Sunday, July 27, 2008

La pelicula misteriosa: Tiran más dos tetas que dos metralletas


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Cargado por Perfado

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Tuesday, July 22, 2008

Dios y el diablo en la tierra del sol



Hay una insistencia general en comparar esta película con “Ciudad de Dios”. Lo cierto es que posiblemente el éxito de aquella haya servido de impulso para el moderno cine social brasileño y quien sabe si “Tropa de élite” se hubiera hecha de no existir previamente la película de Fernando Meirelles.

De todas formas que duda cabe de que en el multidimensional problema de la violencia en las favelas de las grandes ciudades de Brasil es interesante contemplar todos los puntos de vista posibles. En “Ciudad de Dios” el narrador de la historia era un joven aspirante a periodista nacido y criado en el barrio que ofrecía una visión más bien endogámica de un mundo que en cualquier caso vivía de espaldas al resto de la sociedad.

En aquella película los policías sólo aparecían en el barrio para cobrar. En “Tropa de élite” en cambio el narrador es el Capitán Nascimento un miembro del BOPE un cuerpo de élite de la policía militar brasileña. La película deja muy claro desde el principio (con la continua narración en off de este personaje) que vamos a ver todo lo que ocurre a través de sus ojos, o mejor dicho que la interpretación de lo que ocurre va a ser la suya.




Nascimento odia a los criminales y narcotraficantes pero también a los policías corruptos, a los consumidores de drogas (especialmente a los de clase media y alta) e incluso a los miembros de las ONGs que trabajan en las favelas. En realidad el policía odia a todo el que no pertenezca a su propia grupo al que considera una excepción al corrupto mundo en el que vive.

De todos formas el personaje tampoco deja de sentir cierta condescendencia con la situación en la que vive su país, él ha asumido que la corrupción policial y la violencia de las bandas de narcotraficantes no son una perversión del sistema sino parte del sistema mismo, es más, opina que todos aquellos que intentan solucionar la situación de buenas maneras (los voluntarios de las ONGs y los policías convencionales que se niegan a formar parte de la corrupción general) lo único que consiguen es romper ese status quo y casi siempre para causar males mayores. De ahí la paradoja de que la visita del Papa a Río de Janeiro en 1997 y su insistencia en alojarse cerca de una favela originó una operación de limpieza que causa numerosos muertos. No obstante a pesar de todo eso Nascimento se mantiene inflexible en su forma de actuar y en su convicción de que para combatir la violencia de las favelas su grupo debe transformarse en un autentico escuadrón de la muerte lo que incluye torturas y ejecuciones extrajudiciales. Es un especie de Ethan Edwards moderno que no puede evitar comportarse como un salvaje pero tampoco encuentra satisfacción ni alivio en sus actos. Incluso en uno de los escasos momentos en el que el capitán de los BOPE se permite la debilidad de tener un gesto humanitario -cuando trata de devolver a una madre el cadáver de su hijo cuya muerte ha causado él indirectamente- necesita ponerle una bolsa en la cabeza a alguien para conseguir su propósito.

La película está estructurada como un camino de iniciación para dos reclutas de la policía militar convencional que tras sufrir en sus propias carnes y la incompetencia y la corrupción del cuerpo (mostradas a lo largo de una serie de excelentes escenas que además aportan algunos de los escasos momentos de humor –negro- de la película) deciden ingresar en las incorruptas pero violentas fuerzas especiales. Uno de los dos deberá convertirse en el sucesor de Nascimento a quien su mujer embarazada presiona para que abandone el BOPE pero antes tendrán que pasar por un sádico adiestramiento y no sólo en el aspecto físico, ambos deberán además adaptarse mentalmente a la filosofía del escuadrón: el impulsivo Neto tendrá que templar su carácter y el reflexivo André tendrá que dejar atrás sus bienintencionadas ideas progresistas y convencerse además de que ser policía significa ser también un marginado. La alternativa no es muy esperanzadora: si eres policía tendrás que elegir en ser un corrupto o un asesino.

Si el espectador pudiera elegir el mantenerse al margen de la carga política y moral del argumento podría encontrarse con una vibrante película de acción magistralmente dirigida en la que sus casi dos horas de metraje se pasan en un suspiro. Pero como eso no es posible (al menos para mí) la recomendación es que no se debe olvidar que al fin y al cabo (tal y como, repito, se deja claro desde el principio de forma muy inteligente) se trata de una historia contada desde el punto de vista de uno más de los participantes del drama de las favelas. De otro modo puede que se les haga muy difícil disfrutar de “Tropa de élite”.

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Tuesday, July 15, 2008

La propiedad es un suicidio


Hace ya alguno tiempo que leí este relato en el blog de Ivan (aunque la historia original corresponde a este otro blog) y desde entonces siempre he querido difundirlo. Dado que no soy propietario (y posiblemente tardaré mucho en serlo) no puedo corroborar si lo que se narra aqui se ajusta completamente a la realidad pero de todos modos lo que me interesa es contar un cuento de terror moderno. Y tal y como sucede en los cuentos de terror, basta sólo con creerselos un poco.

SIEMPRE PUEDO REFINANCIAR

A mí me gustan esos que se cogen el hipotecón, con un sueldecito un 30% mayor que la cuota mensual, y si les dices algo responden: "siempre puedo refinanciar". Le preguntas a cuántos años es la hipoteca, y resulta que es a 30, cuando no 40.

Vamos a tomar un ejemplo ficticio. Pongamos que Pepito Relámpago llega al mercado inmobiliario en el año 2006, se compra su zulito de Pladur por 200.000 € y lo financia a 30 años. Poniendo un 4% de interés, le sale una cuota de 954 €. Como le han hecho encargado recientemente, allí en la carpintería, llega ya a los 1.200 € mensuales. Sus padres le han hecho el aval, con su otro zulito, en este caso de los del yugo y las flechas. Sabe que al principio irá un poco agobiado, pero "es la única forma de meterse", "están todos así", la inflación irá rebajando la cuota, y sobre todo la revalorización lo hará rico. No va a "tirar el dinero" en un alquiler, de modo que echa la firmita y el banquero lo despide con una palmadita en la espalda.

Pasan las semanas, Pepito es feliz en su zulito, se pone unas litografías que compra en un mercadillo, algunos muebles de Ikea, su madre le ayuda a limpiarlo todo, su padre le suelta unos cuantos billetitos para comprar un lavavajillas.

En junio, un anciano extranjero, llamado Trichet, sube el Euribor. Pepito cree recordar que el banquero ya le habló de ese Euribor, aunque lo hizo de pasada. Decía no sé qué de que subiría muy poco. La cuestión es que al cabo de pocos meses, la cuota de su hipoteca sube a 1.013 €. Llama al banco y le explican que si su tipo es variable, que si el Euribor, que si la coyuntura, que si tranquilo que está todo controlado. Pepito decide apretarse un poquito más el cinturón, ya no desayuna en el bar, las lonchas de jamón las pide finitas, los zapatos los aguanta hasta que las suelas están combadas, el Ford Fiesta lo conduce a puntita de gas. Así y todo, su madre le ayuda a comprar ropa y le suelta algún billete para que salga con los amigos. Vale la pena sacrificarse, porque en esos momentos su piso ya debe valer más, mucho más.

Pepito, a veces, cuando vuelve de trabajar, algo cansado, mira el balcón de su zulito, allí en el quinto piso. Es un cuadradito precioso, tan bien delineado, junto a los otros. Ese es su lugar en el mundo. Ahí está la prueba de que sale adelante en la vida. Es, además, el único del bloque que no tiene un cartelito de "Se Vende", lo que prueba que la revalorización es un hecho y todos están recogiendo los beneficios. Él, en unos años, también espera hacer lo mismo, vender y mudarse a un gran adosado en un barrio nuevo. Tal vez cuando tenga novia y lo asciendan a supervisor. Nunca ha sido hombre de grandes ambiciones, pero la prosperidad de España y su último triunfo financiero lo están envalentonando.

Pero a Pepito no lo ascienden. Lo que hacen es despedirlo. Hay poca demanda, las obras se están parando, los malditos de Ikea atacan muy duro. Todos los jóvenes con nuevos pisitos quieren comprar barato, nadie compra muebles hechos en España. Pepito era el empleado más joven, es decir, el más barato de despedir. Así que coge su carta de despido y en pocos días se presenta en el INEM.

Hay algo de prisa, porque ha cobrado poco del despido y la letra del piso sigue entrando cada mes. En el INEM le dan ocho meses de paro con 800 € al mes.

Estamos ya en 2007. Pepito ve en su pequeño televisor un montón de obreros con pancartas por las calles. Se están quejando por el aumento del paro. El Presidente Zapatero hace llamadas a la tranquilidad, esto es una etapa coyuntural, el Estado no abandona nunca a nadie. En el INEM recomiendan a Pepito que vaya de pinche de cocina, aunque sólo le ofrecen 600 al mes, poco más que la mitad de la hipoteca.

Cuando se acaba el dinero del despido, los padres de Pepito le ayudan a pagar la letra. Lo importante es mantener el piso y esperar a que se revalorice. Pepito a veces sale a comprar periódicos o buscar cartelitos con ofertas de trabajo. Al volver mira su pisito, tan alto, orientado al aire calentito del sur. Como tiene tiempo de sobra, ha empezado a caminar más despacio. Eso le da tiempo de observar algunos detalles: los cartelitos de "Se Vende" siguen allí. No los han quitado.

Pepito habla con su padre y lo tranquiliza: lo importante es mantener el piso. Ahora mismo en España hay trabajo, y él es un chico trabajador. Su padre hará algunas llamadas a sus amigos para ver si hay algo.

A finales de 2007, Pepito vuelve a revisar su hipoteca: debe pagar ahora 1.104 € cada mes. El BCE ha dejado los tipos ya en el 4%, más el 1,25% que le cobra la caja de ahorros, total 5,25%. Esto no hay quien lo entienda. Su patrimonio sube, pero la cuota que paga también. La inflación no erosiona la cuota, como le dijo su amigo en el banco. Tal vez porque la inflación ayuda muy poco a quien no tiene empleo. Lo que sí que inflaciona es la gasolina, la comida, la luz y el agua.

Los padres de Pepito se van quedando sin ahorros. Las cosas han subido mucho más que sus salarios. En la calle muchos hablan ya mal del Gobierno. Al fin, el ministro Caldera publicó una mala noticia: era un numerito que casi no se veía, en un rincón de la pantalla del televisor: 13%. El paro está en el 13% y muchos pepitos buscan trabajo a cualquier precio. Muchos de ellos son inmigrantes, y otros son españoles que van agotando sus meses de paro.

Pero muy pronto a Pepito se le acabará el paro. Sus padres no podrán afrontar su deuda. Tiene una pequeña reunión con ellos: no hay que ponerse nervioso, lo importante es mantener el piso, si lo vende ahora, luego valdrán más y ya no podrá comprar nada. Ha llegado el momento de la refinanciación.

Pepito visita a su amigo el banquero. Le choca la mano y le explica que tiene problemas. Las bromas y las risas desaparecen. Una mirada de desprecio se le escapa al buen hombre engominado. Se ponen a hacer numeritos: Pepito podría alargar el préstamo a 35 años y sólo pagaría 1.041 € al mes. Pero eso es muy poca diferencia. Como Pepito es joven, entonces se puede alargar el préstamo mucho más, a 50 años: 950 € al mes.

¿Cómo puede ser que la cuota baje tan poco? El banquero le explica amablemente, con su bolígrafo, que los intereses ascienden a 875 euros al mes, más el capital que vaya a amortizar según el número de años del préstamo. Pepito no sabe lo que es "amortizar". Pregunta qué es lo mínimo a pagar. El banquero le responde que los 875 € al mes, en un plazo de "carencia". En ese tiempo, no amortizaría capital, pero al menos saldría del apuro.

Pero Pepito no sale del apuro. 875 euros son muchos euros. Él imaginaba que doblando el plazo para pagar, la cuota bajaría a la mitad. El banquero le explica amablemente que eso no es así, porque la parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la primera parte. Pepito asiente y sale del banco. Llama a sus padres y luego va a cenar con ellos. El banquero también hace una llamada a su superior: hay un posible moroso.

En la cena, Pepito y sus padres tienen un amargo debate. Podrían alquilar el piso, mientras Pepito vuelve a vivir con ellos. Sería una solución transitoria hasta que encontrase trabajo y, como prometió el banquero, el dichoso Euribor bajase. Pero el alquiler no llegaría a los 500 €. A la gente no le gusta "tirar el dinero" en un alquiler y paga poco. Además, si no se encuentra inquilino enseguida, van a tener problemas para pagar. Pepito no puede pagar 375 euros al mes por la hipoteca, mientras vive con sus padres y tiene un inquilino disfrutando de su zulito. Eso no es viable. Se habla de vender su Ford Fiesta, que ya no utiliza porque no puede pagar la gasolina. Pero el viejo Ford Fiesta apenas vale 600 €. Es casi chatarra. Todo el mundo compra ya como mínimo compactos seminuevos km. 0.

Pepito mira el telediario con sus padres: parece mentira, con lo bien que va España, lo que le cuesta a él encontrar trabajo. Debe de ser que no sabe buscar. Tiene que moverse más, patear las calles. Algo hay que hacer.

Su padre, por su parte, comienza a recordar viejos tiempos: recuerda las escaseces de la posguerra, la crisis del felipismo, recuerda aquel 23% de paro de no hace muchos años. La realidad comienza a estrecharse como un embudo. Poco a poco, van quedando menos opciones. El banco embargará el piso si no pagan, y entonces lo perderán todo, toda la revalorización.

Es el momento, entonces, de vender el zulito y disfrutar de la revalorización. Mientras tanto, volverá a vivir con ellos. Pepito en principio se niega, opina que si vende luego no podrá volver a comprar, los pisos subirán siempre. Su padre le responde que él ha vivido muchas cosas ya. Pepito no quiere creerle. Su padre insiste en que tal vez ZP hará algo por ellos, una VPO. Al fin y al cabo, si Franco lo hizo, un líder socialista de buen talante como ZP no podría hacer menos. Pepito comienza a aceptar que tal vez, en un futuro muy lejano, cuando la actual prosperidad de España sea historia, los precios podrían tener un "aterrizaje suave" y él comprar otra vez. Lo importante es que desde casa de sus padres podrá buscar trabajo tranquilamente. Y ese dinero lo guardará en algún sitio seguro.

Después de pasar una mala noche, con algunos remordimientos, Pepito pone el cartel de "Se Vende". Hace unos días que el ojo izquierdo le parpadea involuntariamente. También nota un cierto ahogo cuando suena el teléfono. Está esperando contratos, pero sólo lo llaman del banco para preguntarle qué decisión ha tomado acerca de su refinanciación. De momento, seguirá pagando a 30 años, no hay mucho que refinanciar.

Cuando acaba de colgar el cartel, sale a la calle a mirar si se ve bien desde la acera. Ha elegido un modelo diferente al de sus vecinos, para hacerlo destacar. El suyo tiene un diseño innovador, de una empresa catalana, que se está forrando. Los cartelitos de los pisos de al lado, en cambio, están amarillos y quemados por el sol. Está claro que su piso se venderá el primero.

Como lo compró por 200.000, le parece lógico pedir 250.000, teniendo en cuenta que hace ya un año y medio que se ha estado revalorizando.

Pasan las semanas, luego los meses, y los compradores no aparecen. Lo que sí que le aparecen a Pepito son más arrugas en la frente. A veces se mira en el espejo del cuarto de baño y nota que sus cabellos son más finos y escasos. El nudo en la garganta que sentía al responder al teléfono, ahora lo siente cada vez que pisa la calle. Hay algo que no marcha bien.

El del banco llama repetidas veces. Se acumulan ya dos impagos y la situación no es nada buena. Le avisa de que puede ejecutar la hipoteca. Pepito responde que es cuestión de tiempo, que la revalorización lo pagará todo e incluso le dará beneficios. El del banco guarda silencio. Tiene algunas cifras que a Pepito no le gustarían pero decide callar de momento.

Pepito toma una decisión importante: rebajará 20.000 € el precio. Cambia el cartel, cambia los anuncios en los periódicos. Contrata a una inmobiliaria.

La inmobiliaria le asegura que no puede vender su zulito por encima de 210.000 €. Pepito se enfada y les cuelga. Han pasado tres meses y no ha recibido ninguna oferta. En la televisión se ve a ZP prometiendo más y más viviendas a los jóvenes. Es la campaña electoral de 2008. España tiene un magnífico futuro, avalado por las cifras de prosperidad y empleo.

Pepito no entiende nada. Sólo ha recibido dos ofertas de empleo por 600 € al mes. En su antigua carpintería, han despedido a dos empleados más.

Pepito decide llamar a otra inmobiliaria y vender el piso por 210.000 €. Los nervios no le dejan ya dormir. Su jugada del piso tal vez no fue muy acertada. El de la inmobiliaria le explica que las cosas andan mal y que se prepare para más rebajas. Eso era lo último que quería oir, pero esta vez no se enfada.

En dos meses más, el banco está preparado para ejecutar la hipoteca. Llaman para informarle, con muy malos modos. El banquero ya no es tan amigo, de hecho ni le coge el teléfono. En su lugar le han puesto a una especie de cobrador del frac con una voz como de sepulturero.

Pepito llama todos los días a la inmobiliaria. No hay ninguna oferta. Decide al fin aceptar el trabajo de 600 €. El único problema es que deberá desplazarse al otro lado de la ciudad cada mañana en autobús y comer fuera. Su madre se ofrece a hacerle bocadillos.

Pronto se traslada al piso de sus padres y avisa a la inmobiliaria de que el piso ya no está en venta: está en subasta. El banco lo liquidará y con eso se cancelará la hipoteca. En el fondo, Pepito está aliviado, será bueno quitarse el muerto de encima. Su aventura inmobiliaria es una lección que no olvidará.

En pocos días lo llaman del banco: su piso se ha vendido por 80.000 €. La burbuja está pinchada, los precios caen, están ejecutando muchas hipotecas, no se ha podido sacar más dinero. El banquero es por primera vez sincero con Pepito. El problema es que le ha faltado por decir una cosa: las cajas están también amenazadas de quiebra por los impagos.

Pepito pregunta qué va a pasar ahora. El banquero responde que ahora no pasa nada, que su cuota a 30 años se reduce a tan sólo 662 €, que pagará más cómodamente. Aunque, si no paga, le embargarán su nómina, tal y como constaba en la letra pequeña del contrato que firmó al hacerse con la hipoteca. La madre de Pepito, entonces, pasa varios días llorando. La mujer está como envejecida, con la piel muy arrugada. Cuando Pepito va al lavabo, se encuentra un montón de pelos suyos. Hace semanas que toma pastillas para dormir, pero aún así los complejos de culpa no lo dejan en paz. Está condenado a pasar 30 años pagando 600 € al mes por absolutamente NADA. No habrá revalorización, no podrá irse de alquiler, no habrá ascenso en el trabajo, no habrá una novia, tan sólo una piedra pesada atada al cuello, con la que tendrá que vagar hasta los 60 años, a las puertas de la jubilación.

Entonces, pone la televisión: después de ZP prometiendo VPO aparece una breve noticia: Trichet vuelve a subir los tipos.

Friday, July 11, 2008

Y el resultado de las oposiciones de Sisterboy es.....



Gracias a todos por el interés.


¡QUE DIABLOS! Me presentaré otra vez el año que viene

Wednesday, July 09, 2008

No pesa más de un gramo todo lo que amo



Yo hablé una vez con Sergio Algora. La verdad es que en ese momento no sabía quien era y nuestra conversación se limitó a un “¿Al baño por donde se va?” (él) “Por ahí” (yo). Luego creo que los dos vaciamos la vejiga hombro con hombro.

Esa breve conversación tuvo lugar en la sala “Ruta 66” mítico local de las noches de Santa Cruz de Tenerife allá por los años noventa. No he conseguido averiguar la fecha exacta porque todo lo que queda de aquella sala y de los grupos que tocaron en ella pertenece ya únicamente a la memoria de los que estuvimos allí. Debió ser en algún momento entre 1993 y 1997 En aquellos años hacía furor (es un decir) la denominada música “indie” española, un término que englobaba a un puñado de grupos (Los Planetas, Penelope Trip, El inquilino comunista y muchos otros) que no tenían mucho que ver entre sí pero que consiguieron montar algo parecido a una escena durante aquellos últimos años de la música (al menos yo los considero así).

Yo, la verdad, contemplaba todo aquel movimiento con algo de distancia y no creo que me hubiera acercado al Ruta a ver el concierto de no haberme convencido mi hermano (que es, siempre fue y siempre será mi asesor musical particular). No recuerdo gran cosa de aquella noche, sólo que me llamó la atención la forma de cantar y moverse de Sergio, que estuvo bastante animoso ante una escasa audiencia (era entre semana y además era un local eminentemente rockero que sólo se llenaba con Sociedad Alcohólica y grupos por el estilo), y algunas de sus canciones: la conocida (es otro decir) “La mujer portuguesa”, “Sobrinito” así como una chusca versión de “Hoy no me puedo levantar”.

Ahí quedó todo, en el recuerdo de una velada musical extraña, algo que visto lo que había entonces y lo que hay ahora debería ser más que suficiente. Hoy me ha llegado la noticia de la muerte repentina de Sergio Algora que arrastraba desde tiempo algunos problemas de salud. Es obvio, teniendo en cuenta lo escrito hasta ahora, que no soy el más adecuado para hablar de la vida y la obra de Sergio, para eso pueden acudir al blog Pedaleando (donde me he enterado de la noticia) de mis queridos Slim y Cucumber así como al de Francisconixon escrito por Fran Fernández antiguo componente de Australian Blonde y compañero de Sergio Algora en “La Costa Brava”. Por mi parte sólo quería aportar este lejano y confuso recuerdo de una noche insólita de los muy lejanos noventa. Descanse en paz.

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Sunday, July 06, 2008

¿No pensariais en serio que nos habíamos cargado al maldito koala?




Remake calcado plano por plano de una película homónima rodada en 1997. Un poco al estilo del “Psicosis” de Gus Van Sant pero hay varias diferencias. La principal es que nadie entiende por qué carajo Van Sant hizo aquella tontería pero en el caso de “Funny Games” es el propio Haneke el que hace el remake de su película y no creo que lo haga por dinero sobre todo porque es improbable que esta película haya tenido ninguna clase de éxito comercial en Estados Unidos.

Podríamos decir que el “Funny Games” original era una película conocida siempre y cuando hablemos en términos cinéfilos, cualquiera que sienta un mínimo de interés por este arte al menos habrá oído hablar de ella, al igual que un aficionado al fútbol sabrá qué es el Hércules de Alicante aunque nunca haya visto un partido de ese equipo. Pero aquellos que van al cine para pasar la noche del sábado igual que podrían haber ido a la Pizzeria Rigoletto ¿por qué razón tendrían que ver una película austriaca, dirigida por un alemán con actores desconocidos y con una estética similar a la de un capitulo de “Rex, un policía diferente”?.

Pero quizás la misma película presentada como una producción estadounidense con formato de thriller habitual y con un reparto de más empaque (Naomi Watts y Tim Roth no son Bruce Willis y Jennifer López pero algo es algo) sí que podría atraer más público y ese es el motivo que el propio Haneke ha confesado como la razón que le llevó a realizar este insólito experimento cinematográfico. Y parece algo bastante lógico que un artista trate de llegar a la mayor cantidad de público posible y Haneke no es un director para minorías (seria un idiota si tan sólo lo pretendiera), lo que pasa es que sus películas las va a ver poca gente lo que no es lo mismo.

De tal modo que siendo como es, repito, un calco de aquella películas de los noventa se podría decir de ella lo mismo que se hubiera dicho entonces.

Yo veo Funny Games como una gran trasgresión de las convenciones técnicas y artísticas del cine.

En el aspecto técnico tenemos esas continuas apelaciones de los dos asesinos a la complicidad del público y por supuesto ese gran escupitajo a la tradicional narrativa cinematográfica (me refiero por supuesto a la conocida escena de “¿Dónde está el mando a distancia”?). Es un efecto parecido al que se produce cuando por una mala proyección se cuela el micrófono en un plano sólo que en este caso es un efecto totalmente provocado.

En el aspecto dramático tenemos otra trasgresión, la del crimen sin castigo. La trasgresión tiene que ver con el desarrollo de la ficción tradicional en cuanto al drama criminal se refiere con esa tropa de policías infalibles, criminales sanguinarios pero torpes y ciudadanos corrientes que se transforman en fieras en cuanto se ven atacados. “Funny Games” acaba con esta fantasía de justicia al mostrar un cuento de horror en el que los inocentes no pueden evitar ser sacrificados sin que ninguna de las posibles salidas que, de forma sarcástica y también paródica, se ponen a su disposición (y que serian sin duda adecuadamente utilizadas en alguno de los mencionados thrillers tradicionales) sirva de nada. No hay escapatoria para los protagonistas, las escopetas y los cuchillos que parecen a su alcance nunca llegan a sus manos, igual que en las pesadillas.

Esta historia desarma al espectador negándole la satisfacción de una conclusión si no feliz por lo menos justa. Incluso en las más violentas y vulgares películas de los setenta era casi seguro que el malo al final recibía su merecido aunque durante la primera parte del filme se nos hubieran mostrado sus fechorías con toda clase de sádicos detalles.

Así pues se da la paradoja de que un producto cinematográfico que durante su desarrollo quiebra continuamente las normas que dan apariencia de realidad a una ficción (lo que en Teatro se llama “romper la cuarta pared”) sin embargo ofrece un relato bastante aproximado del comportamiento real de una victima en una situación como la que se describe (y créanme que hay sucesos reales que hace que las desventuras de la familia protagonista parezca una fiesta de cumpleaños). Por una y otra razón “Funny Games” (al margen de otras razones algunas de las cuales aducidas por el propio realizador) es un producto hecho sobre todo para desconcertar y perturbar al espectador y en ese aspecto es y siempre ha sido un éxito.

En una entrevista con Haneke se habla del cambio de la perspectiva del esperador desde la primera visión de “Funny Games” aduciendo que ahora las películas son más brutales que en aquella época (se mencionan nombres como “Saw” o “Hostel” aunque yo considero “La casa de los mil cadáveres” como la legítima heredera de “Funny Games”). No sé si esto será así pero en las dos sesiones de la película a las que he asistido (separadas por once años de diferencia) la gente se marchaba de la sala exactamente en la misma escena. Curioso.


Wednesday, July 02, 2008

Tiempo y castigo



Nacho Vigalondo es un cineasta que hace algunos años emergió de forma espectacular del subterráneo gremio de los cortometrajistas cuando su trabajo “7.35 de la mañana” fue nominado con justicia al Oscar.

Posiblemente este golpe de suerte (máxime teniendo en cuenta que el cortometraje había sido ignorado incluso por la academia española en los Goya) es lo que ha propiciado que Vigalondo de el paso hacia la película de larga duración (objetivo final de casi todos los que se inician por la senda del cortometraje). Y Vigalondo presenta sus credenciales en este mundo de la mano de “Los cronocrimenes”, un filme de ciencia ficción adscrito al subgénero de los viajes en el tiempo. Este tipo de películas tiene a priori las simpatías de muchos aficionados al cine entre los que me incluyo. A nivel particular cualquier producto -desde los más comerciales como “Timecop” del escarranchado Van Damme hasta los más artísticos como “Primer”- que contenga de forma directa o indirecta alguna trama que tenga que ver con viajes temporales cuenta ya con un aliciente lo bastante fuerte como justificar su visionado.

Supongo que esto tiene que ver con que el viaje en el tiempo es una de las fantasías de ciencia ficción más estimulantes por la cantidad de posibilidades arguméntales que ofrece y porque además suele resultar un sugerente ejercicio intelectual (para los que gusten de esa clase de ejercicio) el tratar de analizar o al menos dar sentido a las, casi siempre, indescifrables preguntas que trae consigo este tipo de tramas. Siempre he sostenido, por ejemplo, que la anteriormente mencionada “Primer” debería ser cobrarse al doble de lo cuesta la entrada porque no sólo proporciona entretenimiento durante los 78 minutos de su duración sino durante mucho más tiempo después: el que se emplea tratando de recomponer el rompecabezas que ha sido planteado.



Pasando ya a “Los cronocrimenes” decir que la película responde plenamente a las claves del subgénero al que pertenece; el absurdo fenómeno de la bilocación, el trastorno en el equilibrio espacio-temporal que trae consigo uno de estos viajes, las consecuencias de tratar reparar los errores cometidos en el pasado y las inevitables e irresolubles paradojas que traen consigo el hecho de que vaya a pasar algo que ya ha pasado antes. A este respecto la película resulta bastante honesta, juega con instrumentos reconocibles perfectamente por el espectador algo avezado en este tipo de argumentos y pone las cartas sobre la mesa desde el principio siendo así su mayor mérito el lograr mantener el interés en una historia en la que desde un primer momento ya conocemos lo que va a pasar (al menos durante buena parte del metraje).

El problema de “Los Cronocrimenes” viene por otro lado. Y es un problema con el que tienen que enfrentarse, supongo, todos los directores de cine y por extensión la mayoría de las personas que llevan a cabo alguna actividad artística. Me refiero al hecho de llevar a la práctica una idea que en su origen puede ser ingeniosa pero que pueda quedar estropeado en su ejecución. Y esto parece ser precisamente lo que ha pasado, el planteamiento original de la película es brillante, algo que se confirma cuando termina su visionado (aunque repito que no es una película con truco final) y se terminan de encajar las piezas sin embargo se aprecia un excesivo apresuramiento a la hora de plasmar la historia en pantalla, como si se quisiera llevar adelante sin reparar en defectos ni contradicciones del guión, resolviendo los problemas que se puedan plantear de manera grosera y descuidada.

No es fácil llevar a buen puerto una pelciulas como esta, incluso contando con la libertad que supone fantasear con un tema tan propicio como el viaje en el tiempo, se necesita un guión muy sólido para sostener todo el engranaje y el de “Los Cronocrímenes” resulta demasiado endeble y sólo sale a flote merced a la, repito, brillantez de la trama y a la maestría con la que están rodadas muchas de sus escenas aunque los defectos mencionados acaban por dejar un cierto mal sabor de boca.

Al frente del reparto el insólito Karra Elejalde que no es que sea capaz de lo mejor en algunas películas y de lo peor en otras sino que es capaz de lo mejor y lo peor en la misma película como ocurre aquí. Junto a él Bárbara Goenaga, Candela Fernández (un descubrimiento afortunado) y el propio Vigalondo que se reserva un papel que supera el habitual breve cameo del director y que le resta un poco de seriedad al conjunto (salvo que esa haya sido la intención naturalmente, en cuyo caso enhorabuena).

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