –mal- recuerdo de “On connaît la chanson" pero al final más que a una comedia ligera de enredos amorosos (como en el fondo era el filme de Alain Resnais) ésta e más bien se parece a un “Love Story” con los actores arrancándose a cantar a cada momento (por lo visto temas originales compuestos para la película aunque una de las actrices me emocionó al tararear “Amoreux solitaires”) y sin que nadie diga “Amar significa no tener que decir nunca lo siento” o alguna otra frasecita de mierda por el estilo.




La primera noticia que tuve de esta producción fue en virtud de la campaña iniciada por la web “Scifiworld”, en dicha página se denunciaba el hecho de que un estreno programado en un notable número de pantallas se había visto reducido por arte de birlibirloque a prácticamente la nada.  

Si escribir en España es llorar hacer cine debe ser llorar sangre y hacer este tipo de películas en concreto debe ser como parir un hipopótamo. El proyecto ha costado cuatro años de trabajo, parte de ellos financiados con el sistema de patrocinio conocido como “crowfunding”, y la culminación de todo este esfuerzo ha sido esta mínima presencia en las pantallas españolas y dar prácticamente por hecho que no será posible cubrir los costes de producción. En fin.

Pasando ya a la película comentar que “O Apóstolo” es un filme bastante bueno con una historia consistente, una técnica de animación excelente, un diseño de producción  inmejorable (la aldea donde ocurre todo es una verdadera monada) y que utiliza perfectamente las posibilidades que ofrece el hecho de que la trama se desarrolle en una tierra especialmente propicia para mitos y leyendas. Es cierto que existen algunos desequilibrios en el guión, que la conclusión de la historia carece la fuerza necesaria y que gran parte de los diálogos son ininteligibles (aunque esto sea un defecto que se puede achacar a la mayor parte de las películas rodadas en nuestro idioma nacional) pero sinceramente considero una canallada estar buscándole el fallo a una película cuya realización ha necesitado esfuerzos tan hercúleos.       



Desde que tengo uso de razón (precisamente en los años en los que empecé a tenerlo se vivía una época de esplendor con respecto a este tema) recuerdo una larga serie de debates de un nivel dialéctico bastante lamentable entre defensores y detractores de los llamados fenómenos paranormales. Yo que empecé siendo de los primeros (cosas de la edad) he terminado por acercarme más a la postura de los segundos. Pero siempre me ha parecido que lo ideal sería una posición intermedia, y tratar esta clase de argumentos con un escéptico pero respetuoso interés.

Algo así es lo que hace Richard Wiseman (antiguo mago profesional y un concienzudo estudioso de estas materias) en el libro “¿Esto es paranormal?” (El título en inglés es “Parnormality”): desde una postura completamente escéptica Wiseman nos dice que lo interesante de estos fenómenos no es el hecho de que sean o no ciertos, sino lo que la fascinación que sentimos por ellos nos dice sobre el comportamiento, las creencias y el cerebro del ser humano, es decir sobre nosotros mismos.

Desde este punto de partida el autor inicia un recorrido sobre la breve historia de esta pseudo religión moderna analizando temas como la adivinación, las experiencias extracorporales, los poderse mentales sobre la materia, el espiritismo, los fantasmas y las premoniciones y presentándonos asimismo a criaturas tan peculiares como John Hydrick (falso profeta de la telequinesia que engañó a todo un país),  las hermanas Fox (creadoras de una religión que llegó a tener millones de adeptos) o a Gef la mangosta parlante de la Isla de Man (no es broma) y al no menos peculiar James Randi el rey de los escépticos que desde hace años ofrece un millón de dólares a cualquiera que sea capaz de demostrar tener poderes paranormales en condiciones científicamente controladas (su dinero sigue intacto).

Todos estos fenómenos son desmenuzados y desmentidos por Wiseman sin que –y este es repito el principal mérito del libro- pierdan su poder de fascinación y todo ello con un lenguaje ameno, no demasiado complejo científicamente hablando y además condimentado con ese sano humor negro inglés, la mayor contribución que las Islas han hecho a la historia de la Humanidad junto con el fútbol y los Beatles.


Wednesday, November 21, 2012

Este fin de semana he visto...

A NOT VERY FUNNY THING HAPPENED IN THE WAY TO THE FORUM

El hecho de que Woody Allen lleve entregando una película por año desde hace más de cuarenta aconseja saltarnos el acostumbrado (y hasta ahora inevitable) prólogo con el que se suele transcribir en palabras la también acostumbrada reflexión sobre la progresiva decadencia de su arte, omitamos pues esos comentarios.

Decidí no ir a ver”A Roma con amor” al cine pues sólo estaba disponible la versión doblada, y sinceramente prefería no tener que volver a oír al tipo de la voz de papel higiénico mojado que suele doblar a Roberto Begnini,

La comedia se sitúa en esta ocasión en la ciudad eterna, los más románticos dirán que se trata de un nuevo homenaje del viejo genio hacia otra de sus ciudades europeas favoritas, los más cínicos que se trata de un nuevo ardid para recaudar fondos públicos a cambio de una inestimable labor de propaganda turística para la ciudad “homenajeada” (al menos con “Vicky Cristina Barcelona” parece que una de las partes del trato se cumplió a rajatabla).

La película se estructura en una serie de historias no cruzadas que tienen lugar en la capital italiana, cuando esto sucede suele ocurrir que una o algunas de esas historias suelen destacar por encima de las demás. En este caso no sucede y todos los pequeños relatos que conforman el argumento adolecen de la misma falta de brío y escasa fortuna a la hora de elegir a los actores, aunque lo peor de todo es que en general (con una única salvedad) tienen muy poca gracia. Otra cosa que llama la atención es que la mayor parte de ellos parecen tener poco o nada que ver con el carácter italiano o con la urbe en la que están ambientados (si exceptuamos uno que parece un homenaje a la película de Federico Fellini “El jeque blanco”) y parecen obedecer más a viejas ideas del cineasta neoyorquino (algunas de ellas brillantes, sobre todo las que se abordan con cierto cariz fantástico, aunque de nuevo mal ejecutadas) que ha adaptado por circunstancias a la ciudad en la que le tocaba rodar.

De todas las historias la mejor sea posiblemente la protagonizada por el propio Allen que ejerce una vez más de ese personaje tan reconocible y celebrado por sus fans y es posiblemente también esa circunstancia la que la hace la más destacable pues de otro modo podría haberse convertido en un argumento tan flojo como los demás. Y esto no es nuevo, habría qué ver qué hubiera sido de “Scoop” sin la intervención del gran Splendini.

HAY UN HOMBRE EN FRANCIA QUE LO HACE TODO



Desde que se empezara a oír hablar de ella tras su comentado pase en el festival de Sitges (donde terminó por acaparar los mejores premios), la fama de “Holy Motors” ha ido acrecentándose día a día entre los críticos y entre los espectadores con un interés por el cine que supera el deseo de matar el tiempo un domingo por la tarde. Además la idea de ver “Holy Motors” no respondía tanto a las buenas críticas sino a la manera en que dichas críticas se expresaban, un razonamiento que podría extenderse incluso a los comentarios más injuriosos sobre ella, como el del inefable Carlos Boyero cuyas palabras adversas (siempre y cuando hablemos de este tipo de filmes, tampoco es justo convertir al cara de pizza en un antagonista permanente) suelen ser más un estímulo que un demérito. Todo esto convertía “Holy Motors” en la película que había que ir a ver de forma casi obligatoria en este fin de temporada.

¿Y qué es “Holy Motors”? Pues durante aproximadamente la primera hora de visionado resulta bastante difícil, al menos para mi, contestar a esta pregunta, aparte de que uno se olvida de preguntarse demasiadas cosas contemplando una serie de imágenes increíblemente extravagantes, tanto que sólo se me ocurría compararlas con las del cine experimental de finales de los sesenta y principios de los setenta. Durante estos primeros minutos el espectáculo se mantiene principalmente en virtud de la interpretación de Denis Lavant, lo que este actor hace en la película (especialmente en el segmento de Monsieur Merde, una especie de Chaplin psicópata) es digno no ya de un Oscar sino de su nombramiento como Presidente de la República Francesa.

Después de esa primera hora de metraje la historia, sin dejar de ser un espectáculo sorprendente y heterodoxo, termina por asentarse y enseñar sus cartas en forma de declaración de amor en tono de elegía a una profesión y a un arte cuyo declive parece inexorable (amen de disparar de rebote contra una serie casi inabarcable de temáticas variadas). Es en ese momento cuando el filme, que hasta ese momento había practicado un lenguaje desquiciado y en ocasiones brutal, adopta un tono lírico que alcanza su punto culminante con un cameo (aunque quizás sea injusto usar esta expresión) delirante por parte de la última persona que hubiéramos pensado ver en esta producción.

En fin, es posible que esta película dirigida por Leos Carax (del que personalmente llevaba veinte años sin oír hablar, desde los tiempos de la parcialmente apasionante “Los amantes de Poit Neuf”) cause tanto disgusto como apasionamiento pero qué duda cabe de que es un espectáculo fascinador que nadie debería perderse. Al menos puede asegurarles que, de todas las películas rodadas en el interior de una limusina que se han estrenado en el año 2012, esta es sin duda la mejor.                        

Friday, November 16, 2012

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR. PRIMER PASO.

WALKING DISTANCE



Emitido por primera vez el 30 de octubre de 1959, se trata de un episodio escrito (como muchos otros) por el propio Rod Serling  y es, aparte de una extraordinaria historia en sí misma, una muestra preclara de que Serling era un hombre tan (o más) interesado por los aspectos sociales y humanísticos de la época en la que le tocó vivir que por el simple ejercicio lúdico de narrar un argumento de tintes sobrenaturales.

“Walking Distance” es además una historia que define el propio carácter de la serie, la de un individuo corriente que se ve envuelto en una situación extraordinaria, el punto en el que se encuentran la realidad y lo inexplicable, la ya mencionada zona crepuscular de la que dicho individuo puede regresar transformado para siempre (para bien o para mal) o en la que puede quedar atrapado de por vida.

Es el caso del protagonista de este episodio, Martin Sloan, un ejecutivo publicitario(¡un verdadero “Mad men”!)  que, huyendo de la estresante realidad de su trabajo y su vida en la gran ciudad, va a parar de forma casual al pueblo en el que creció, allí Sloan pasará por su particular versión de “En busca del tiempo perdido”.

“Walking Distance” es un amargo ejercicio de nostalgia (aquella que se experimenta cuando contraponemos un pasado idílico con un presente alineante) y una reflexión sobre todos aquellas personas obligadas a llevar una existencia no ya por encima de sus deseos sino por encima de sus fuerzas. El regreso fantástico a un pasado idealizado volvería a retomarse en posteriores episodios con diferentes enfoques, en ocasiones haciendo mayor énfasis en dicha idealización (como en “A stop at Willoughby” uno de los capítulos favoritos de muchos aficionados), en otras ocasiones advirtiendo de los peligros de una nostalgia mal entendida al estilo de Ray Bradbury (como en “The incredible world of Horace Ford”, un episodio mucho menos celebrado) pero yo siento especial debilidad por el que se acaba de comentar y al fin y al cabo este es mi “top ten”.
 

Monday, November 12, 2012

Este fin de semana he visto...









He visto “El Futuro”, y es asesinato (el de Miranda July)




El hecho de que Francois Ozon este considerado, con justicia, como uno de los mejores directores franceses de la actualidad no significa que haya que acudir todos sus estrenos. En mi caso el mismo criterio que me llevó a ver  “Amantes Criminales”, “Swiming Pool” o “5x2” es el que me desaconsejó ver “8 mujeres”, “Ricky” o ”Potiche”.  En el caso de “En la casa” parecía haber un consenso general sobre que estábamos ante un filme de Ozon que sí había que ver.  

Germain es un escritor fracasado y un desanimado profesor de literatura de un Liceo francés, mientras repasa con desdén las balbuceantes redacciones de sus alumnos tropieza de repente con una de ellas que capta su atención. En ella Claude (el alumno) describe su fin de semana en casa de uno de sus compañeros de clase usando para ello un lenguaje en el que se mezclan sentimientos contradictorios: por un lado una cierta envidia por el ordenado y tranquilo hogar de clase media de la familia (él procede de un ambiente desgraciado y disfuncional), y por el otro una hiriente ironía por su mediocre condición.

A partir de ahí se produce un juego a múltiples bandas entre Claude, Germain y los demás integrantes de la historia (a los que se añade la mujer de Germain) en el que todos (incluido él mismo) quedan en cierto modo al descubierto en sus debilidades y contradicciones por la incisiva pluma del muchacho, al mismo tiempo se produce igualmente un curioso juego de lenguaje metalingüístico que se acaba convirtiendo en la parte más valiosa del filme.

A nivel argumental en cambio hay que decir que el interés decae a medida que avanza la trama, Ozon tira por varios caminos, algunos parecen ir en la dirección de considerar a Claude una especie de “diablo en el campanario” que con su comportamiento asocial transforma la vida de una familia, un poco al estilo del “Teorema” de Passolini (director que se menciona de forma explícita en la trama), otros van por uno de esos sarcásticos retratos de las miserias de la pequeña burguesía que eran la marca de estilo de Claude Chabrol. Pero Ozon no es Passolini (por desgracia) ni Chabrol (por fortuna) así que opta por no definirse demasiado a este respecto, y tras bordear el drama más descarnado durante buena parte del metraje termina por mostrarse más conciliador y también menos intenso que al principio. En cualquier caso “En la casa” es un filme muy recomendable que no hay que olvidar que está basado en una obra de teatro de un autor español que a lo mejor sería buena idea rescatar para las tablas (suponiendo que llegara a estrenarse en su día).  



           

Seguimos tratando de completar el visionado de la corta carrera de Terence Davies. Hoy ha sido el turno de “La Casa de la Alegría”, esta vez Davies abandona sus obsesiones autobiográficas para adaptar un texto de Edith Wharton desarrollado en la época victoriana-eduardiana. Bueno la acción tiene lugar más bien en los Estados Unidos pero, como la propia Wharton se ha ocupado de explicarnos, la alta sociedad americana de aquellos años era tan jodida como la británica.

Me figuro que la intención de los productores de “La Casa de la Alegría”  era repetir el éxito de “La Edad de la Inocencia” (no recuerdo bien pero creo que fue un éxito ¿o no?) pero los resultados no deben haber sido los esperados porque sinceramente yo me enteré de la existencia de este filme repasando la ficha de Davies en la imdb. Quizás el fracaso de esta producción se deba no sólo a que su desarrollo sea terriblemente lento sino a que es además confuso, personalmente yo tardé casi una hora en averiguar quién era quién y por qué motivos hacían lo que hacían, luego, cuando el drama se transforma en tragedia, la película alcanza la excelencia y termina por convertirse en una de las más dolorosas descripciones de la caída en desgracia de un ser humano que recuerdo.

Destaca por lo extravagante el reparto del filme encabezado por una Gillian “Scully” Anderson  que, a pesar de las críticas elogiosas que recibió en su día, no me acaba de cuadrar en ese papel. Por no hablar del resto del desternillante casting (¡Eric Stolz!
¡¡Anthony LaPaglia!! ¡¡¡Dan Aykroyd!!!).

En resumen una gran película cuyo principal defecto es que tarda más en arrancar que un Lada Vaz 2105 después de estar un año aparcado en Verjoyansk. 



He aguantado 32 minutos contados, incluso para hacer un “nonsense” hay que tener talento, y este por lo visto no se hereda.

Thursday, November 08, 2012

Esta semana he visto y he leído...



Continuamos siguiéndole la pista a Terence Davis en esta ocasión con “The long day closes” que parece una continuación, o al menos una continuidad de estilo, de la anterior “Distant Voices”, aunque con unos postulados quizás algo más experimentales, por más que en el fondo persiste el empeño por capturar la esencia de una época (la Inglaterra de los años cincuenta siempre desde el punto de vista de una familia católica de clase trabajadora) a través de pequeños gestos costumbristas (aunque más reveladores de la sociedad de la época que cualquier tratado de carácter académico), pero sobre todo del cine y de la música.









Y finalizamos por el momento con el expediente Davies (a falta de nuevas adquisiciones que están en proceso de “compra”) acudiendo a los orígenes del cineasta inglés. “The Terence Davies Trilogy”, estrenada en 1984, recoge tres cortometrajes dirigidos por Davies (“Children”, “Madonna and Child” y “Death and Transfiguration”) pero en los que el presente y el pasado del personaje Robert Tucker se alterna continuamente. A pesar de guardar algunas similitudes con sus posteriores trabajos (como la persistente figura de la madre doliente o la religión católica) el tono de esta trilogía (filmada en blanco y negro y con una decisiva vocación underground)  está muy lejos de las nostálgicas ensoñaciones de la existencia de la clase obrera y sus humildes entretenimientos. De hecho considera esta película como una de las más deprimentes que haya visto jamás. Otra novedad con respecto al cine posterior de Davies es el tema de la homosexualidad, que en dicho cine posterior aparece de modo casi imperceptible, pero que aquí se muestra de forma directa y tan sórdida que las orgías de urinario de “Prick Up Your Ears” resultan casi una ingenuidad. 

 


Después del gran éxito (posiblemente excesivo aunque no inmerecido) que supuso “Pequeña Miss Sunshine”, el dúo Dayton-Faris no había vuelto a dirigir ninguna otra película, más que el conocido “miedo a la opera seconda” (un tema que por cierto es el arranque argumental de este filme) parece que la pareja estaba demasiado ocupada con sus producciones para publicidad y vídeos musicales, algo que sospecho que es lo que en realidad les da de comer.

“Ruby Sparks” tiene algunos defectos bastante notorios, puede que ya de por sí los tuviera su anterior película pero al menos ésta contaba con el refuerzo de unas actuaciones extraordinarias y es que cuando metes en una película a Greg Kinnear, Toni Collette, Steve Carell e incluso Abigail Breslin es difícil meter la pata. En “Ruby Sparks” de aquél casting sólo queda Paul Dano que era precisamente lo peor de “Pequeña Miss Sunshine”.

Tampoco queda nada de los postulados argumentales de la producción de 2006, en esta ocasión estamos ante una aparente comedia romántica de ribetes fantásticos, cuando la película intenta adaptarse a este formato fracasa debido a las carencias de sus protagonistas (el ya señalado Paul Dano y Zoe Kazan también autora del guión y una clara candidata a formar parte del elenco de la serie “Girls” la próxima temporada por ser descendiente de famoso y por que su personaje hace gala de una estudiada excentricidad y además no dispara chícharo) y también al escasamente ingenioso guión. Puede que la comparación sea un poco injusta pero es inevitable pensar lo que Woody Allen o Charlie Kauffman podrían haber hecho con un argumento así, bueno qué diablos incluso en la película de Disney “El chico” se las arreglaban mejor con una trama semejante y su guionista no es nadie.

No obstante no sería justo tirar a la papelera “Ruby Sparks” sin hacer mención a algunos aspectos destacables del filme, aspectos que aparecen cuando el argumento se separa del tono anteriormente descrito para internarse por caminos más oscuros, es aquí donde se producen las mejores escenas y donde la película ofrece un tema de reflexión bastante más interesante que el que hasta ese momento nos había presentado.   

 

 

 

Nueva recomendación del pasado festival de Sitges.

 

Aunque al final la película no terminara de gustar al menos se le puede reconocer a “The tall men” el hecho de ser un filme que recupera el suspense en su acepción más pura: esto es no saber qué carajo está pasando y sentir un vivo interés por cuál será el desenlace de la historia. No obstante hay que advertir previamente que no nos encontramos con un thriller al uso (tal y como podría desprenderse de los trailers y del cartel promocional del filme) y el público que acuda a verla con intención de asistir a una muestra entretenida de ese género recibirá una sorpresa sospecho que no precisamente agradable.

Es cierto que “The tall men” transita los caminos del thriller pero su intención es, aparte de sorprender al espectador con toda clase de giros inesperados, ofrecer una suerte de dilema moral de difícil resolución, algo que lo convierte en un espectáculo cinematográfico insólito y puede que incluso incómodo, un poco al estilo de otra película semejante de la cual no vamos a mencionar el título porque sería desvelar demasiado.

Dirige Pascal Laugier, el hombre que sobrecogió al mundillo del género con “Martyrs” aunque esta nueva entrega es notoriamente diferente en fondo y estilo, sospecho que el desembarco de Laugier en el cine estadounidense no va a ser precisamente un éxito y la verdad es que será una pena si se confirma dicha sospecha. 

 

Sitges 2012. Hoy se habla de “Chained”, una película que viene firmada por Jennifer Lynch hija del director del mismo apellido. La muchacha se inició en el mundo de la farándula participando en el intento de exprimir el limón de “Twin Peaks” cuando se dedicó a escribir los diarios secretos de Laura Palmer. Su estreno como realizadora de cine con “Boxing Helena” se puede comparar con el de Sofia Copolla en el mundo de la interpretación.

Pasando ya a “Chained” hay que decir que el principal defecto de la película es precisamente la poca pericia de la realizadora a la hora de llevar a imágenes una historia con mucho potencial pero que se queda en un espectáculo arrítmico y por momentos incluso monótono. Lo mejor de la película está primero en sus interpretaciones (sobre todo en la de Vincent D´onofrio que da vida a ese depredador mostrenco, intransigente y amenazador y le reviste de una humanidad no incompatible con lo monstruoso de sus actos) y también en la descripción de la cotidianeidad de la vida de un asesino así como en los esfuerzos por dotar a su pupilo de una suerte de educación criminal, aunque, como se ha dicho, son momentos que resultan más brillantes en su concepción que en su puesta en escena.

No obstante la película está a punto de rozar lo excelso cuando su argumento se aproxima hacia un planteamiento verdaderamente provocador, sin embargo Lynch no se atreve a llegar hasta el final y prefiere recular y optar por una resolución más conciliadora y por ende menso brillante, por añadidura adorna el desenlace de la película con un giro de guión ingenioso pero en el fondo bastante tonto, dos términos no necesariamente antagónicos, el cubo de Rubik es un aparato ingenioso pero también una gilipollez. 

 

Fui a ver “Me and You and Everyone We Know” porque parecía la película que había que ver en ese momento. Cuando salí del cine odiaba profundamente no sólo ese filme sino también a su directora (y protagonista) Miranda July, a partir de entonces la consideré a ella a y su obra como el epítome de lo que se conoce como “mierda indie”.

El otro día mientras hacía el gandul en la Casa de la Cultura me encontré con el libro cuya portada ilustra este comentario (libro con un título increíblemente malo por cierto) y como no estaban los dos que había ido a buscar (uno de Richard Wiseman que me gustaría comentar algún día y una colección de cuentos góticos de fantasmas encantadoramente afectados y cursis) me decidí a echarle una visual.

Lo primero que tengo que decir es que después de leerlo odié todavía con más encono a la pelos de cuca pero aun así el libro me ha gustado. La obra trata básicamente de entrevistas que la July le hace a una serie de ciudadanos anónimos residentes en Los Ángeles que se anuncian en una revista de compraventa de baratijas. Lo verdaderamente interesante del asunto es esa radiografía humana de la esquizoide y desclasada sociedad angelina  en la que una muestra completamente al azar revela a un grupo de seres humanos cada uno de lo cuales es un candidato firme a ingresar en una clínica mental. Con un material tan potente como este uno puede obviar  los comentarios a pié de página (que oscilan entre el desprecio y el paternalismo) de la autora que al menos tiene la sensatez de confesar de forma más o menos explícita que en cinco minutos de la vida de cualquiera de esos perdedores hay más autenticidad que toda su obra pasada, presente y futura.