Friday, April 09, 2010

Abecedario del crimen. Capítulo XVIII. Henry, retrato de un caradura.

En los años en los que estalló el extraño caso de Henry Lee Lucas esta clase de noticias no solía ser reflejada, para bien o para mal y al contrario de lo que ocurre en nuestros días, en los informativos españoles. De manera que esta historia me llegó de manera indirecta a través de un documental sobre asesinos en serie que programó la segunda cadena allá por 1986. En ese programa se hablaba de un individuo que confesó haber asesinado a 165 personas en 35 estados diferentes. Era una cifra tan rotunda y, por decirlo de alguna manera, tan “industrial” que no podía dejar de causar impacto.

A lo largo de los años siguientes me siguieron llegando noticias con cuentagotas sobre este prolífico criminal y parte de ellas tenían que ver con una película de la que hablaremos más tarde. Fue con la adquisición de algunos libros (incluido el Abecedario del Crimen) y por último con la llegada de Internet cuando por fin me pude hacer una idea (siempre incompleta) de las circunstancias de esta extraña historia.




Henry Lee Lucas nació en Texas en 1937 y tuvo una infancia no solamente violenta (los golpes de su madre, una india de la tribu Chippewa llamada Nellie, le provocaron lesiones cerebrales) sino además bastante bizarra: por el motivo que fuese Nellie crió al pequeño Lucas como si de una niña se tratara, tal es así que el primer día de colegio Lucas se presentó con el cabello rizado y luciendo un vestidito.





Por si esto fuera poco su padre (que había perdido ambas piernas a causa de un accidente ferroviario) había muerto congelado cuando su mujer le había echado de casa. Cuando el niño llegó a la adolescencia ya ostentaba un penoso rictus en la boca, lucía un ojo de vidrio y había intentado suicidarse numerosas veces.




Algunos años más tarde, en 1960 Henry pasó a la acción y asesinó a puñaladas a su madre que ya tenía setenta y cuatro años. Tras pasar 15 años en la prisión de Jackson, Michigan, Lucas salió en libertad en 1975 sin haber mejorado demasiado su aspecto lo que, junto con sus antecedentes, le condujo a llevar una vida de criminal vagabundo.



Durante uno de sus múltiples viajes Henry conoció a alguien que jugaría un papel muy importante en lo que sucedió a continuación, se trataba de Otis Elwood Toole otro arquetípico espécimen de basura blanca pobre.


Toole nació en Jacksonville (Florida) el 5 de marzo de 1947 y tuvo la típica infancia (entre los de su condición) dominada por el alcohol, los malos tratos y el incesto (tuvo relaciones con su hermana mayor y con su padrastro) con el añadido en su caso del pintoresco detalle de una abuela satanista a la que, desde los cinco años, acompañaba en sus expediciones al cementerio local para obtener huesos humanos. Al igual que en el caso de Henry un golpe en la cabeza le produjo convulsiones y crisis nerviosas así como una lentitud rayana en el retraso mental. Desde la adolescencia experimenta placer sexual provocando incendios y antes de cumplir los quince años ya había cumplido condena por robo y por ejercer la prostitución. Posteriormente afirmó que a los 14 años había cometido su primer homicidio cuando asesinó, según él en defensa propia, a un hombre que le había recogido cuando hacía auto stop.

El encuentro entre los dos individuos se produce en febrero de 1979 cuando Ottis se tropieza con Lucas en un refugio para mendigos. Según las propias palabras del primero, Henry parecía alguien a quien hubieran encontrado en un cubo de basura. Ottis se lo llevó a su casa y lo convirtió en su amante aunque tenía que luchar duramente para conseguir que el vagabundo se lavara aunque fuera una vez a la semana. Ambos trabajan ocasionalmente en una constructora aunque la mayor parte del tiempo se la pasaban vagabundeando por la autopista I-35 en un coche de segunda mano deteniéndose, siempre según Ottis, cuando Henry localizaba a algún animal de granja con el que poder mantener relaciones sexuales. A menudo llevan con ellos a los sobrinos de Toole entre los que se encuentra Becky de 12 años que padece también un o retraso mental. Henry se enamora de Becky y acaban fugándose juntos.




Más adelante Henry y Becky se instalan en una comunidad religiosa de Montague, en Texas. Una granjera de 80 años, Kate Pearl Rich, los contrata como criados. El 18 de septiembre de 1982 informan al sheriff de Montague de la desaparición de la anciana. Sospecha enseguida de Lucas, que se ha marchado a California. Cuando regresa a Montague, el 17 de octubre de 1982, está solo. Explica al sheriff que Becky lo ha dejado para irse con un camionero y asegura que no sabe nada de la desaparición de la anciana Kate Rich, tras algunos interrogatorios la policía no tiene más remedio que dejarle en libertad. Pero posteriormente vuelve a ser detenido por posesión de armas y termina por confesar los asesinatos de Kate y Becky. Era el 9 de mayo de 1983.


Pero lo que podía haber sido un vulgar caso de asesinato comienza a complicarse cuando Henry afirma haber matado a muchas más víctimas, primero habló de 60 crímenes. A medida que las implicaciones aumentaban, los Rangers de Texas crearon una Comisión Especial Henry Lee Lucas a fin de coordinar sus esfuerzos. En cuanto se hicieron públicas las confesiones de Henry la Comisión recibió más de 70 conferencias puestas desde diversos despachos policiales ansiosos por resolver toda clase de asesinatos. Henry lo admitía todo con gran desenvoltura afirmando “He estrangulado, apuñalado, golpeado y huido, disparado, robado, clavado punzones, ahorcado, de todo…”. También confesó haber trabajado ocasionalmente como asesino a sueldo para una sombría organización conocida como “La Mano de la Muerte” afirmando que, siguiendo sus ordenes, había secuestrado a niños y los había llevado a México con el propósito de filmar snuff movies.



Poco después de las primeras declaraciones el tétrico recuento de Lucas se elevaba ya a 150 muertes. En 1984 más de ochenta agentes procedentes de veinte estados se congregaron en un Holiday Inn de Louisiana para presenciar durante dos días un pase especial de los vídeos de Henry Lee Lucas. Hablando hacia la cámara, Lucas recitaba una letanía de matanzas y mutilaciones cuya cifra pareció estabilizarse, después de muchas pesquisas en 210. Los que asistieron a la macabra convención lo compararon con la atmósfera de un mercado de valores: todo el mundo gritando y haciendo gestos con la mano para tratar de reclamar atención para su caso en particular.





Pero Lucas no se detuvo ahí. Siguió buceando en su memoria y elevo el listón a 360 muertos, luego llegó a 630 y finalmente al millar. Convertido en una celebridad periodística, su historia daría pie a un torrente de libros sorprendentemente nebulosos. Ya no tenía aspecto de vagabundo y en sus apariciones vestía traje con chaleco, usaba gafas de sol e iban bien peinado.




“Empezaron a hacerme una entrevista tras otra – se sorprendió-. Todo el día salía por la tele…Llegué a pensar que era la estrella más importante del país, más grande incluso que Elvis Presley, era un rey, tenía todo cuanto deseaba, tenía dinero, tenía una tele en color, comida de toda clase y tabaco a raudales”. Además entre Lucas y sus cuidadores se estableció una estrecha relación profesional. “Me sentía muy ligado al sheriff Boutwell –solía recordar-. Éramos como padre e hijo”.

El procedimiento con el que trabajaba la Comisión era el siguiente. Hacía saber a la policía de los diversos estados que, si alguno tenía un caso no resuelto en su jurisdicción, podía mandar los datos particulares y ellos iniciarían una investigación y aconsejarían sobre el personarse en Tejas y hacer las preguntas directamente a Lucas. De esta manera se enviaba la carpeta del caso a los Rangers y ellos trataban del asunto con el preso mostrándole las características del homicidio así como las fotos del escenario del crimen. Luego le preguntaban si había cometido el asesinato. A veces decía que no, pero cuando decía que sí la cosa podía terminar con Lucas viajando al estado en el cual había ocurrido el asesinato, para visitar la escena del crimen, prestar declaración en un juicio y demás. Casi siempre, no había otras pruebas ni testigos en las que basar la culpabilidad de aquel crimen.

De este modo Henry conseguía salir de su celda, desprovista de aire acondicionado, de Tejas durante largos períodos de tiempo; en sus excusiones, le llevaban a lejanas localidades en avión o en coche, se alojaba en hoteles, comía en restaurantes, y en general era tratado como una celebridad.

Un agente de la central de Houston entrevistó a Lucas, y le preguntó si había tenido que ver con las muertes de unos seguidores de una secta en la Guayana. “Sí”, respondió Lucas. El agente le preguntó cómo había llegado allí. “Conduciendo mi coche”, contestó Lucas. Posteriormente Lucas dijo que no estaba muy seguro de la localización de la Guayana pero que pensaba que estaba en Louisiana o en Tejas.

Al mismo tiempo que confesaba sus fechorías Henry empezó a mencionar a Ottis como un cómplice de las mimas. Cuando estalló el caso, Toole estaba ya en prisión condenado a veinte años por provocar un incendio. La primera reacción de Toole cuando su amigo le implicó en más de un centenar de asesinatos fue primero de estupor, luego afirmó no recordar mucho de sus vagabundeos con Henry ya que por aquel entonces estaba siempre borracho y drogado (lo cual era seguramente cierto). Por fin acabó también por confesar esos delitos y cualquier otro que le presentaran. Más adelante se animó incluso a declarase culpable de uno de los crímenes sin resolver más célebres de su época, el de Adam Walsh, un chico de seis años que materializó la recurrente pesadilla suburbana del niño que desaparece de unos grandes almacenes.




La desaparición y posterior hallazgo de partes del cadáver de Adam (concretamente su cabeza) tuvo una gran cobertura nacional que no menguó con los años debido a que su padre John Walsh terminó por convertirse en presentador de America´s Most Wanted un programa de televisión que analizaba casos sin resolver.



John Walsh se mostró dispuesto a creer en la culpabilidad de Ottis pero en este caso las autoridades no parecieron muy inclinadas a compartir esa creencia debido al hecho de que se sospechaba que la carta de confesión de Toole había sido escrita por otro asesino en serie Geard John Shaefer que trataba de obtener beneficios penitenciarios por haber denunciado a “un peligroso criminal”



Lo cierto es que Toole jamás fue juzgado por este delito en particular. Muchos años más tarde la policía declaró que efectivamente Toole era el autor del rapto y posterior asesinato de Adam aunque sin aportar pruebas concluyentes con lo que da la impresión de que sus intenciones eran más bien dar algún consuelo a un hombre torturado durante décadas por el homicidio sin resolver de su hijo.




El 28 de diciembre de 1983 llevan a Lucas en avión a Jacksonville para carearlo con Toole. Es la primera vez que se ven después de su detención. En la breve entrevista, filmada, entre los dos hombres, Lucas confiesa a su amante y cómplice que mató a Becky Powell y le pide pedón por ello. Toole se lo concede. Los dos hombres se abrazan brevemente como dos viejos camaradas que se habían enfadado por una nimiedad.






En las numerosas entrevistas concedidas posteriormente, Ottis siguió mostrándose dubitativo en cuanto a los supuestos crímenes cometidos en común con Henry refugiándose una vez más en los nebulosos recuerdos causados por el alcohol y las drogas. Sin embargo parecía más lúcido cuando hablaba de los incendios que había provocado y que recordaba con exactitud.

Los primeros en levantar la liebre fueron los padres de Debra Sue Williamson una muchacha de 18 años asesinada en agosto de 1975. Lucas fue cuestionado sobre el caso y terminó describiendo cómo se había introducido en el domicilio de la familia y había apuñalado hasta la muerte a la muchacha. Pero los padres de la joven declararon a la Comisión Especial que en la época del asesinato su casa estaba pintada de un color diferente al que había descrito Henry (él había mencionado una casa blanca que era precisamente el color en el que estaba pintada en la actualidad); además, la puerta trasera estaba sellada desde siempre y su hija había muerto en el jardín. Obsesionados con el caso la familia de Debra Sue localizó a la hermana de Lucas quien afirmó que éste había pasado el día del asesinato en Lubbock, Texas, a 3.500 km del lugar del crimen. Sin embargo nadie hizo caso de las objeciones de la familia, como padres dolientes carecían de apoyo oficial.

Esta sorprendente actitud de las autoridades resulta bastante complicada de analizar. Por un lado tenemos a departamentos de policía de todo el suroeste del país especialmente preocupados por índices y estadísticas y por lo tanto empeñados en resolver casos que llevaban años brujuleando por sus archivos. Por otro lado es comprensible el entusiasmo de unos funcionarios acostumbrados a lidiar con toda clase de miserables criaturas que cometían crímenes absurdos de la manera más negligente posible, cuando estos funcionarios se topaban con lo que aparentaba ser un supervillano -de esos que sólo salen en las películas- ninguno podía resistirse a creer en su existencia aceptando los hechos que favorecían sus teorías y descartando aquellos que las contradecían (cuando lo recomendable sería hacer exactamente lo contrario). A esto hay que añadir esa irresistible ansia de notoriedad que parece animar a todos los seres humanos en general y a los estadounidenses en particular y también la presencia de unos medios de comunicación y de un público espectador muy interesado por las historias de crímenes reales y siempre dispuestos a anteponer la leyenda a la realidad. El resultado de todo esto es que cualquier cosa que saliera de los labios de Henry era creída a pies juntillas.

Pero era imposible que esta ilusión colectiva durara demasiado. Por aquel entonces Vic Feazell, fiscal del distrito de Waco, Texas, inició un proceso contra Lucas por tres asesinatos. Pero, extrañado de que las únicas pruebas fueran las confesiones del propio Lucas, ordenó una investigación a fondo.

Feazell obtuvo copias de los talones de pago de Lucas, de los ficheros laborales, de sus solicitudes de cupones de comida y de sus multas de tráfico, reconstruyendo así, con meridiana facilidad, un itinerario bastante completo de su vagabundeos, que no coincidía con los datos que manejaba la Comisión Especial. Así descubrió que el momento en el que se producían muchos de los crímenes Henry estaba, de forma verificable con documentos, a muchos kilómetros de distancia de lugar de los hechos. Se comprobó incluso que, en el momento en el que se produjeron dos de las muertes que se había atribuido, el sospechoso estaba cumpliendo condena.

Pertrechado con estas pruebas el fiscal visitó a Lucas en la penitenciaria de Huntsville, Texas. “Sabemos que no has cometido estos crímenes”, le dijo. Lucas sonrió: “Me preguntaba cuánto tardaría alguien en darse cuenta de ello”.

Feazell entró en franco conflicto con la temible Comisión Especial. Prácticamente exento de credibilidad (a estas alturas el sistema ya sólo temía quedar ridiculizado), se vio envuelto en una virulenta investigación sobre corrupción federal; lo esposaron y acusaron de estafa, hurto y homicidio. Feazell asumió su propia defensa y logró reivindicar su buen nombre, amén de obtener la cifra récord de 85 millones de dólares por calumnias y difamación.

Para entonces Lucas ya se había cansado de asumir el papel del mayor asesino del mundo. Estaba en el corredor de la muerte en espera de ser ejecutado. Empezó a retractarse y su cuente descendente de la cifra mortífera quedó reducida a un único asesinato: el de su Madre, por el que ya había cumplido condena. Ni siquiera ha podido corroborarse el relato de su infancia miserable.

Es posible que Lucas extrajera los nombres de sus supuestas víctimas (cuando los proporcionaba) de recortes de periódico. Pero esto implicaría la existencia de un plan previo. La explicación más sensata es, sin embargo, más sencilla. La ofrece el propio Lucas: “No era yo quien ponía en manos de la policía estas muertes sino ellos quienes las traían y me hablaban de ellas. Cada vez que venían a mí con un caso de asesinato yo lo aceptaba, fuese lo que fuese”. Como se ha descrito el sistema de la Comisión Especial consistía en pedir informes detallados de los crímenes a las sedes policiales distantes; una vez recibidos, Lucas era interrogado, lo cual da a entender que su conocimiento de muchos detalles podía deberse a “filtraciones” secundarias. Cuando todo esto salió a la luz los Ranger de Texas y otras doce agencias se convirtieron en el hazmerreír nacional.

En sus últimos años la televisión mostró a un Lucas amable e inseguro al hablar, que añora los años en que estaba en el candelero. “Era como ser una estrella de cine –recuerda-. Como estar actuando”. También dijo que con aquella pantomima había querido poner de manifiesto lo que él llamaba la estupidez de la policía.




Asimismo el tenebroso aspecto de Ottis mejoró con los años y con el largo tiempo pasado en prisión lejos de las sustancias a las que era adicto aunque seguía habiendo algo indescriptiblemente repulsivo en él a pesar de su aspecto aseado y su amanerada forma de hablar.




Ottis murió en prisión en septiembre de 1996 víctima de una cirrosis hepática. Henry se reunió con él en el infierno el 13 de marzo de 2001 como consecuencia de un ataque cardiaco.

Posiblemente ambos fueran asesinos aunque a un nivel mucho más reducido que el declarado en sus locas confesiones. Parece demostrado que Henry sí que mató a Becky Powell y a Kate Rich pero es dudoso que cometiera muchos más homicidios. Ottis posiblemente fue responsable de la muerte de un hombre durante uno de sus centenares de incendios provocados. De todos modos en la confusión del cyberspacio todavía se encuentran multitud de páginas consagradas al dúo donde se sigue sosteniendo la existencia de innumerables de asesinatos cometidos por estos dos hombres.

Parte de la leyenda está relacionada con la película de John Mcnaughton “Henry, retrato de un asesino”, una producción de 1986 redescubierta (al menos en España) gracias al festival de Sitges que la premió en su edición de 1990.






Hay que decir antes de nada que en el prólogo de la película se anuncia que se trata de una adaptación muy libre de historia real e incluso se mencionaba el hecho de que el autentico Henry había negado posteriormente muchos de los crímenes que declaraba haber cometido. De todos modos la película insistía en el perturbador triangulo amoroso entre Henry, Ottis y Becky y en un modesto análisis psicológico de la personalidad de Henry fundamentado en su traumática infancia presentando al asesino como una figura trágica.




Además el filme resultó una interesante novedad en su época por un tratamiento de la violencia seco y ausente de efectismos en contraposición con los alienantes slayers para adolescentes que proliferaban en aquellos años.



Pero una vez más no conviene que nos dejemos llevar por la fantasía. La admirable película de John Mcnaughton, pinta a Lucas como un hombre que se despertaba por la mañana y salía a matar, así, sin más. Pero el autentico Lucas no mataba. Sólo se despertaba.



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16 Comments:

Anonymous Ra está en la aldea said...

¡Bravo! Celebramos el regreso de El Abecedario con esta entrada tan interesantísima y reveladora de "la sociedad del espectáculo".

3:08 AM  
Blogger 3'14 said...

Conocía la historia. Durante las noches de guardia escucho un programa de radio. Una noche el tema sobre el que giraba la velada eran los asesinos en serie y como no, una de las entrevistadas, "experta" en este tipo de cuestiones, comentó el caso de Henry. También mencionó otros casos (mierda, no recuerdo nombres...) en los que la prensa y la propia policía había inculpado a los presuntos asesinos en más casos de los que realmente habían cometido... Muchas veces por dar por cerrados los casos y ofrecer "tranquilidad" a las familias... Terrible.

4:30 AM  
Blogger SisterBoy said...

Ra y eso que esto ocurrió a principos de los ochenta, tiemblo al pensar qué sucedería ahora. Por cierto estan excavando en la casa del karateka del sexo, como descubran lo que todos nos tememos se va a desencadenar el infierno.

Pi afortunadamene hay una sed mucho más ardiente que la del morbo, es la sed de conocer la verdad, sin ella las cosas serían mucho peores que las que son. Moraleja: escuchalo y leelo todo pero no te creas nada que desafía la lógica que es la que realmente gobierna el mundo.

5:25 AM  
Blogger El Impenitente said...

Qué bonita historia. No le falta detalle. No entiendo como Walt Disney no compra los derechos.

Echaba yo ya de menos uno de estos episodios.

Por lo demás, pues eso, el temor de la policia ante la opinión pública, los casos abiertos, la necesidad de dar nombres.

Otra cosa es la credibilidad de los asesinos. Aunque eso depende de que digan lo que se quiere oír. "Gara" nunca miente. Los etarras nunca mienten. ¿Y los asesinos de Marta del Castillo?

8:07 AM  
Blogger SisterBoy said...

Para mi el asunto de Marta del Castillo está cerrado. En estos casos hay que quedarse siempre con la primera confesión así que el cadaver está en el rio donde ya aparecerá o no. El resto es vender historias para la televisión.

8:19 AM  
Blogger Ra está en la aldea said...

El caso del karateka del sexo me tiene desquiciaíta. Y no salen apenas noticias, algo muy gordo se cierne sobre nosotros.

9:22 AM  
Blogger bolboreta said...

¿Karateka del sexo? Me pierdo.
Hace nadita que vi Henry y me gustó un montón, aunque la música es desquiciante de veras.
Le agradezco que haya contado la historia real.
Ay, Henry, picaruelo...

4:13 AM  
Blogger SisterBoy said...

Aquí tienes la información sobre el caso

http://www.antena3noticias.com/PortalA3N/sociedad/profesor-karate-obligaba-sus-alumnos-cumplir-turnos-sexuales/10204455

Mi hermano y yo vimos Henry hace más de quince años, me alegra de que siga en forma.

5:18 AM  
Blogger bolboreta said...

¡Ah, vale! Ya sé de qué se trata. Es que lo de karateka del sexo suena raro.

Pues sí, sigue en forma, y la escena que ha incluido en el post es realmente buena.

Trato de aplicarme y ser una buena posteadora, créame. En breve más.

6:12 AM  
Blogger Slim said...

que miedo me das con estas entradas, chico.
la realidad sin duda supera a la ficción.

12:26 PM  
Blogger SisterBoy said...

Sin la menor duda.

2:08 PM  
Blogger SisterBoy said...

Sin la menor duda.

2:08 PM  
Blogger bolboreta said...

Y los mensajes repetidos acojonan más si cabe. REDRUM! :-P

3:19 AM  
Blogger Slim said...

sabes de que me he enterado hoy? de que "bizarro" en castellano quiere decir valiente, aunque ahora se use mucho (y mal) con la traduccion inglesa de "bizarre" que es asi como estrafalario o rocambolesco...me he acordado de ti que lo usabas para describir la infancia bizarra..aunque para mi seria mas bien "espantosa y con una madre que da un miedo de muerte", pero en fin.

9:34 AM  
Blogger SisterBoy said...

Tienes razón Slim, el término más apropiado hubiera sido "grotesco" pero bizarro suena tan bien :)

10:10 AM  
Blogger Slim said...

y tanto!! de hecho no me pega nada con el significado de "valiente" y si lo usaramos asi, nadie lo entenderia!! bueno excepto los de la R.A.E.

9:51 AM  

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