Sunday, November 28, 2010

Un tranvía llamado filisteo.

Si son amantes de los programas informativos de la tarde del estilo “España directo” y similares (yo no lo soy especialmente pero de vez en cuando lo veo porque suelen ponerlos a esas horas en las que uno no tiene nada que hacer) a lo mejor habrán visto estas imágenes.





Corresponden a una selección de videos filmados en los andenes y en el interior del tranvía que une las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna. Los que vivan o hayan vivido aquí algún tiempo es posible que no se vean demasiado sorprendidos por estas escenas, sus protagonistas forman parte de una fauna local que siempre ha estado presente a la lo largo de la historia, aunque, como es lógico, con diferente aspecto. Por aquí se les conoce como changas, hardcoritos, lajas o ruinas, supongo que en cada ciudad de España y del mundo tendrán otros nombres aunque todos hacen referencia a lo mismo: adolescentes de barrios periféricos que nacen viven y mueren entre la brutalidad y la ignorancia.



De todos modos, y aunque en esta isla es prácticamente imposible no tropezarse con esta gente y por añadidura tener alguna clase de problema con ella, tampoco es justo decir que Tenerife es una isla insegura o especialmente violenta. De hecho en estas imágenes se muestran incidentes que han tenido lugar a lo largo de un año, especialmente en la semana de Carnavales en la que todo el mundo se vuelve loco (que para eso se inventaron dichas fiestas digo yo).

El comentario general entre el paisanaje (al menos entre el paisanaje que no usa guayabera y gafas bifocales) es que la filtración de este video es un acto que, como casi todos los que tiene lugar aquí, tiene un objetivo económico que en este caso no es otro que crear entre la población local una sensación de inseguridad que justifique -entre otras cosas- la existencia de la recientemente creada Policía Autonómica Canaria más conocida como “Guanchancha






Recuerdo que en la época en que por estas tierras experimentábamos en nuestras propias carnes el síndrome del niño desaparecido no faltaban referencias a que, con la creación de este nuevo cuerpo de policía, “los colegios iban a estar más vigilados”. Desde luego no se trata de perder el tiempo en cuanto a desarrollar esa vieja política de crear en la población necesidades superfluas con el objetivo de hacer buenos negocios (el alcalde de Santa Cruz ha insistido tanto en la idea de meter perros en los vagones que es posible que sea socio de alguna empresa dedicada al adiestramiento de canes).



Lo más gracioso (o al menos yo me parto de la risa) es cómo el asunto se les ha ido de las manos a los filtradores. El vídeo estaba más bien pensado para el consumo local pero no se tuvo en cuenta lo mucho que gustan los anteriormente mencionados magazines de tarde de escenas que muestren a la juventud sin horizontes dándose caña, unas escenas que tan poco quedan mal en los telediarios, siempre en busca de historias de impacto con las que rellenar los huecos que quedan entre la información deportiva y el cruce de declaraciones PSOE-PP.

Después de la difusión de estas imágenes es posible que a las autoridades locales les haya entrado el canguelo ante las perspectiva de que el turismo peninsular se lo piense mejor antes de dejarse ver por estas tierras durante las carnestolendas ante el temor de ser objeto de la ira de la muchachada. Así pues es muy posible que veamos una campaña en la que dichas autoridades, posiblemente las mismas que ayudaron a difundir los videos, insisten en que la cosa “no es para tanto”. En fin, sólo una historia más de la Vetusta del subtrópico.

Thursday, November 25, 2010

Historia de una hora.

Desde que tengo ojos soy aficionado a los documentales para televisión sobre crímenes ( Por cierto que ahora mismo el que está partiendo la pana es “Crimenes imperfectos” que pueden ver casi todos los días en la sexta, antes de comer si es posible), sobre todo americanos, los españoles suelen ser una mierda, pero aun así también los veo.

En uno de estos documentales se trataba el tema del acoso, y entre todas las historias que se narraban había una de una mujer que estaba sufriendo dicho acoso por parte de su ex novio. La protagonista del drama recreado contaba que en ocasiones, el individuo solía llamarla antes de ir en persona a tocarle los ovarios, dichas llamadas se hacían desde el teléfono del hotel en el que él se alojaba y que estaba a una hora en coche de donde vivía la víctima. La mujer decía que era ese el momento más feliz del día para ella, porque sabía que al menos tenía una hora de tranquilidad antes de que el infierno empezara de nuevo. A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito durante estos años, siempre que se habla del maltrato a mujeres lo primero que me viene a la cabeza es esta pequeña historia.

Por cierto que al final el hombre se presentó (tras una hora de viaje) con una escopeta con la que tenía intención de matar a su ex novia y luego suicidarse, consiguió hacer lo segundo mas no lo primero.


Sunday, November 21, 2010

La foto. Some enchanted evening.

Había pensado en comentar algo a propósito de las nuevas normas de la RAE pero creo que en el fondo no vale la pena, por mi parte seguiré diciendo “y griega” y poniendo la tilde en guión y en sólo (siempre que dicha palabra pueda ser sustituida por “solamente”) al igual que sigo diciendo “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” en las raras ocasiones que voy a misa.

En su lugar creo que voy a abrir una nueva sección con la que llenar los vacíos del blog los días en los que no hay ninguna película que comentar, ningún finado al que ensalzar o ninguna declaración polémica que defender.

La sección será semejante a aquella que rescato de vez en cuando y que se llamaba “la escena”, pero en esta ocasión se tratará de comentar una foto fija. Y para comenzar nada mejor que traer aquí la que está considera como la primera foto de la historia. Bueno, la segunda foto de la historia ya que la primera primera no es que sea gran cosa.





Esta instantánea se tomó en el año 1826 y por lo que cuentan se consiguió tras 8 horas de exposición en una cámara oscura. Como verán parece más bien la imagen borrosa de las azoteas del barrio nada más despertarse uno con una resaca de muerte.

La primera foto donde pasaba “algo” fue tomada algún tiempo más tarde.




En aquellos años el tiempo de exposición era también demasiado largo como para captar imágenes de personas en movimiento, ese es el motivo por el que, a pesar de que la calle en cuestión estaba atestada de gente el día que se tomó la foto, dicha calle se nos aparece como la de una ciudad de provincias la mañana de Viernes Santo. Pero si nos fijamos bien vemos que el paisaje no está vacío del todo, en el ángulo inferior izquierdo se puede distinguir a dos individuos en una peculiar actitud.




Se trata de un limpiabotas y su cliente, dos personas que se hallaban en una situación que causaba una inmovilidad suficiente como para que se convirtieran en los dos primeros seres humanos fotografiados. Seguro que algún escritor con vocación humanista podría ejercitar una honda reflexión sobre que fuera precisamente un acto tan mundano el primero en quedar registrado por una cámara, pero bueno, yo no soy el jodido Juan José Millás.

Sunday, November 14, 2010

Desde una tierra sin caridad.

En un reciente reportaje de la revista dominical de “El País” un grupo de actores y directores españoles votaba cuales eran, según su criterio, las cien mejores películas de la historia del séptimo arte.

Algunas semanas más tarde el columnista de la misma publicación Javier Marías se quejaba del ombligismo de la industria nacional que había aupado a posiciones muy destacadas de dicha lista a películas y cineastas muy apreciados en nuestro país pero escasamente conocidos fuera de él. Por más que Marías sea un personaje decididamente antipático en esta ocasión no había más remedio que reconocer que decía la verdad.

De todos los hombres y mujeres que han forjado la historia de nuestra cinematografía sólo podemos contar con uno que es universalmente reconocido como un genio del cine, me refiero por supuesto a Luis Buñuel.



Por debajo de este icono gigantesco es cierto que únicamente podemos hablar de artistas más o menos celebrados en nuestro país pero con escasa influencia fuera de él. Es cierto que Almodóvar o Amenábar son directores conocidos en todo el mundo pero resulta muy dudoso que el trabajo de ambos (sobre todo el del segundo) consiga sobrevivir al paso del tiempo como sí lo ha hecho la obra del estrábico aragonés. Lo más probable es que dentro de treinta o cuarenta años la doble A sea recordada sólo en la piel de toro tal y como sucede con otros nombres que dieron mucho que hablar hace años fuera de nuestras fronteras como Carlos Saura, Javier Bardem y sobre todo el del que ha fallecido hoy.





Luis García Berlanga nació en una época en la que todavía era posible que la biografía personal de un director de cine fuera tan o incluso más apasionante que su carrera profesional. Tal es el caso de don Luís que incluso llegó a participar en la Segunda Guerra Mundial como voluntario de la División Azul (voluntario a medias ya que se alistó para evitar que su padre, Gobernador Civil en Valencia durante la Segunda República, fuera represaliado).

De vuelta a casa, y por fortuna de una pieza, Berlanga inició su carrera con “Esa pareja feliz” una película que nunca he tenido ocasión de ver porque no recuerdo que la hayan pasado nunca por televisión y porque sinceramente tampoco me he preocupado mucho por buscarla. Como anécdota decir que este fue también el debut cinematográfico de José Luís López Vázquez.

Pero el verdadero descubrimiento de Berlanga para España y un poco también para el resto del mundo fue “Bienvenido Mister Marshall”.



Cuenta la leyenda que en un principio esta película tenía que ser un vehículo para la promoción de la cantaora adolescente Lolita Sevilla y aunque la chica tenía un papel de lo más simpático lo cierto es que Berlanga (ayudado por sus coguionistas que eran nada menso que Carlos Bardem y Miguel Mihura y también por un grupo irrepetible de actores en los que destacaba el gran José Isbert) transformó el argumento en algo muy diferente.

La película podría considerarse como la primera de una nueva etapa en el cine español que se liberaba definitivamente de las miserias de la postguerra y comenzaba una ingeniosa y a menudo victoriosa lucha contra la censura todavía imperante. Este tipo de cine bebía de las influencias del neorrealismo italiano pero despojándolo de su desgarrador pesimismo y vistiéndolo con los ropajes del sainete y la ironía crítica como es el caso del argumento de este filme, en el que un pueblo castellano arroja al arroyo sus señas de identidad para transformarse en un patio andaluz y congraciarse así con un estereotipo que resulte agradable al ilustre visitante que puede sacarles de la miseria. A pesar del tono jocoso era evidente, incluso para el espectador menos avispado, el doloroso drama que subyacía debajo de este argumento, un drama simbolizado en esa terrible escena final en la que la modernidad pasa de largo por una España que todavía estaba muy lejos de reclamar su lugar en el mundo civilizado.



Inesperadamente “Bienvenido Mister Marshall” triunfó en el Festival de Cannes y fue un éxito internacional que no se repetiría en toda la carrera del director valenciano. Tras este título vinieron otros de calado mucho menor. Primero fue “Novio a la vista” con guión de Edgar Neville y que era lo que en aquella época podía hacerse en nuestro país en materia de cine sobre adolescentes (en USA tenían “Rebelde sin causa” y nosotros teníamos esto).



Luego vino “Calabuch, un filme donde se narraba la historia de un científico atómico que, horrorizado por las derivaciones bélicas de su trabajo, huye a un pueblecito de la costa mediterránea. “Calabuch” resultó ser una enternecedora película que tenía más que ver con el cine de Frank Capra que con el neorrealismo italiano pero no contribuyó precisamente a reverdecer los laureles que el director había recibido con su debút internacional. De hecho el propio Berlanga contaba, sin demasiada amargura, que en la crítica que hizo en su día Francois Truffaut afirmaba que la bomba atómica sobre la que trataba parte del argumento de la película debía ser arrojada más bien sobre la cabeza del autor de la historia.



El estilo de Calabuch no se diferenciaba demasiado del de “Los jueves milagro”, la siguiente película de Berlanga, que narraba la historia de otro pequeño pueblo que vende su alma al diablo para librarse de la pobreza. En esta ocasión las fuerzas vivas de la localidad deciden inventarse una aparición divina (la de San Dimas el buen ladrón) para reactivar la decaída economía local. Narrada a modo de cuento moral con trasfondo religioso la historia salía adelante gracias al buen hacer de su realizador y al de un puñado de actores entre los que destacaban (una vez más) José Isbert y el también recientemente fallecido Manuel Alexandre (sirva la presente entrada igualmente de homenaje a este hombre entrañable). Como anécdota contar que en este filme tuvo Berlanga uno de sus encontronazos con la censura que le obligó a cambiar el poderoso plano final de la película que el director había ideado por otro bastante menos llamativo e incluso incomprensible (no diremos en qué consistió dicho cambio para los lectores que no conozcan esta obra).



Así acabaron los cincuenta y vinieron los sesenta en cuya primera mitad alcanzó Berlanga la cúspide de su talento. Y en mi humilde opinión dicha cúspide alcanzó su cota más alta con la película que considero no sólo la mejor de Berlanga sino posiblemente una de las mejores del cine español.




Fue con este título con el que Berlanga inició su poderosa colaboración con Rafael Azcona, otro símbolo inmortal del cine de los años del desarrollismo y posiblemente el único guionista patrio cuyo nombre es capaz de recordar el público. “Plácido” es junto con “El apartamento” de Billy Wilder mi ejemplo favorito de cómo el espectador puede cambiar su percepción sobre el significado de una película a medida que aumenta su propia percepción sobre el mundo. Lo que en un primigenio e ingenuo visionado puede ser una comedia se transforma con los años en una tragedia insoportable.



Con el argumento de hacer burla de una de esas cursis campañas nacional-católicas (“Siente un pobre a su mesa estas Navidades”) tan habituales en aquellos años, “Placido” narra la angustiosa historia de un hombre por conseguir pagar la letra mensual del motocarro que constituye su único medio de vida. Para ello Plácido tendrá que recorrer un Madrid azotado por un frío aterrador mezclándose con todo tipo de cantamañanas, medradores y burgueses hipócritas. Y todo esto contado mediante un ejercicio de virtuosismo en la dirección de escenas como pocas veces se ha visto dentro y fuera de nuestra industria (para que luego hablen de Kubrick y sus planos secuencia) que concluye con una desesperanzadora coda que resume en una sola frase (“y el mes que viene otra vez lo mismo”) la inacabable lucha por la supervivencia en un mundo implacable.



Es no obstante, y muy por encima de la que le precedió, “El verdugo” la que está considerada como la obra maestra definitiva de Berlanga. Para realizarla el director valenciano se sirvió de las mismas armas que había usado en “Plácido” para contar la historia de un hombre que, para optar a un piso de protección oficial, debe adoptar la misma profesión que su suegro. Película dominada, más incluso que las anteriores, por la colosal figura de José Isbert cuyo personaje despierta sentimientos que oscilan entre la ternura y el escalofrío, sobre todo en esa escena en la que el anciano explica con una lógica terrible pero también irrefutable el significado de su profesión: aunque la gente reclame la pena de muerte nadie quiere tener nada que ver con el verdugo.

La película comienza por los vericuetos del sainete y la comedia negra, avanza luego por terrenos que rozan lo kafkiano (sobre todo en la figura del infortunado personaje al que da vida Nino Manfredi) y termina transformada en un autentico relato de horror.



Sobre el asunto de si esta obra maestra fue el canto del gallo de la carrera de Berlanga podría haber debate, debate en el que no podré participar porque de los aproximadamente diez títulos que siguieron a “El verdugo” yo tan solo he visto “¡Vivan los novios!”. Y para hablar de ella permítanme que haga un corta pega del comentario que sobre dicha película hice en febrero de este mismo año cuando nos llegaba la noticia del fallecimiento de José Luís López Vázquez.

Ya era 1970 y no estamos ante uno de esos sutiles ejercicios de autocrítica de la idiosincrasia nacional suavizados por los encantos del sainete que el director y el actor habían practicado a principios de los sesenta. En esta película no hay ninguna distracción cómica y el patetismo y la miseria moral de este novio cuarentón que trata de correrse la última (y quizás también la primera) gran juerga de su vida antes de caer en los ponzoñosos brazos de Laly Soldevila no produce otra cosa que un rictus amargo. Como ejemplo ese plano zenital con el que se cierra la película y que (disculpando el efectismo propio de la época) es de los que perduran en la memoria para siempre.






Y hasta aquí puedo hablar de mi experiencia como espectador de películas de Berlanga, el resto ni las he visto ni tampoco he sentido nunca grandes deseos de hacerlo. De “Tamaño natural” –película en la que Berlanga daba rienda suelta a su condición confesa de consumado erotómano- ni siquiera el propio director habla bien. De la trilogía nacional he oído hablar grandes cosas a propósito de “La escopeta nacional” pero lo cierto es que tampoco me he matado por verla, lo mismo cabría decir de todos sus películas que vinieron a continuación (incluida “La vaquilla” que tengo entendido que fue su mayor éxito comercial).

Pero repito que aunque se hubiese retirado a la vida contemplativa tras el estreno de “El verdugo” (algo que seguramente a él le hubiera encantado hacer pues también se confesaba un gandul recalcitrante, declaración por cierto que siempre hizo que mi admiración por él subiera varias puntos, no por que fuera un sino por decir que lo era) ya por aquel entonces había hecho lo suficiente como para regalar a nuestra industria al menos dos obras maestras y aportar a nuestra conciencia de sociedad una visión pesimista y desencantada pero tampoco ausente de ternura por aquella España que pasó y no ha sido.

In pace requiescant.


Wednesday, November 10, 2010

Drop the bomb, exterminate them all



Empecemos diciendo que yo creo que el GAL fue un asunto de terrorismo de estado y que, dado que el aparato del estado (que no su representación máxima) estaba en aquellos años bajo el control del PSOE, está claro que fueron los políticos de este partido los que ampararon o toleraron el terrorismo de estado. Y resulta imposible creer que Felipe González, como responsable absoluto e indiscutible de dicho partido, no estuviera al menos enterado de todo lo que tuvo que ver con aquel turbio asunto. En resumen que para mí queda claro que Felipe González fue por activa o por pasiva el señor X. Algo que de todos modos nunca se pudo demostrar razón por la cual el señor X sigue en libertad, y además me parece bien que así sea.

El hecho de que la reactivación del caso, que si no recuerdo mal fue allá por el año 1994, respondiera al interés de un periódico, de un candidato a la presidencia y de un juez por vengarse del propio Felipe González tampoco me parece relevante: por muy bastardas que fueran sus intenciones el resultado fue que personas que habían secuestrado y asesinado con dinero público fueron procesadas, y que por fin salió a la luz pública el asunto de la guerra sucia, con la afortunada consecuencia de que dicha forma de contraterrorismo fue descartada definitivamente (por más que dicho descarte respondiera a la igualmente bastarda razón de que ningún partido político volvería a repetir un comportamiento que ya le había costado la presidencia a uno de ellos).

Yo, que en los años del GAL estaba vivo y leía los periódicos, puedo dar fe de que el sentimiento general por lo que se refiere a la calle era de total apoyo a las acciones del grupo paramilitar, y en lo que respecta a la clase política se podría decir que dicho sentimiento oscilaba entre la ignorancia y la indiferencia. Todo ello con la excepción de los grupos de izquierda, los nacionalistas y de……el dibujante Martinmorales. Lamento no tener un ejemplo más ilustre a mano pero con sinceridad no recuerdo a ninguna otra persona más o menos conocida que se manifestara abiertamente en contra de lo que estaba pasando (por poner un ejemplo el, por aquel entonces, todopoderoso periodista Luis del Olmo defendía la guerra sucia con entusiasmo).





Ahora todo este embrollo ha reverdecido en virtud de unas declaraciones efectuadas por Felipe González al periódico “El País”, y por añadidura durante una entrevista con Juan José Millás (por si alguien tiene dudas de si dichas declaraciones eran una trampa de la prensa ultraderechista).

Una vez más me han sorprendido más las reacciones a dicha entrevista que la entrevista en sí, de hecho esta última no me llamó la atención lo más mínimo. ¿Acaso se nos ha revelado algo que no supiéramos en el fondo?. Que Felipe González estaba al tanto de la guerra sucia es un hecho (nunca demostrado posiblemente porque no se ha querido ir más allá judicialmente) y que un Presidente del Gobierno en los años del plomo se tuvo que haber visto más de una vez en la tesitura de ordenar un asesinato también.

Aceptar entrar en el juego de la alta política es firmar un pacto con el diablo, un pacto del que es imposible sustraerse. Naturalmente incluso en esto hay clases, está claro por ejemplo que un Jefe de Estado o un Primer Ministro de Israel, Estados Unidos o incluso el Reino Unido no podrá abandonar su trabajo sin haber hecho ejecutar a alguien. De hecho me resulta curioso que haya dirigentes del Partido Popular que se hayan rasgado las vestiduras en este tema cuando dichos dirigentes aplauden sin disimulo las ejecuciones extrajudiciales que ordenan los países anteriormente mencionados. Incluso recuerdo que Fraga (jefe de la oposición en los años del GAL) expresaba públicamente y sin el menor recato su apoyo a cualquier clase de iniciativa en este aspecto.

Por mi parte repito que no me impresiona la declaración de Felipe González con respecto a sus dudas sobre si debió o no ordenar el descabezamiento de la cúpula de ETA, yo mismo tendría esas dudas entonces y las seguiría teniendo ahora. Y eso que me considero una persona totalmente contraria a cualquier clase de iniciativa contraterrorista que esté en contra de la ley y que personalmente, me siento más amenazado por los excesos del aparato del estado que por los de aquellos contra los que combaten.

Lo que sí me ha impresionado es que el Presidente decidiera no dar su visto bueno a la acción ejecutiva, de hecho eso ha conseguido que el viejo truhán suba algunos enteros en la opinión no demasiado elevada que tengo de él.

Saturday, November 06, 2010

Masters of Reality



No sé si Fernando Sánchez Dragó se acostó o no con dos chicas de trece años allá por 1967. Puede que lo hiciera. Cuando los hombres hablan de lo que han hecho o dejado hacer en el terreno amoroso se suele acudir a ese chiste tan malo que dice que son como el parchis, ya saben, come una cuenta diez, mete una cuenta veinte. Desde que vengo leyendo declaraciones de este personaje he notado que nunca le hace ascos a contar episodios sobre su, por lo visto, dilatada (en cantidad y variedad) experiencia sexual.

Por si no les ha llegado esta noticia aquí les dejo un enlace bastante explicativo.

Tras el revuelo organizado el mismo Dragó decidió optar por la retirada a tiempo y presentar explicaciones (o excusas) que pueden leerse en su propio blog.

El hecho de que uno conceda o no crédito a dicha explicación tiene bastante que ver con el motivo que me empuja a escribir estas líneas. Si en realidad hizo lo que dijo que hizo está claro que puede ser considerado un hecho reprobable (aunque no punible posiblemente ni siquiera hoy en día, al menos en nuestro país), tanto por el hecho en sí como por las descripciones que acompañan a las supuestas protagonistas del mismo (por no hablar del comentario sobre “delito prescrito” que no por cierto deja de ser con mucho el aspecto más llamativo de dichas declaraciones).

Pero en mi opinión lo verdaderamente interesante sería considerar que en realidad no hizo lo que dijo que hizo, que todo quedó en una anécdota magnificada con fines literarios porque ni eso parece salvar al escritor de la avalancha de críticas que ha recibido. El asunto sería que estaríamos pasando de juzgar la realidad a juzgar la ficción y ahí entramos en una dimensión confusa y también un tanto amenazadora. Ya hace algún tiempo me quedé igualmente confuso cuando me enteré de las críticas de las que la escritora Lucía Etxebarria hacía objeto la última obra de Gabriel García Márquez.


Otro ejemplo de que esto quizás no sea así lo tenemos en la reciente polémica con “A Serbian film”, polémica que se inició durante el festival de Sitges, prosigue en la actualidad en el festival de Donosti (en "El blog ausente" tienen amplia información sobre el caso) y tuvo su punto álgido en este inquietante debate televisivo.



Hace algunos meses manifestaba mi sorpresa al encontrarme coincidiendo con Esperanza Aguirre en su valoración de un atentado de ETA

Pues con respecto a este tema no tengo más remedio que volver a darle la razón cuando comenta que la literatura está llena de actos reprobables. No he leído a Henry Miller ni a Jaime Gil de Biedma pero sí a Nabokov y me pregunto si hoy estamos muy lejos de la polémica que el escritor suscitó allá por los años cincuenta con su obra más conocida, ¿Sería igual de haberse publicado hoy? ¿Sería mejor? ¿Sería peor?

Es posible que la Aguirre haya hablado de este modo sólo por el hecho de que el causante de la polémica sea correligionario (y en cierto modo subordinado) suyo, pero eso no le quita un ápice de razón. O al menos me gustaría pensar que ella todavía conoce los límites de la realidad.