Tuesday, March 30, 2010

Three sundays in a week

1. Two thousand yard stare





Hablamos de Brothers película dirigida por Jim Sheridan (“En el nombre del padre” “In America”) con una historia interesante (el regreso a casa de un soldado al que su familia había dado por muerto) y que cuenta con un poderoso trío protagonista (Tobey Mcguire, Jake Gyllenhaal y Natalie Portman).

En definitiva una película que tenía todas las hechuras de resultar un espectáculo interesante cosa que no sucede por varios motivos. El principal de ellos reside en que, lo que se supone que debe ser el conflicto principal, no empieza a desarrollarse hasta que no ha pasado una hora larga de metraje. Resulta una introducción sorprendentemente extensa para una película de no más de 100 minutos de duración, extensa y además poco interesante y por si fuera poco bastante pacata, el tipo de situación que sólo es posible en los horribles tiempos de pulcritud aparente en los que vivimos.

Esta observación podría ser extensible incluso a la parte más interesante de la cinta, la del retorno del hermano perdido, y ni siquiera las excelentes escenas que protagoniza un desquiciado Tobey Mcguire están aprovechadas de forma eficiente puesto que las razones que provocan la desazón del protagonista han sido ya reveladas con anterioridad con lo que se pierde el efecto del suspense que, el habitualmente mal empleado recurso del flashback, podría haber contribuido a potenciar. De este modo el desenlace del drama se transforma en algo tan desequilibrado y timorato como el resto de esta olvidable película.

2. The ghost director




No sé si hubiera ido a ver esta película de no estar dirigida por Roman Polanski. Y ni siquiera lo he hecho porque estime que los últimos títulos del director polaco hayan sido algo digno de ser visionado, de hecho considero (excluyendo algunos pasajes de “El Pianista”) que desde “La muerte y la doncella” no hemos tenido demasiadas muestras de su genio creativo. Quizás tenía la sensación de que podíamos estar ante la presencia de la última película de Polanski si finalmente es extraditado y le caen setenta años (algo improbable pero no imposible). A este respecto me ha resultado llamativo el hecho de que uno de los personajes de esta película se niegue a volver a su país de origen por miedo a ser procesado.

De todos modos no seré yo el que declare que exista un estilo de filmar películas que pueda ser definido como característico de este director, ni en fondo ni en forma, ya que en ambos aspectos Polanski se ha mostrado en los últimos años bastante ecléctico. En el caso de “The Ghost Writer” nos encontramos con un thriller de carácter marcadamente político que tiene como protagonista a un escritor (Ewan Mcgregor) que recibe el encargo de escribirle las memorias a un ex Primer Ministro británico (Pierce Brosnan), personaje que resulta imposible no ser considerado como un alter ego de Tony Blair (laborista y proclive a una desacomplejada colaboración con el gobierno norteamericano en el conflicto de Irak).

El primer segmento de la película me pareció un prodigio de narración, abundante en detalles de interés pero al mismo tiempo muy sobrio (tanto como el sombrío ambiente del relato que se desarrolla en un mundo invariablemente lluvioso y frío), carente de cualquier elemento superfluo. A este respecto resulta modélica la breve pero eficaz definición de los personajes principales, en especial esa figura del ex Primer Ministro que se asemeja a un estremecedor arquetípo de cómo un hombre intelectualmente limitado puede llegar a presidir una de las naciones más importantes del mundo aupado únicamente por un seductor magnetismo personal y las ayudas políticas y financieras adecuadas.

Quizás la película se resiente un poco cuando entra de lleno en el territorio del thriller donde la trama avanza ayudándose de algunos recursos de guión un poco sonrojantes y sobre todo está perjudicada por un descenso acusado del ritmo que hace que la película termine por resultar un tanto cansina.

En cuanto al desenlace (que tiene lugar a partir de una escena de claras influencias del cine de Hitchcock o incluso de la reelaboración que, del mismo cineasta, hizo Brian de Palma), decir que reafirma el tono de la película que esta muy próxima a los densos thrillers político-paranoicos de los años setenta (“Acción ejecutiva” y “The Parallax view” son los dos títulos que se me vinieron a la cabeza mientras veía “The ghost writer”) que eran igualmente sobrios, intensos y de un tono profundamente pesimista en cuanto al resultado final de la lucha entre el individuo y el casi invencible poder del Estado.

Esto es algo que sin duda puede desconcertar al público acostumbrado al estilo más vibrante (y también más conciliador) del moderno cine de intrigas políticas y además con razón puesto que a este respecto la película de Roman Polanski termina por ser un verdadero anacronismo, posiblemente el mismo Polanski también lo sea.

Friday, March 26, 2010

See me, feel me, touch me, heal me



Gran estreno mediático (o al menos ha salido mucho por la tele) de esta semana y que además viene con la vitola de "Alejandro Amenabar presenta" como marca registrada, una nueva muestra del status de estrella que tiene nuestro segundo cineasta vivo más internacional. Por eso habría que insistir en que esta película la dirige el desconocido y practicamente debutante(ha dirigido algunas cosillas anteriormente pero dudo mucho que alguien las haya visto)Oskar Santos y no el propio Amenabar, de hecho el único parecidohabría que establecerlo con "Mar adentro" y eso por el hecho de que en ambas películas nadie sabe que carajo pinta Belen Rueda.

Dejando a un lado los toscos (pero efectivos) trucos de promoción tengo que decir que "El mal ajeno" me ha gustado bastante y eso que contaba a priori con el demérito de estar protagonizada por Eduardo Noriega actor al que yo había rebautizado como "dos caras" por que tenía la sensación de que en todas sus películas se limitaba a alternar dos expresiones faciales:

alegría




y desconcierto.



Pero no, resulta que Noriega hace un trabajo bastante bueno, de hecho casi todo el elenco (incluyendo los habitualmente insufribles actores adolescentes o que interpretan a adolescentes), salvo Belen Rueda, está impecable. Además la película está basante cuidada en relación a los aspectos técnicos (fotografía y música aunque en este último apartado al final se les escapa un poco la mano) y con unos diálogos sorprendentemente bien escritos y además -lo que es aun más sorprendente- bastante audibles.

Lo curioso es que la película transtimitía todas esas sensaciones agradables incluso mucho antes de entrar en faena en lo que es el principal argumento, que, se puede adelantar sin revelar gran cosa, gira en torno a cierta cualidad sobrenatural con la que es investido el protagonista. De hecho yo ni siquiera estaba deseando que llegara el nudo de la historia e incluso no me hubiera importado que se tratara simplemente de un drama hospitalario (no sé si existe ese término pero desde luego no debería existir) como esos que hacen o intentan hacer en la televisión española aunque elaborado de un modo más excelente.

Lo cierto es que cuando efectivamente se entra en materia la película se resiente sobre todo porque no se adivina muy bien hacia donde se dirige (y me temo que no es un efecto buscado sino accidental), lo que se está viendo sigue siendo bonito pero sin destino, como un hermoso yate con el timón roto. El desenlace de la película resulta muy alargado y lastrado por una excesiva afectación lo que contribuye a estropear un poco las buenas sensaciones del principio. Al menos el filme sirve como descubrimiento de un nuevo Noriega, más maduro, hasta el punto que es capaz de interpretar, sin provocar carcajadas, a un médico y padre de familia, algo que hace cinco años nadie hubiese podido creer.



Sunday, March 21, 2010

No le veo la gracia ni el misterio a ser funcionario de un ministerio



No soy muy partidario de tratar asuntos demasiado personales en los blogs, no por pudor sino por que no considero que la vida y circunstancias personales resulten interesantes la mayor parte de las veces. Y cuando sí lo resultan suelen ser cosas imposibles de reproducir por escrito en un medio en el que existe la posibilidad de que la policía te identifique.

De tal modo posiblemente ustedes jamas se hubiesen enterado de mis tribulaciones opositoriles de no ser por que la sagaz Ra supo leer entre líneas en una entrada en la que adelantaba el poco tiempo del que iba a disponer para escribir en el blog

Ahora una vez pasada la euforia (tampoco tanto, lo que he sentido es más bien alivio, como cuando te dicen que el tumor es benigno o te das cuenta de que tu hermano no iba en el avión que se estrelló el mismo día que tenía que coger un vuelo desde ese aeropuerto.) me gustaría hacer unas reflexiones que sirvan para finalizar con esta cuestión y con cualquier otra de índole personal en el futuro.

Aunque el deseo de ser funcionario es algo que ronda siempre en la psique de todo español (como el de ganar la loteria o participar en un trío) lo cierto es que no empecé a tomarme en serio el asunto hasta que por una casualidad estuve trabajando seis meses en una oficina pública. Yo acababa de salir de una desgracidada experiencia en un trabajo en el sector privado y el ambiente laboral en el ministerio en el que hice mi semestre me resultó bastante relajante.

Me refiero al hecho de trabajar en un sitio en el que no había que pelearse para que te pagaran todos los meses, en el que te avisaban si te quedaban días de vacaciones que no habías cogido, en el que la encargada de personal te llamaba para echarte la bronca porque el día anterior habías trabajado más de lo que correspodía al horario habitual, donde las posibilidades de ascenso eran tan inexistentes que se eliminaba cualquier posibilidad de competencia y se rebajaba al mínimo (aunque esto es algo que nunca desaparece del todo) el nivel de hijoputismo en la oficina. Pero lo más que apreciaba era el hecho de que los errores que cometías no parecían importarle a nadie y, siendo como soy, una persona que jamás ha sido demasiado competente en el trabajo (de forma involuntaria eso sí) aquel lugar me pareció el paraiso laboral. Y me propuse entrar en él por derecho propio.





Las circunstancias eran favorables dado que tenía dos años de seguro de desempleo, suficientes como para sostener los escasos gastos de un opositor, además al fracaso laboral se unió un fracaso sentimental que me sacó de un coqueto apartamento en un décimo piso con amplias vistas a la Refineria y me devolvió al seno del hogar familiar en donde los maternales cuidados me liberaron de cualquier obligación doméstica. Empecé a estudiar y tras dedicarle un año no conseguí nada. Volví a continuación al infierno de la empresa privada donde una nueva mala experiencia en una lúgubre empresa dedicada a la venta de colchones y otras porquerias me hizo comprender definitivamente que a mi edad y con mis características tenía dos opciones: la función pública o la mendicidad.

Ser funcionario es algo más que aprobar unas oposiciones, es básico saber en lo que uno se está metiendo. En primer lugar es recomendable no ser demasiado joven, personalmente considero una barbaridad que gente de 25 años trate de meterse en este mundo, cuando yo tenía esa edad ni se me pasaba por la cabeza y de hecho la extremada juventud de mis compañeros de academia me parecía el indicativo más claro de la dificil situación económica en la que vive el pais. En segundo lugar hay que ser consciente de que (salvo que vayas a ser un funcionario corrupto algo que yo, al descartar las oposiciones al Ayuntamiento de mi ciudad, es algo que he evitado) seras pobre el resto de tu vida, nadie se debe meter en esto por el dinero y más vale saber eso de antemano.



Para la tercera y para mí más importante circunstancia hay que acudir nuevamente al oráculo más infalible que tiene la sociedad moderna: los capítulos de Los Simpsons. Me refiero en concreto a ese en el que Homer, debido al nacimiento de su tercer hijo, debe abandonar su feliz trabajo en la bolera y volver a la odiada central nuclear de Springfield donde el señor Burns le coloca en su puesto de trabajo un cartel donde se lee “Ustede está aquí para siempre”. Y así es queridos amigos, hay que ser consciente de que la lucha ha terminado, has llegado no al cielo pero sí al limbo en el que permaneceras salvo contadas excepciones el resto de tu vida laboral. No es algo que a mí me incomode especialmente a estas alturas puesto que hace mucho que comprendí que en mi caso la felicidad había que buscarla a partir de las 15.00 horas y no antes. Pero hay gente que no está preparada para esta realidad y de ahí vienen muchos conflictos personales y psicológicos que a buen seguro amargaran su vida y le convertiran en uno de esos ejemplares como los que describen las viñetas que ilustran este comentario.




Con respecto a esto último hay que señalar que los funcionarios pasan por ser uno de los colectivos más menospreciados y a la vez más deseados de nuestra sociedad y las dos actitudes obedecen al mismo motivo: la sensación de que en España nadie ha conseguido poner a trabajar como Dios manda a los empleados públicos. No podía ser de otro modo en un país donde ser funcionario y conseguir plaza en una Universidad pública se considera un triunfo cuando en la mayor parte de los países que corresponden a esa modernidad que siempre hemos pretendido se consideraba más bien un fracaso.



Yo por mi experiencia previa como interino (que en total suman casi dos años repartidos en periodos de entre uno y diez meses) he podido comprobar que, como en casi todos los tópicos, hay una parte de verdad y una parte de injusticia en el sentimiento general que la sociedad tiene hacia los funcionarios. Lo cierto es que en todos los ministerios en los que he estado lo único que he visto es gente trabajando. Es cierto que hay algunos cáncamos pero también los hay en casi todas las empresas privadas, la diferencia fundamental (y la mayor crítica que le haría a nivel personal al Estatuto Básico del Empleado Público) es que en la empresa pública es casi imposible deshacerse de las rémoras que sobreviven casi en cualquier departamento. Y como suele ocurrir la gente se acuerda más de lo mal que le han tratado una vez que de lo bien que le han tratado en las otras 99 ocasiones en las que se han acercado a un mostrador con empleados que cobran de sus impuestos.





¿Qué clase de empleado público seré yo? Entre la propia clase funcionarial existen también frases hechas como esa (que yo he oido personalmente y de forma literal) que se usa para referirse al típico recién llegado que parece dispuesto a cambiar por sí solo la mala imagen del gremio, esa frase es “Espera unos años…”. No creo que tal cosa pase conmigo puesto que, en primer lugar soy demasiado viejo para cambiar mi personalidad de forma sustancial y en segundo lugar yo no llego dispuesto a cambiar nada ni a comerme la subsecretaría que me toque, me limitare a hacer mi trabajo lo mejor que pueda (como lo hice en la fábrica de colchones y en otros antros de las numerosas PYMES por las que me he arrastrado) con la diferencia de que cuando meta la pata ya sé que me espera una afectuosa palmadita en la espalda en lugar de una bronca de hora y media salpicada de saliva. Y eso para mí es suficiente.




Thursday, March 18, 2010

Y el resultado de las oposiciones de Sisterboy es...

Sunday, March 14, 2010

El rincón de la poesía redux

Castellanos de Castilla,
tratade ben ós gallegos,
cando van, van como rosas;
cando véná vén como negros.

-Cando foi, iba sorrindo;
cando veu, viña morrendo
a luciña dos meus ollos,
o amantiño do meu peito.

Aquel máis que neve branco,
aquel de dozuras cheio,
aquel por quen en vivía
e sin quen vivir non quero.

Foi a Castilla por pan,
e saramagos lle deron;
déronlle fel por bebida,
peniñas por alimento.

Déronlle, en fin, canto amargo
ten a vida no seu seo...
¡Castellanos, castellanos,
tendes corazón de ferro!

Rosalía de Castro

Monday, March 08, 2010

Who rigs every Oscar night?



Una nueva edición de los Oscar que, si todo va como espero, será la última que pueda ver dado que tendré algo útil que hacer el día siguiente a la gala.

La estructura de la retransmisión en España fue similar a la de años anteriores: un plató en el que una presentadora ejercía de maestra de ceremonias (en este caso la elegida, por razones inexplicables, fue Manuela Velasco más conocida como “la de REC”) rodeada de un coro de ayudantes que aportaban la nota frívola -aunque sinceramente tenían menos gracia que ver a un niño cayendo de un quinto piso- y que se alternaban con una fiesta (patrocinada por Pikolin, toma paradoja) en la que una serie de personajes del celuloide nacional comentaban lo que iba sucediendo.

Yo sinceramente preferiría una retransmisión “pura” en la que simplemente se mostrara la ceremonia en directo pero eso parece poco viable y al menos la parte española de la retransmisión se limitó la mayor parte de las veces a rellenar los huecos que dejaban las pausas publicitarias de la televisión USA. No molestaron demasiado si exceptuamos el hecho de que pisaron unos segundos de la despedida de la gala.

Como es costumbre también, el programa en España tenía su corresponsal en la alfombra roja (Cristina Teva de la que lo mejor que se puede decir es que NO es Ana García Siñeriz) lo que permitió entrar en un primer contacto con la parte más frívola de la gala, sobre todo en lo referido a los artistas nacionales que se dejaron ver por allí como Pedro Almodóvar (que lucía unas gafas estilo Elton John y que por lo visto lo defendían de algún problema de foto sensibilidad) y un Antonio Banderas cuya barba multicolor (al estilo de Chase Gioberti) supongo que tenía su explicación en algún papel que está interpretando. Junto a él su esposa Melanie Griffith con un aspecto bastante menos horrible del que todos esperábamos.




Tras esta introducción vino ya la tradicional (y siempre escasa) media hora de alfombra roja presentada directamente por la televisión estadounidense. Lo más destacado de este fragmento fue cuando reunieron a las cinco nominadas a la mejor actriz de reparto. Penélope Cruz iba bastante bien. Maggie Gyllenhaal en cambio lucía un traje estilo pareo-sacado-de-la-cortina-de-un-hotel-barato-de-waikiki definitivamente desastroso





Aunque dicho desastre se quedó en nada comparado con el de Vera Farmiga que parecía una de esas chillonas estatuillas de gitana que venden en una tienda de souvenirs para turistas (creo que este chiste ya lo usé el año pasado). Es curioso como actrices que nos parecen tan guapas en las películas por las que son nominadas meten la pata de este modo en la ceremonia. Por mí Vera podía haber ido vestida con uno de esos estupendos trajes chaqueta que lucía en “Up in the air” antes que embutirse en semejante adefesio.




En cuanto a Anna Kendrick y Mo´nique simplemente respondieron a la imagen que el público tiene de ellas (pija petarda y gordita graciosa respectivamente).
Otra gran decepción vino de la mano de la encantadora Carey Mulligan que nos sorprendió con un aspecto que la asemejaba de forma estremecedora con Soraya-Poyeya









Sandra Bullock por su parte escogió el look “sirenita”



Jennifer López no estuvo mal para ser quien es pero no se olvidó de colocarse la cola de costado para que la parte más célebre de su anatomía siguiera quedando al descubierto (de hecho cuando la entrevistaron en la alfombra se dio una vuelta para mostrar sus poderes)




Entre lo peor de la noche se coloca en primer lugar Sarah Jessica Parker que prosigue con su escalofriante metamorfosis en el monstruo de “Pesadilla a 20.000 pies” (la nueva versión)








Miley Cyrus (o Hannah Montana tanto montana montana tanto) dio una lección de que con hombros de yesista no se puede llevar escote palabra de honor. Y eso que la iba a poner en la categoría de lo mejor de la alfombra hasta que caí en la cuenta de ese desagradable detalle.






Hacer referencia al caso de Gabourey Sibide puede resultar cruel y políticamente incorrecto pero no creo estar cayendo en ninguna de esos charcos cuando digo que esta chica es obesa (de hecho por eso la eligieron para interpretar el papel por el fue nominada) y lo que no puedes hacer es ponerte algo que realce ese aspecto (al igual que una persona de baja estatura no debería usar zapatos planos) y eso fue exactamente lo que sucedió cuando se puso ese traje que dejaba al descubierto los bíceps de Ramona que posee.




Entre lo mejor de la noche el elegante look a lo Verónica Lake de Cameron Díaz y Kate Winslet, no nos extraña de la segunda que casi siempre está perfecta pero nos complace especialmente de la primera acostumbrada a meter la pata en ocasiones como esta.







Y por último no queda otro remedio que caer de rodillas ante Meryl Streep, aunque en el aspecto artístico nunca ha sido santo de mi devoción, hay que reconocer que al menos en el aspecto presencial es definitivamente una de las pocas autenticas estrellas que quedan. Y sólo lamento no haber podido encontrar una foto mejor.





En cuanto a los hombres…bueno ya sé que lo tenemos muy fácil en eventos como este y que es difícil meter la pata cuando sólo tienes que llevar un esmoquin por eso los pocos defectos detectados hay que denunciarlos con más firmeza. En esta ocasión a alguno le falló el apartado de peluquería, tal es el caso de George Clooney que llevaba el pelo como si acabara de llegar de un vuelo transoceánico de los de 1948.





Zac Effron también fracasó en este aspecto salvo que se esté caracterizando para un remake de “Cabeza Borradora”, tampoco he encontrado una foto mejor pero en esta ocasión no lo lamento.






Por último preguntarme si Morgan Freeman está pensando en hacer una segunda parte de “Street Smart”, una de sus primeras películas con un rol destacado y en la que interpretaba a un proxeneta de la calle 42.








Y esto es todo respecto a la alfombra roja, seguramente pasaron más cosas y se presenciaron más horrores o maravillas pero prefiero centrarme en lo que vi en directo.

Por fin comenzó el acto. Como es habitual la traducción fue simultánea y con la voz del traductor sonando por encima de la voz original, algo inevitable en una ceremonia en directo aunque siempre he pensado que la gala debería repetirse al día siguiente en su integridad y con subtítulos, algo que no se suele hacer. Para empezar posiblemente el número musical a cargo de Neil Patrick Harris (“Como conocí a vuestra madre”) tenía una letra interesante y alusiva al espectáculo de esa noche pero no tengo ni idea de lo que dijo el muchacho.


A continuación salieron a escena los maestros de ceremonias elegidos para esa noche, Steve Martin y Alec Baldwin. El trabajo de Hugh Jackman el año pasado fue excelente pero definitivamente bastante naif algo que quizás los organizadores de la gala trataron de cambiar eligiendo a esta pareja de comediantes (uno profesional y el otro recién llegado al medio). En esta ocasión se volvieron a notar los defectos de la traducción simultánea, muchos chistes seguramente no fueron transcritos de forma correcta y otros posiblemente sólo fueran comprensibles para la gente del mundillo (no entendí nada del vacilón que se trajeron con George Clooney) pero en general y salvo excepciones (el detalle de las gafas en 3D cuando hablaron de “Avatar” o los comentarios sobre “Inglorious Basterds”) me pareció un humor en ocasiones bastante fácil y que no fue demasiado bien acogido atendiendo a las caras de algunos espectadores. De todos modos la intención era buena y la dinámica clásica de los dos cómicos antagonistas parecía una idea acertada. A mí me recordaron en cierto modo a Stadler y Waldorf, los dos viejos gruñones del palco que atormentaban a los Teleñecos.




Lo cierto es que tras esta introducción la presencia de pareja fue más bien escasa (excepción hecha del genial gag de “Paranormal Activity”) y eso creo que perjudicó a la ceremonia que echó de menos la presencia de alguien que la dirigiera en el escenario. En líneas generales (y exceptuando una pequeña parte que no vi porque me quedé dormido) encontré la gala aburrida, parece que no hay manera de hacer digerir al público las categorías menos interesantes y para colmo se decide aligerar excluyendo el Oscar honorífico (que fue entregado en una ceremonia previa) lo que me pareció una falta de respeto a gente como Roger Corman y sobre todo a gente como Lauren Bacall, sinceramente preferiría haber vivido esos momentos en directo en lugar de contemplar cómo se recibía el Oscar a la mejor edición sonora.

Aparte de eso hubo otro número musical (no lo vi porque fue el momento en el que me quedé dormido), un homenaje al cine de terror (que sólo parecía justificado por el hecho de que lo entregaran los chicos de la saga Twilight) y para mí uno de los momentos culminantes de la noche con el homenaje a John Hughes, un homenaje que todo el que tenga menos de treinta o más de cincuenta años encontraría excesivo y posiblemente injustificado, no para mi desde luego por más que todos los de my generation tuvimos ocasión de horrorizarnos ante lo mal que han envejecido los chicos de Hughes (mención especial para Macaulay Culkin) excepto Molly Rigwald que mantiene el tipo.





El momento musical del recuerdo a los fallecidos corrió a cargo de James Taylor a quien los españoles (al menos este español) sólo conocemos por su cameo en un episodio de Los Simpsons.


Del barrido general por la platea me quedé con la escena que teníamos que haber visto el año pasado -esto es Penélope Cruz y Javier Bardem juntos y haciendo manitas- y también con lo mucho que el realizador se entretuvo mostrando imágenes de Ed Asner, a buen seguro se trataba de un fan de Lou Grant como lo era yo de niño.



Por último destacar el momento que se está convirtiendo ya en un clásico de la gala, la intervención de Ben Stiller en esta ocasión parodiando a uno de los humanoides de “Avatar”.



Pasando ya a los premios propiamente dichos y centrándonos en las ocho o diez categorías que verdaderamente importan señalar que no se notó ninguna grave injusticia en los premios otorgados. El de mejor actor de reparto fue para Christoph Waltz premiando su antológico trabajo en Inglorious Basterds aunque no me hubiera importado que el gran Stanley Tucci se lo hubiera robado. Waltz estuvo muy emocionado en su agradecimiento y es que efectivamente debe ser algo emocionante alcanzar la fama a los 54 años tras una larga carrera en el soso ambiente artístico de centroeuropa.

Mejor actriz secundaria para Mo´nique por Precious, también muy merecido, también agradecido con mucha emoción por más que también hubiera preferido que se lo llevara Vera Farmiga.

Me sorprendió en cambio el Oscar al mejor guión original para “En tierra hostil” (en lo sucesivo “The hurt locker”) porque siendo como es una gran película no es definitivamente un película de guión, quizás en este caso merecía más el premio Tarantino haciendo un poco de justicia a una película que, salvo el galardón ya mencionado, no iba a tener demasiado reconocimiento esa noche.

Otra pequeña sorpresa fue el Oscar a la mejor película de habla no inglesa ya que todas las apuestas se inclinaban por “La cinta blanca”. Tuve ocasión de ver “El secreto de tus ojos” hace muy poco y me pareció una película extraordinaria, de un modo distinto a “La cinta blanca” pero desde luego un peliculón. Ambos filmes son absolutamente incomparables por lo que ambos hubieran merecido igualmente la estatuilla.

Para terminar con la participación española (o de habla hispana) comentar que no he visto los cortos de animación que competían con “La dama y la muerte” pero creo que tenían que ser muy malos para que la producción española (que yo encuentro flojísima) se llevara el Oscar.

De resto fue más o menos lo esperado con la también esperada competición entre “Avatar” y “The hurt locker” en los oscars técnicos. El premio al mejor actor fue para Jeff Bridges en lo que casi todo el mundo reconoce como un desagravio por otras ocasiones en las que tanto él como la película en la que trabajaba merecieron más suerte. No he visto el filme en cuestión porque quiero verla en versión original pero a buen seguro que Jeff lo habrá hecho tan bien como siempre. Mi preferido era Jeremy Renner pero era ciencia ficción pensar que podían dárselo. Por cierto que Jeff se extendió bastante en su agradecimiento algo entendible ya que la de actor es una de esas categorías en donde a nadie le importa que el premiado se explaye, no creo en cambio que haya mucha gente interesada en oír los agradecimientos del premiado al mejor maquillaje.

La que tampoco he visto y no creo que vea es la película por la que Sandra Bullock recibió su estatuilla, me da la impresión de que es uno de esos papeles de mujer de carácter, un poco al estilo Erin Brokovich que son muy de agradecer para quien los interpreta, pero que a mí me resultan una pesadez. Su discurso fue emotivo pero correcto o al menos no hizo el ridículo como Julia Roberts (siguiendo con las comparaciones entre ambos trabajos). La Bullock a mí siempre me ha chirriado bastante aunque en ocasiones también ha demostrado que puede ser una buena actriz como fue el caso de “Infamous”. Como muestra de esta dicotomía ahí tenemos la curiosa anécdota de que este año ha recibido también un razzie por otra película, anti premio que por cierto tuvo el buen gusto de ir a recoger.

Y por fin el momento culminante de la gala con los dos galardones más importantes, en esta edición se había producido un enfrentamiento artístico que posiblemente sea el único motivo por el que esta edición será recordada. Me refiero al enfrentamiento entre la multimillonaria (en presupuesto y espectadores) “Avatar” y la modesta e ignorada en taquilla “The hurt locker” o lo que es lo mismo el enfrentamiento entre la idea de lo que puede ser el cine en el futuro y una historia apegada al terreno tanto artística como técnicamente. Y por si esto fuera poco el morbo de tener como adversarios a dos personas que habían sido pareja en el pasado (y que a pesar de ello parece que no se llevan mal ni mucho menos).

El Oscar al mejor director lo presentó de manera encantadora (una novedad pues el resto de presentaciones fueron bastante sosas y apegadas al guión) Barbra Streisand y tras anunciar el nombre del ganador se produjo un momento verdaderamente desconcertante para alguien que, como yo, admira el sentido del espectáculo que tienen los norteamericanos. Como sabrán los que vieron la gala la organización había sentado a Cameron justo detrás de Bigelow y cuando se anunció el nombre de la directora el realizador cambió el primer plano de la Bigelow a un plano general con lo que los espectadores nos perdimos el histórico momento en el que Cameron felicitaba a su ex mujer. Incomprensible y digno de aficionados.

A continuación salió Kathryn (esta mujer no tiene 58 años y el que diga lo contrario tendrá que vérselas conmigo en el terreno que mejor le parezca), expresó su agradecimiento y luego se produjo el segundo momento insólito de la velada. Salió Tom Hanks y sin mencionar si quiera las (¡¡¡diez!!!) nominadas disparó el nombre de la ganadora pillando a todo el mundo en gayumbos. Confusión, bruscos cambios de plano y por fin el último agradecimiento y seguidamente despedida y cierre.




That´s all, mi opinión sobre la gala ya ha sido más o menos expresada, mi opinión sobre la película ganadora también. ¿Se hizo justicia? Pues lo ignoro porque todavía no he visto “Avatar” y no sé si algún día lo haré aunque casi todo el mundo que sí la ha visto han coincidido en alabar sus cualidades técnicas mientras hacen mención a su simple ( no en un sentido peyorativo) y algo edulcorado planteamiento argumental. Si esto es cierto creo que ha sido algo bueno que una película que sí tenía algo interesante que decir se haya impuesto a otra que al parecer no lo tenía.


Buenas noches y hasta el año que viene. O no.


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Thursday, March 04, 2010

Preludio al sueño de un cineista

Dos películas que he visto y que comento aquí como entretenimiento mientras espero que llegue el día de la ceremonia de los Oscars que espero ver sin quedarme dormido.

1. La educación cultural





Historia de amor entre David, un hombre adulto (no recuerdo que en la película se mencione su edad aunque se supone que debe rondar la treintena) y Jenny, una adolescente de dieciséis años, personaje interpretado por una actriz (la hasta ahora desconocida Carey Mulligan) que tiene exactamente veinticuatro. No es ni mucho menos la primera vez que un actor da vida a alguien que tiene ocho años menos que él pero se supone que el director de la película (aunque la responsabilidad técnica recaiga en maquilladores y directores de fotografía es el director el responsable final de lo que se ve en pantalla) debe contribuir a proporcionar veracidad al engaño y lo cierto es que, en las primeras escenas, a la pobre chica la sacan con unas arrugas en la frente y en la boca que hacen muy difícil que te creas que tenga la edad que pretende tener.




Resulta un detalle algo desagradable y, lo que es más importante, dificulta que el espectador se implique en la historia, algo que es imprescindible en cualquier manifestación artística. Pero por suerte el excelente trabajo de Mulligan hace que te olvides de tal circunstancia y contribuye también a salvar la película de otros deméritos de realización como por ejemplo la sorprendente falta de ritmo y tensión de algunas escenas que deberían ser clave como la primera relación sexual de la pareja o el tan largamente ansiado (por ella) viaje a París.


Pero repito que todo eso al final resulta ser algo secundario porque lo verdaderamente importante es el personaje de Jenny y la transformación que tiene lugar en su vida (que no en su personalidad) gracias a su relación con David. No se trata de una revolución sexual (algo que en cierta manera ya anunciaba el rótulo de “no recomendable para menores de siete años” que precedía a la proyección) ya que ninguno de los dos amantes (ni tampoco el guionista de la película) parece tener demasiada prisa ni demasiado interés en ese aspecto de sus relaciones. Tampoco es una historia de amor al uso puesto que Jenny parece más atraída por la posibilidad de escape que le ofrece el diletante modo de vida de David que por otra cosa, quizás por eso decide seguir adelante con el noviazgo a pesar de descubrir que el hombre no es más que un estafador de poca monta.


Para mí el aspecto fundamental del filme reside precisamente en la apasionada búsqueda que la muchacha hace de algo que todavía no existe. Ninguno de los modelos femeninos que rodean a la protagonista de esta historia parece estimularle demasiado, no quiere ser una complaciente ama de casa como su madre (la extraordinaria Cara Seymour), ni tampoco un florero cabeza de chorlito como la amante del cómplice de David. Aunque la alternativa a esos dos tradicionales modos de vida (alternativa que pasa por conseguir entrar en Oxford por más que sus padres lo vean únicamente como un modo de cazar marido) tampoco resulta demasiado satisfactoria pues Jenny tampoco quiere terminar como una reseca maestra de escuela (Olivia Williams) destino inevitable de las mujeres con estudios y sin marido.

Lo que le depara el futuro a Jenny (alter ego de la periodista Lynn Barber) tendrá que venir íntimamente ligado al tiempo y el lugar en el que vive, el Londres de 1961, que estaba a punto de experimentar una transformación que pronto se extendería por todo el mundo.



En resumen una película en ocasiones algo desangelada y con una dirección bastante irregular pero que logra remontar el vuelo gracias al interés que despiertan las tribulaciones de su protagonista y al excelente reparto que la acompaña.



2. Kiss me deadly


Antes que nada quisiera agradecer, a quien quiera que sea, el hecho de que algunas títulos de películas de habla inglesa difíciles de traducir de forma literal, (¿cómo se traduce The Lovely bones al español? ¿Los huesos amorosos?) se mantengan en su idioma original y no se cambien por otros como “Con amor desde el más allá” o alguna gilipollez por el estilo.

Dicho esto empezaré diciendo que siento cierta debilidad por ese subgénero denominado “dramas de ultratumba”, es decir películas en las que se trata alguna clase de conflicto dramático (generalmente amoroso) que se dirime entre la tierra y algo parecido a un limbo o zona crepuscular en la transita alguien que ya no está vivo pero que tampoco está definitivamente muerto. “El cielo puede esperar” o “Ghost” podrían ser ejemplos de esta clase de películas.

Claro que esto no significa que tenga uno que tragarse cualquier porquería por mucho que se adscriba a los parámetros de este supuesto sub género, estoy pensando por ejemplo en la serie de televisión “Entre fantasmas” que sólo genera deseos de disparar contra Jennife Love Hewitt cada tres segundos. O aquella otra película tan pringosa (y no digo esto únicamente en sentido figurado como sabrá todo aquel que la haya visto) llamada “Más allá de los sueños”.



Todo esto viene a cuento de que antes de entrar a ver “The lovely bones” aceptaba y admitía a priori todas las acusaciones que había recibido: en general la de ser remilgada, cursi, ñoña, sensiblera, lacrimógena y bla bla bla. Posiblemente sea todas estas cosas pero tratándose de lo que se trata es casi una obligación responder a estos calificativos al igual que en un western se considera necesario que salgan caballos.
De todos modos hay que decir que, a pesar de su aparente simpleza, “The lovely bones” es una película que, al menos en el aspecto formal, ofrece múltiples propuestas narrativas. Y curiosamente la más espectacular de ellas (ese limbo new age plagado de imágenes surrealistas que se han convertido en el estandarte del filme, al menos en los trailers que he visto) es también la menos interesante.
Como es sabido la película gira en torno a la corta vida de Susie Salmon (personaje interpretado por Saoirse Ronan una actriz que resulta ser una mezcla de Chloe Sevigny y los ojos del monstruo de “Salems Lot”), una joven de catorce años que, después de ser asesinada, se queda levitando entre este mundo y el otro mientras espera a que alguien dé con sus amorosos huesos.

Pero de forma paralela (nunca mejor dicho como intentaré explicar a continuación) a este argumento se desarrolla también un conmovedor melodrama en torno a cómo la familia de la niña afronta una pérdida tan trágica y absurda. En especial el modo en que se muestra la frustración y la culpabilidad de los padres llega a ser verdaderamente doloroso y todo ello pese a la escasa empatía que despiertan actores como Mark Whalberg y Rachel Weisz.


Pero en el mismo tiempo en el que sucede todo esto tiene también lugar un eficaz thriller en torno a la búsqueda del asesino. Dicha eficacia no tiene que ver con la identidad del criminal (algo que se conoce desde el primer momento) sino con la descripción de su perversa personalidad o mejor dicho de sus perversos métodos (lo que sucede en el interior de personas como esta siempre será un misterio). A este respecto la prodigiosa interpretación de Stanley Tucci contribuye a crear un villano verdaderamente memorable, en concreto la escena en la que el asesino, justo después de cometer el crimen, yace tumbado en la bañera con el rostro deshecho de satisfacción justifica sin duda el visionado de esta película.



Así pues paradójicamente lo que se supone que es la base del argumento (Susie in the sky with diamonds) es lo que menos interesa, tanto que incluso llegas a olvidarte de la pobre chica que únicamente funciona en su papel de simple víctima en la larga introducción que tiene lugar hasta su muerte, sobre todo cuando en ese momento empieza a intervenir en el drama su hermana menor (Rose Mlcver) que pasa de ser poco más que una figurante a convertirse en la verdadera protagonista de la historia en una progresión verdaderamente brillante.



De todos modos, y como era también de esperar, cada una de estas vertientes (la mística, la familiar y la criminal) se resolverán de forma satisfactoria o al menos admisible por más que esto se haga a través de algunas de las escenas más sonrojantes de la película, algo que no molestará al público objetivo de esta clase de productos cuyo finalidad, posiblemente ya desde el original literario, es tratar de dotar de alguna clase de sentido elevado a algo que en el fondo no es sino un vulgar y triste acontecimiento.