Monday, January 28, 2008

Muerte de un ciclista



La noticia ha salido de las cloacas del programa de la TVE “Gente” (unas cloacas en las que yo habito) y ha reptado por las alcantarillas de la actualidad hasta hacerse un hueco en la primera división de los telediarios, los programas de opinión y los columnistas de contraportada.

Por si alguien no sabe de lo que estoy hablando aquí hay un link con una breve descripción del caso.

La noticia

Por encima de las reacciones más primarias y viscerales que suscita la noticia (y de las que yo mismo participo) hay un par de aspectos que me parecen interesantes si uno hace esfuerzo por abstraerse de dichas reacciones.

En primer lugar reflexionemos un poco sobre la sorprendente decisión de Tomás Delgado Batalomé. ¿Qué motivos podría tener nadie para hacer algo así? ¿Simple codicia? Por lo que he leído se trata de un empresario con una posición como mínimo desahogada y no un “miserable” al que motiva la falta de dinero. Además si sólo se tratara de una cuestión monetaria dudo mucho de que este individuo se hubiera prestado a hacer acto de presencia de una forma tan manifiesta. Porque el hombre ha hecho acto de presencia, ¡y de qué modo!. No se ha tratado de ninguna aparición fugaz sino de una amplia y descarada presentación pública con entrevistas incluidas en las que el hombre no ha tenido ninguna objeción en mostrar su rostro y expresar sus peculiares opiniones sobre el caso. En un principio pensé que se trataba de simple estupidez o chulería, un poco como la del noi del desagradable incidente que también trascendió a primera plana en el otoño pasado.

Historia del Noi

Pero Tomás Delgado no parece ser un estúpido fiestero suburbial sin el suficiente seso como para saber que cuando se suscita la indignación del pueblo es mejor esconder la cara que asomarla. Debe tratarse de otra cosa, algo más complejo e incomprensible aún, una suerte de morbosa complacencia en el mal. Porque esto es un acto de maldad con mayúsculas, un acto tan vesánico que parece más bien propio de un villano de fantasía de comportamiento tan retorcido que llega a la parodia más grotesca, digno pues de un Montgomery Burns (que desayunaba huevos de pájaro Dodo o llegaba tarde para derribar el orfanato) o de los malos de Pink Flamingos (que embarazaban a autoestopistas para luego vender a los recién nacidos en el mercado negro y así financiar redes de distribución de heroína en las escuelas). ¿Es Tomás Delgado un psicópata? ¿Es un sádico? ¿O más bien un masoquista? ¿Es un ególatra que se niega a admitir que la culpa del accidente podría ser suya? ¿Es un individuo amargado que encuentra algún tipo de expiación sometiéndose de esa manera al odio unánime de todo un país? Sea como sea es posible que Tomás se haya dado cuenta de que tal vez ha ido demasiado lejos. A lo que ha hecho se le llama desafiar las fuerzas de la naturaleza, seguramente ya habrán empezado a llamarle hijo puta por la calle y eso será sólo el comienzo. Si recupera la cordura quizás no se presente al juicio del próximo día 30 de enero pero si lleva su locura hasta el final quien sabe como puede acabar esto.

Pero aparte de la compleja personalidad del malvado hay otro aspecto que puede resultar aún más perturbador. ¿Qué pasaría si la justicia le diera la razón?. Según lo que sabemos del caso el coche de Tomás iba a una velocidad superior a la aconsejada en la carretera donde se produjo el atropello y por lo visto también había bebido (aunque su índice de alcoholemia era inferior al limite legalmente establecido) pero a pesar de todo la justicia no vió indicios de delito en su día. Aquí está el quid de la cuestión. Podemos estar ante un caso de algo moralmente reprobable pero legalmente posible. Y pocas cosas hay más chocantes que eso. Me hace recordar aquella vez en la que Yon Idígoras solicitó (y obtuvo) una pensión de la Seguridad Social en una decisión que levanto la indignación general pero que desde un punto de vista puramente administrativo era irreprochable.

Este tipo de contradicciones son dolorosas pero necesarias porque no debemos olvidar que este es un sistema impuro e imperfecto por mucho que nos quieran convencer de otra cosa y este tipo de aberraciones legales son inevitables. De todos modos da igual, incluso aunque la justicia le de la razón, aunque aquel día hubiera ido a 50 kilómetros por hora, aunque no hubiera bebido desde el día de su boda, incluso aunque pueda tener su parte de razón lo cierto es que….. Tomás estas cosa no se hacen, simplemente no-se-hacen.. Que hijoputa eres Tomás. A ver que pasa el miércoles.

Friday, January 25, 2008

La escena: Yo me bajo en la próxima y usted no.

Monday, January 21, 2008

Los crimenes del museo de yeso



En los pocos comentarios que he leído sobre la película hay un acuerdo general en considerarla como un cambio en el estilo narrativo habitual de Alex de la Iglesia. Esto afirmación podría no ser tan cierta si tenemos en cuenta también la opinión general –yo no las he visto- que existe sobre otra dos obra suyas: Perdita Durango (una road movie rodada además en México y en inglés) y Muertos de risa (un filme de ambiente al parecer un tanto tétrico que desconcertó a un público confundido por la promoción previa).

Las otras películas del realizador vasco que he visto (“El día de la bestia”, “La comunidad”, “800 balas” a la que añadiría una visión fragmentada y desinteresada de “Acción mutante”) sí que se enmarcan en una orientación que podríamos denominar característico y que resulta del uso de géneros no demasiado habituales en nuestra cinematografía (ciencia ficción, terror, suspense, western) pero adaptados a la idiosincrasia española en una visión de nuestra realidad con intenciones semejantes a las de Ferreri o Berlanga (dos de sus influencias más reconocidas) pero con una mirada más entrañable que amarga.

“Los crímenes de Oxford” se aleja notablemente de ese pretendido estilo y ofrece a cambio un thriller de corte bastante clásico: crímenes bizarros, detectives aficionados que usan técnicas heterodoxas (en este caso las matemáticas), múltiples sospechosos, giros inesperados etc…., Las referencias previas son innumerables, a mi se me vinieron a la cabeza por ejemplo “El nombre de la rosa” o “La tabla de Flandes” . En este sentido la película es bastante correcta o mejor dicho rutinaria, la verdad es que no produce demasiado entusiasmo ni demasiada intriga, la trama es algo confusa, el guión es atropellado y brusco y las escasas situaciones de comedía únicamente producen indiferencia (y no sólo a mí, el predispuesto público de viernes de estreno que medio llenaba la sala estaba más muerto que algunos de los asesinados). Tampoco contribuyeron a mejorar el conjunto algunos defectos como el horrible doblaje o una sorprendente forma de fotografiar los ojos de Elijah Wood que le daban un aspecto que recordaba horriblemente a un batracio.

En resumen todo lo que tiene la película de trama detectivesca resulta desangelado y torpe. Los méritos de “Los crímenes de Oxford” hay que buscarlos en otra parte. En algunos flashbacks que funcionan como pequeñas historias independientes del argumento principal, en las reflexiones del personaje interpretado por John Hurt que se manifiestan a través de sus monólogos y sus diálogos con el personaje de Elijah Wood y sobre todo en la filosofía que parece ser la esencia de la historia, es decir, la dualidad que existe entre los que tienen una visión del mundo como un ente ordenado e interrelacionado y los que niegan la existencia cualquier verdad absoluta y sostienen que no hay más leyes que las del azar. Lastima que esta dialéctica se reduzca al prólogo y al epílogo de la película que son además dos de los mejores momentos, especialmente el susodicho epílogo ejecutado de forma brillante tanto en lo formal como en lo argumental.

Por último señalar que Leonor Watling encarna al personaje más prescindible desde los tiempos de Jar Jar Binks. Resulta vulgar y desconsiderado decir que su única función en la película es enseñar las tetas pero eso es exactamente lo que pensé.

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Thursday, January 17, 2008

This woman´s work

Santa Cruz de Tenerife 17 de Enero de 2008. Estamos en la tienda del gallego. Dentro, la dependiente habitual, luego una mujer joven y después yo que acabo de entrar a comprar un bono para el tranvía. La mujer joven se dirige a mi.

- Buenas tardes caballero ¿usted fuma?

- Pues sí

- Mire estamos promocionando un nuevo producto de Camel

- No mira yo es que el Camel no lo soporto (muchos fumadores de Marlboro detestan el Camel)

- Este producto es totalmente diferente al tradicional, está hecho con una nueva mezcla de tabaco

- Bueno venga dame una que la voy a probar

- Por comprar una cajetilla tiene derecho a tres posibles premios rascando esta etiqueta. Los premios pueden ser unas velas aromáticas, un incensario o un masaje.

- -¿¿¿Un masaje???

- Sí, el masaje se lo doy yo aquí mismo en un momentito

- Oiga me quedo con las velas y ya está

- No, no, señor rasque la etiqueta

Rasco la etiqueta

- Señor le ha tocado el incensario

- De todas maneras aunque hubiera salido el masaje no hubieras tenido que hacérmelo. Adiós

- Hasta luego señor.

P.D. A pesar de la nueva mezcla esa el Camel sigue siendo una porquería.


Sunday, January 13, 2008

Las demás naciones tienen inferior potasio



Si no tenemos ya himno nacional parece que estamos en camino de tenerlo. Por lo que leí ayer en “El País” todo empezó el año pasado cuando el Comité Olímpico Español le pidió a la Sociedad de Autores que organizara un concurso público para ponerle letra a la “Marcha granadera”. Los versos ganadores iban a ser presentados en una gala por todo lo alto en la que estaba previsto que interviniera Placido Domingo que ya cuenta con una experiencia algo similar pues fue también el encargado de interpretar el himno oficial del Mundial de 1982 (que decía algo así como “El mundiaaaaaaaaaaaaaaal que todos los equipos vienen a jugaaaaaaaaaar”)

Pero la sorpresa se ha malogrado tras publicarse la letra en el ABC de ayer. La noticia ha sido acogida con gran alborozo por los medios de comunicación y supongo que será acogida con idéntico alborozo por los cómicos de media noche durante la próxima semana. Por lo visto el concurso público es sólo el principio del camino que tendrá que recorrer la letra hasta convertirse en la oficial. Primero deberá presentarse en el Parlamento avalada por 500.000 firmas que no creo que sea difícil conseguir (yo mismo estaría dispuesto a firmar que diablos) y luego deberá ser aprobada en el Congreso lo que me imagino que tampoco significará un obstáculo sobre todo si el himno de marras consigue hacerse popular en el trayecto hasta la Cámara Baja. Es posible que tal cosa ocurra porque, independientemente de la calidad de la letra, la historia de su gestación es de las que gustan a la gente y es que por lo visto el himno ha sido compuesto por un parado de 52 años que se enteró por televisión de qué su letra era la que había ganado el certamen.

De todos modos no sé si saben que el himno SÍ que tenia una letra que fue compuesta en 1928 por José María Peman y a la que se añadieron algunos arreglos cuando la Marcha Granadera reemplazó al Himno de Riego republicano tras la Guerra Civil. Recuerdo perfectamente que en mis primeros libros escolares venía la susodicha letra (aunque nunca la cantamos o al menos yo no lo recuerdo) que decía así.

Viva España,
alzad los brazos hijos del pueblo español,
que vuelve a resurgir.
gloria a la patria que supo seguir,
sobre el azul del mar,
el caminar del sol.

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viva España,
los yunques y las ruedas cantan al compás,
del himno de la fe.
juntos por ellos cantemos,
de pie en la vida nueva,
y fuerte de trabajo y paz.
juntos por ellos cantemos,
de pie en la vida nueva,
y fuerte de trabajo y paz.


Cómo verán no es gran cosa pero al menos cumple con la cuota habitual de mar, sol, gloria y demás farfolla patriótica. El problema claro eran cosa como “alzad los brazos” que fue precisamente uno de los añadidos franquistas a la letra de Peman. Estaba claro que esta letra debía desaparecer cuando legara la transición y efectivamente eso fue lo que ocurrió.

En aquellos primeros años de la democracia existía una profunda repugnancia por cualquier clase de iconografía española y no sólo por su falangista himno sino también por su bandera y por cualquier otra forma de manifestación del nacionalismo. Se decía, y con razón, que eran símbolos que la dictadura se había apropiado durante los cuarenta años de franquismo. Esa desconfianza se mantiene hasta hoy y si exceptuamos los partidos de fútbol de la Selección Nacional, las visitas del Rey y algún otro acontecimiento más (por ejemplo en Tenerife se suelen adornar los pueblos en fiesta con banderas españolas pero como una costumbre sin ninguna implicación patriótica como pudiera ser descabezar un gallo o tirar a una cabra del campanario) la exhibición de la bandera sigue siendo vista como una manifestación reaccionaria o no me negaran que, por injusto que sea, no les entra cierta inquietud cuando ven a un tipo con un polo de cuello y mangas rojigualdas o una pegatina con los mismos colores en relojes y culatas de pistola.



A nivel personal a esa desconfianza ética (soy de familia de izquierdas y además vivimos en Canarias donde el españolismo tampoco es que sea muy popular) se une la repugnancia estética. Patriotismo aparte hay que reconocer que la mezcla entre el rojo y el amarillo es un autentico horror, una agresión a la vista, una combinación de colores que es imposible encontrar en ninguna otra parte ¡demonios! ni siquiera las diferentes selecciones nacionales se han atrevido nunca a lucirlo. Tampoco es que la música del himno despierte mucho entusiasmo, reconozcamos que no es una melodía demasiado vibrante, de hecho prefiero incluso la versión que se toca en las demostraciones militares con trompetas y tambores.

Pero bueno dejando las formas y yendo al fondo se me ocurre que todas las posibles razones por las que es necesario que el himno nacional tenga letra se reducen en realidad a una sola que tiene que ver precisamente con una de los escasos acontecimientos en que himnos y banderas son admitidos sin recelo, esto es una vez más el fútbol. Todo los que hayan asistido por televisión o en directo a algún partido del combinado nacional habrán caído en la cuenta del mismo fenómeno: mientras las aficiones del equipo contrario vibran al son de la Marsellesa, el God Save The Queen el Deustchland uber alles o canciones por el estilo nosotros tenemos que conformarnos con un puñado de paisanos vestidos de toreros y manolas haciendo un tiro riro rariro riro riroraaaaa. rario riro raaaaa lo que resulta bastante penoso



Asi pues seamos serios: este himno ha sido creado para cantarlo en los estadios y no en los colegios

En fin, al margen de todo esto ya es hora de pasar al himno de marras que ha compuesto este señor y que es el que sigue

¡Viva España!
Cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón

¡Viva España!
Desde los verdes valles
al inmenso mar
un himno de hermandad

Ama a la patria
pues sabe abrazar
bajo su cielo azul
pueblos con libertad

Gloria a los hijos
Que a la Historia dan
Justicia y grandeza
Democracia y paz

Nada que decir (sobre todo porque no soy el más adecuado para ello) con respecto a la forma si exceptuamos ese “grande-za” de la cuarta estrofa que destaca como una mancha de petróleo en un vestido de novia y que parece haber salido de la calenturienta mente de los hermanos Cano. Esperemos que el Congreso lo solucione.

Con respecto al fondo al margen de las habituales glosas a las maravillas de la geografía nacional en forma de inmensos mares (aunque sólo nos pertenezcan las doce millas de rigor), cielos azules y valles verdes llama la atención las continuas referencias a la patria común que nos une dentro del respeto a las diferencias que nos enriquecen como diría el Rey. A esto supongo que obedece esas referencias a “distinta voz” “hermandad” y el hablar de “pueblos” en plural. Parecen en fin unos versos impregnados de un carácter amorosamente integrador lo que no quita el hecho de que casi todos los partidos nacionalistas hayan echado pestes del invento.

El otro punto que llama igualmente la atención es el progresismo y buen talante que desprenden estos palabras y sus referencias a la paz, la justicia, la hermandad, la libertad y la democracia, sobre todo eso de “democracia”. No conozco ningún himno que incluya ese término en su letra y quizás por eso también algunos han considerado la letra propuesta como demasiado políticamente correcta o hablando más vulgarmente como un poco ñoña. Sin duda lo es pero como el propio autor dice “no pretenderán que hable de banderas y sangre.” No amigo, nadie pretende que hable de eso, sería algo inaceptable y sin duda muchas de las letras que acompañan a los himnos más conocidos sólo son admitidas porque fueron creadas hace muchos años cuando las fronteras estaban siempre amenazadas, cuando la situación normal era la de guerra y la gente prácticamente dormía con la escopeta al lado de la cama. Tiempos violentos y por lo tanto tiempos de épica bélica.

Este dato me quedó más claro aún hace unos días de la mano de The Queer Enquirier al facilitarnos la dirección de un blog donde se traducían algunas letras de himnos muy famosos. Miremos por ejemplo el de la Marsellesa

«A las armas, ciudadanos,
formad vuestros batallones.
Marchemos, marchemos.
Que la sangre impura
riegue nuestros campos».

O el himno italiano

«Son juncos que pliegan
las espadas vendidas:
ya el águila de Austria
ha perdido las plumas.
La sangre de Italia,
la sangre polaca,
bebió con el cosaco
y le ardió el corazón.
Apretémonos en cohortes,
estemos preparados para la muerte,
Italia llama».

O el de Alemania que no entiendo como no fue prohibido en el juicio de Nuremberg

«Mujeres alemanas, lealtad alemana,
vino alemán y canciones alemanas.
Seguirán altamente estimados
en todo el mundo
y nos inspirarán hazañas nobles
toda la vida.
Alemania sobre todo el mundo».

Pero sobre himnos belicoseros nada como un repaso por los países hermanos de lengua como el argentino

«El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor.
El clarín de la guerra cual trueno
en los campos del sur resonó.
Buenos Aires se pone al frente
de los pueblos de la ínclita unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león».

O el peruano (supongo, espero y deseo que las referencias de ambos países a nuestro humilde pellejo se deban a que estos himnos fueron compuestos nada más conseguir la independencia de la metrópoli)

«Excitemos los celos de España
pues presiente con mengua y furor
que en concurso de grandes naciones
nuestra patria entrará en parangón.
En la lista que de éstas se forme
llenaremos primero el reglón
que el tirano ambicioso Iberino
que la América toda asoló».


Incluso dentro de la piel de toro podemos encontrar ejemplos similares aunque siempre de himnos decimonónicos y no creados después de 1975. Véase ahora el ejemplo de “Els Segadors”

«Que tiemble el enemigo (¿y quién será el enemigo?)
a la vista de nuestra bandera
¡Buen golpe de hoz

O el Esuko gudariak

Somos los soldados vascos
para liberar Euskadi.
Generosa es la sangre
que derramamos por ella.

Se oye un grito
en lo alto de la montaña: (Pachiiiiiiiiii a comeeeeeeeeeeeer)
¡Vamos todos los gudaris
tras la Ikurriña!

Himnos himnos himnos llenos de sangre, sudor, cañones, espadas y olor a cordita. Yo he sido siempre una persona muy poco agresiva, vamos que a mi lado Ghandi era un jayan de taberna sin embargo confieso que siempre he sido un amante de este tipo de épicas y aunque siempre he sentido deseos de ser mexicano por un día (para cantar a pleno pulmón cosas como Mexicanos, al grito de guerra El acero aprestad y el bridón, Y retiemble en sus centros la tierra Al sonoro rugir del cañón) hay que admitir que no tiene sentido que un himno compuesto en el año 2008 tenga este contenido.

Como se ha adelantado antes la letra ha sido ya criticada por algunos partidas nacionalistas y también por otros políticos que la han calificado de vetusta, rancia, casposa y cosas peores. Sí, lo es pero si se admite que hay que ponerle letra al himno se admite ya de entrada que, sea cual sea la letra elegida, va a ser algo vetusto, rancio y casposo porque vetusto, rancio y casposo es de por sí todo lo que tenga que ver con el patriotismo y su exaltación.

En fin vamos a tomarnos esto como una broma o por lo menos algo sobre lo que bromear ya que, como digo, tengo la certeza de que este himno ha sido creado para que la peña tenga algo que cantar antes de que empiece un partido de España. Dejémoslo ahí.

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Tuesday, January 08, 2008

Las maletas de Luis Vuitton



Mi primer encuentro con Wes Anderson fue en su opera prima “Ladrón que roba a un ladrón” (Bottle Rocket). La daban en el satélite y por el título y la sinopsis esperaba ver un thriller corriente y moliente. A pesar de que el único recuerdo que guardo de la película es el de Owen Wilson corriendo mientras suena “ 2000 man” de los Rolling Stones la verdad es que quedé muy sorprendido por el tono en el que se narraba la historia.

La buena impresión (en el cine moderno llevarte una sorpresa casi siempre se traduce en llevarte una buena impresión o al menos así lo considero yo) quedo confirmada con las posteriores “Los Tennembaum” y “Lifeaquatic” dos películas que me entusiasman aunque me siento incapaz de explicar por qué.

“Viaje a Darjeeling” parece una nueva variación sobre los postulados de las dos películas anteriores que giraban alrededor de complicadas relaciones paterno-filiales marcadas por el abandono y la incomprensión mutua y todo ello en un peculiar y característico entorno de personajes excéntricos, situaciones grotescas, una chocante manera de tratar situaciones trágicas con las herramientas de la comedia, una ambientación llamativa y una potente banda sonora todo lo cual da como resultado un obra muy personal que puede resultar fascinadora o irritante pero que no es posible analizar de forma objetiva. A nivel personal encuentro que la mayor virtud del cine de Anderson es que sus películas consiguen trascender todas las distracciones que impone su estilo y ofrecer unas historias llenas de momentos sublimes cuando tenían todas las papeletas para resultar ridículos.



Aunque como se ha dicho “Viaje a Darjeeling” tiene un argumento parecido y los mismos instrumentos que las dos obras que la preceden la he encontrado algo inferior a ellas (sobre todo a “Lifeaquatic” a la que considero, a falta de ver “Academia Rushomre”, la mejor obra de su director) sobre todo en su tramo final que está lejos de ser una conclusión satisfactoria a una película que hasta ese momento se había desarrollado de forma brillante en la descripción del viaje físico y espiritual de tres hermanos que atraviesan la India acarreando una serie de vistosas maletas que acaban por manifestarse como un símbolo algo burdo aunque eficaz y, como de costumbre, entrañable.

Antes de la película se emite el corto “Hotel Chevalier” que aunque se presenta como un prólogo a “Viaje a Dajeerling” en realidad es una pieza separada aunque especialmente memorable, es posible incluso que en el futuro termine por ser más memorable que la película a la que sirve de aperitivo.

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Sunday, January 06, 2008

The last day of Christmas



Mientras en los contenedores se van a cumulando los despojos de la mañana y mientras se empieza a endurecer el roscón de Reyes con el que nos estafan todos los años es hora de dar por terminada la temporada de Navidad en el blog de Sisterboy.

Se han quedado en el tintero muchas cosas del las que quería hablar: el gordo de Navidad, los villancicos, la fiesta de fin de año, la inevitable dialéctica entre Papa Noel y los Reyes Magos, otro par de clásicos navideños cinematográficos etc etc pero la actualidad (en forma de estrenos en cartelera) se ha interpuesto y este es un blog cinéfilo por encima de todo (bueno no lo era en origen pero la parte del celuloide se ha ido imponiendo). De todos modos para bien o para mal las Navidades son todos los años y si todo sigue igual volveremos a hablar de todo esto dentro de once meses.

Como despedida les dejo con uno de los relatos navideños sugeridos por Marina Khalo en los comentarios del post del uno de diciembre y de los que llevo leídos aproximadamente la mitad. Por estar en el día que estamos he elegido uno alusivo a la festividad de hoy y que ya conocía de antes. Se trata de “El regalo de Reyes Magos” de O. Henry. Apunten ese nombre y traten de leer todo lo que puedan sobre él, se trata de uno de los maestros del cuento corto y un especialista en las “trick stories” (historias con sorpresa final un género del que este cuento es un ejemplo destacado) aparte de un inmejorable y seguramente involuntario cronista del Nueva York de finales del siglo XIX.

Como agradecimiento a Marina por proporcionarnos todo este material añado al final del relato la sorpresa prometida a propósito de “La vendedora de fósforos” otro de los cuentos navideños cuya lectura nos recomendó.

Hasta las próximas navidades amigos y/o lectores.



El regalo de los Reyes Magos de O. Henry



Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.

Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.

Mientras la dueña de casa se va calmando, pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a su hogar, uno de esos departamentos de ocho dólares a la semana. No era exactamente un lugar para alojar mendigos, pero ciertamente la policía lo habría descrito como tal.

Abajo, en la entrada, había un buzón al cual no llegaba carta alguna, Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal. También pertenecía al departamento una tarjeta con el nombre de "Señor James Dillingham Young".

La palabra "Dillingham" había llegado hasta allí volando en la brisa de un anterior período de prosperidad de su dueño, cuando ganaba treinta dólares semanales. Pero ahora que sus entradas habían bajado a veinte dólares, las letras de "Dillingham" se veían borrosas, como si estuvieran pensando seriamente en reducirse a una modesta y humilde "D". Pero cuando el señor James Dillingham Young llegaba a su casa y subía a su departamento, le decían "Jim" y era cariñosamente abrazado por la señora Delia Dillingham Young, a quien hemos presentado al lector como Delia. Todo lo cual está muy bien.

Delia dejó de llorar y se empolvó las mejillas con el cisne de plumas. Se quedó de pie junto a la ventana y miró hacia afuera, apenada, y vio un gato gris que caminaba sobre una verja gris en un patio gris. Al día siguiente era Navidad y ella tenía solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Había estado ahorrando cada centavo, mes a mes, y éste era el resultado. Con veinte dólares a la semana no se va muy lejos. Los gastos habían sido mayores de lo que había calculado. Siempre lo eran. Sólo un dólar con ochenta y siete centavos para comprar un regalo a Jim. Su Jim. Había pasado muchas horas felices imaginando algo bonito para él. Algo fino y especial y de calidad -algo que tuviera justamente ese mínimo de condiciones para que fuera digno de pertenecer a Jim. Entre las ventanas de la habitación había un espejo de cuerpo entero. Quizás alguna vez hayan visto ustedes un espejo de cuerpo entero en un departamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y ágil podría, al mirarse en él, tener su imagen rápida y en franjas longitudinales. Como Delia era esbelta, lo hacía con absoluto dominio técnico. De repente se alejó de la ventana y se paró ante el espejo. Sus ojos brillaban intensamente, pero su rostro perdió su color antes de veinte segundos. Soltó con urgencia sus cabellera y la dejó caer cuan larga era.

Los Dillingham eran dueños de dos cosas que les provocaban un inmenso orgullo. Una era el reloj de oro que había sido del padre de Jim y antes de su abuelo. La otra era la cabellera de Delia. Si la Reina de Saba hubiera vivido en el departamento frente al suyo, algún día Delia habría dejado colgar su cabellera fuera de la ventana nada más que para demostrar su desprecio por las joyas y los regalos de Su Majestad. Si el rey Salomón hubiera sido el portero, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim hubiera sacado su reloj cada vez que hubiera pasado delante de él nada más que para verlo mesándose su barba de envidia.

La hermosa cabellera de Delia cayó sobre sus hombros y brilló como una cascada de pardas aguas. Llegó hasta más abajo de sus rodillas y la envolvió como una vestidura. Y entonces ella la recogió de nuevo, nerviosa y rápidamente. Por un minuto se sintió desfallecer y permaneció de pie mientras un par de lágrimas caían a la raída alfombra roja.

Se puso su vieja y oscura chaqueta; se puso su viejo sombrero. Con un revuelo de faldas y con el brillo todavía en los ojos, abrió nerviosamente la puerta, salió y bajó las escaleras para salir a la calle.

Donde se detuvo se leía un cartel: "Mme. Sofronie. Cabellos de todas clases". Delia subió rápidamente Y, jadeando, trató de controlarse. Madame, grande, demasiado blanca, fría, no parecía la "Sofronie" indicada en la puerta.

-¿Quiere comprar mi pelo? -preguntó Delia.

-Compro pelo -dijo Madame-. Sáquese el sombrero y déjeme mirar el suyo.

La áurea cascada cayó libremente.

-Veinte dólares -dijo Madame, sopesando la masa con manos expertas.

-Démelos inmediatamente -dijo Delia.

Oh, y las dos horas siguientes transcurrieron volando en alas rosadas. Perdón por la metáfora, tan vulgar. Y Delia empezó a mirar los negocios en busca del regalo para Jim.

Al fin lo encontró. Estaba hecho para Jim, para nadie más. En ningún negocio había otro regalo como ése. Y ella los había inspeccionado todos. Era una cadena de reloj, de platino, de diseño sencillo y puro, que proclamaba su valor sólo por el material mismo y no por alguna ornamentación inútil y de mal gusto... tal como ocurre siempre con las cosas de verdadero valor. Era digna del reloj. Apenas la vio se dio cuenta de que era exactamente lo que buscaba para Jim. Era como Jim: valioso y sin aspavientos. La descripción podía aplicarse a ambos. Pagó por ella veintiún dólares y regresó rápidamente a casa con ochenta y siete centavos. Con esa cadena en su reloj, Jim iba a vivir ansioso de mirar la hora en compañía de cualquiera. Porque, aunque el reloj era estupendo, Jim se veía obligado a mirar la hora a hurtadillas a causa de la gastada correa que usaba en vez de una cadena.

Cuando Delia llegó a casa, su excitación cedió el paso a una cierta prudencia y sensatez. Sacó sus tenacillas para el pelo, encendió el gas y empezó a reparar los estragos hechos por la generosidad sumada al amor. Lo cual es una tarea tremenda, amigos míos, una tarea gigantesca.

A los cuarenta minutos su cabeza estaba cubierta por unos rizos pequeños y apretados que la hacían parecerse a un encantador estudiante holgazán. Miró su imagen en el espejo con ojos críticos, largamente.

"Si Jim no me mata, se dijo, antes de que me mire por segunda vez, dirá que parezco una corista de Coney Island. Pero, ¿qué otra cosa podría haber hecho? ¡Oh! ¿Qué podría haber hecho con un dólar y ochenta y siete centavos?."

A las siete de la noche el café estaba ya preparado y la sartén lista en la estufa para recibir la carne.

Jim no se retrasaba nunca. Delia apretó la cadena en su mano y se sentó en la punta de la mesa que quedaba cerca de la puerta por donde Jim entraba siempre. Entonces escuchó sus pasos en el primer rellano de la escalera y, por un momento, se puso pálida. Tenía la costumbre de decir pequeñas plegarias por las pequeñas cosas cotidianas y ahora murmuró: "Dios mío, que Jim piense que sigo siendo bonita".

La puerta se abrió, Jim entró y la cerró. Se le veía delgado y serio. Pobre muchacho, sólo tenía veintidós años y ¡ya con una familia que mantener! Necesitaba evidentemente un abrigo nuevo y no tenía guantes.

Jim franqueó el umbral y allí permaneció inmóvil como un perdiguero que ha descubierto una codorniz. Sus ojos se fijaron en Delia con una expresión que su mujer no pudo interpretar, pero que la aterró. No era de enojo ni de sorpresa ni de desaprobación ni de horror ni de ningún otro sentimiento para los que que ella hubiera estado preparada. Él la miraba simplemente, con fijeza, con una expresión extraña.

Delia se levantó nerviosamente y se acercó a él.

-Jim, querido -exclamó- no me mires así. Me corté el pelo y lo vendí porque no podía pasar la Navidad sin hacerte un regalo. Crecerá de nuevo ¿no te importa, verdad? No podía dejar de hacerlo. Mi pelo crece rápidamente. Dime "Feliz Navidad" y seamos felices. ¡No te imaginas qué regalo, qué regalo tan lindo te tengo!

-¿Te cortaste el pelo? -preguntó Jim, con gran trabajo, como si no pudiera darse cuenta de un hecho tan evidente aunque hiciera un enorme esfuerzo mental.

-Me lo corté y lo vendí -dijo Delia-. De todos modos te gusto lo mismo, ¿no es cierto? Sigo siendo la misma aún sin mi pelo, ¿no es así?

Jim pasó su mirada por la habitación con curiosidad.

-¿Dices que tu pelo ha desaparecido? -dijo con aire casi idiota.

-No pierdas el tiempo buscándolo -dijo Delia-. Lo vendí, ya te lo dije, lo vendí, eso es todo. Es Nochebuena, muchacho. Lo hice por ti, perdóname. Quizás alguien podría haber contado mi pelo, uno por uno -continuó con una súbita y seria dulzura-, pero nadie podría haber contado mi amor por ti. ¿Pongo la carne al fuego? -preguntó.

Pasada la primera sorpresa, Jim pareció despertar rápidamente. Abrazó a Delia. Durante diez segundos miremos con discreción en otra dirección, hacia algún objeto sin importancia. Ocho dólares a la semana o un millón en un año, ¿cuál es la diferencia? Un matemático o algún hombre sabio podrían darnos una respuesta equivocada. Los Reyes Magos trajeron al Niño regalos de gran valor, pero aquél no estaba entre ellos. Este oscuro acertijo será explicado más adelante.

Jim sacó un paquete del bolsillo de su abrigo y lo puso sobre la mesa.

-No te equivoques conmigo, Delia -dijo-. Ningún corte de pelo, o su lavado o un peinado especial, harían que yo quisiera menos a mi mujercita. Pero si abres ese paquete verás por qué me has provocado tal desconcierto en un primer momento.

Los blancos y ágiles dedos de Delia retiraron el papel y la cinta. Y entonces se escuchó un jubiloso grito de éxtasis; y después, ¡ay!, un rápido y femenino cambio hacia un histérico raudal de lágrimas y de gemidos, lo que requirió el inmediato despliegue de todos los poderes de consuelo del señor del departamento.

Porque allí estaban las peinetas -el juego completo de peinetas, una al lado de otra- que Delia había estado admirando durante mucho tiempo en una vitrina de Broadway. Eran unas peinetas muy hermosas, de carey auténtico, con sus bordes adornados con joyas y justamente del color para lucir en la bella cabellera ahora desaparecida. Eran peinetas muy caras, ella lo sabía, y su corazón simplemente había suspirado por ellas y las había anhelado sin la menor esperanza de poseerlas algún día. Y ahora eran suyas, pero las trenzas destinadas a ser adornadas con esos codiciados adornos habían desaparecido.

Pero Delia las oprimió contra su pecho y, finalmente, fue capaz de mirarlas con ojos húmedos y con una débil sonrisa, y dijo:

-¡Mi pelo crecerá muy rápido, Jim!

Y enseguida dio un salto como un gatito chamuscado y gritó:

-¡Oh, oh!

Jim no había visto aún su hermoso regalo. Delia lo mostró con vehemencia en la abierta palma de su mano. El precioso y opaco metal pareció brillar con la luz del brillante y ardiente espíritu de Delia.

-¿Verdad que es maravillosa, Jim? Recorrí la ciudad entera para encontrarla. Ahora podrás mirar la hora cien veces al día si se te antoja. Dame tu reloj. Quiero ver cómo se ve con ella puesta.

En vez de obedecer, Jim se dejo caer en el sofá, cruzó sus manos debajo de su nuca y sonrió.

-Delia -le dijo- olvidémonos de nuestros regalos de Navidad por ahora. Son demasiado hermosos para usarlos en este momento. Vendí mi reloj para comprarte las peinetas. Y ahora pon la carne al fuego.

Los Reyes Magos, como ustedes seguramente saben, eran muy sabios -maravillosamente sabios- y llevaron regalos al Niño en el Pesebre. Ellos fueron los que inventaron los regalos de Navidad. Como eran sabios, no hay duda que también sus regalos lo eran, con la ventaja suplementaria, además, de poder ser cambiados en caso de estar repetidos. Y aquí les he contado, en forma muy torpe, la sencilla historia de dos jóvenes atolondrados que vivían en un departamento y que insensatamente sacrificaron el uno al otro los más ricos tesoros que tenían en su casa. Pero, para terminar, digamos a los sabios de hoy en día que, de todos los que hacen regalos, ellos fueron los más sabios. De todos los que dan y reciben regalos, los más sabios son los seres como Jim y Delia. Ellos son los verdaderos Reyes Magos.

FIN


Tuesday, January 01, 2008

Redemption movie



Se habla de “Soy Leyenda” con spoilers

En 1954 Richard Matheson escribió una de las mejores novelas de ciencia ficción del pasado siglo y un título clave para entender buena parte del cine y de la literatura de terror que vendría a continuación. Como suele ocurrir con muchas otras obras del género el lenguaje de la ciencia ficción no es sino un mero recurso narrativo del que el autor se vale para tratar de forma metafórica algunos de las grandes preocupaciones filosóficas que atormentan a la humanidad.

En el caso de “Soy Leyenda” (y también en el caso de la otra gran obra de Matheson “El increíble hombre menguante” dos novelas que parecen muy diferentes y que yo pienso que hablan de lo mismo) tras las desventuras de Robert Neville se puede adivinar referencias a muchos temas: la soledad y el aislamiento del diferente, la presión del entorno por absorber dicha diferencia, el instinto de supervivencia contra toda esperanza…rizando un poco el rizo deberíamos volver a mirar el año en el que fue escrita la novela y preguntarnos si todas estas cuestiones no tendrían algo que ver con el clima de histeria anti comunista de la época.

Antes de que llegara la película de la que hoy se habla la novela había sido adaptada en dos ocasiones de forma explicita (y de forma implícita en muchas otras incluyendo “La noche de los muertos vivientes”). La más popular es “El ultimo hombre vivo” (“The Omega Man”) protagonizada por Charlton Heston y un filme que me fue imposible seguir viendo al quedar desanimado por el ridículo aspecto hippie-funky de los vampiros. Era el año 1971 y supongo que ese hecho es el culpable de todo.




La otra adaptación, mucho menos conocida, es “The last man on earth” (sin titulo en español por lo que supongo que jamás fue estrenada en nuestro país) de 1964 protagonizada por Vincent Price, una película de presupuesto e intenciones modestas pero con resultados extraordinarios.




Ahora en el 2007 llega la tercera adaptación dirigida por un tal Francis Lawrence y protagonizada por Will Smith que tras interpretar a Mohamed Ali sin hacer demasiado el ridículo se ha ganado el derecho a trabajar en lo que le de gana.

No soy de los que se rasgan las vestiduras por que una película basada en un libro que haya leído me resulte poco fiel al original o simplemente mala. Hace tiempo que deje de hacer esas cosas. Es posible, eso sí, que fastidie un poco el hecho de que de todas las adaptaciones que se han hecho esta se la única que haya conservado el titulo original del libro como si pretendiera ser digamos la versión “definitiva”. Al igual que ocurría por ejemplo con “Drácula de Bram Stoker” donde daban ganas de coger de la barba al maestro y decirle “Frank, esto NO es el Drácula de Bram Stoker, esto ya sea bueno o malo es TÚ Drácula. No engañes a la gente”.

Pero al margen de esto hay que decir que precisamente es en este aspecto (es decir la fidelidad o no al postulado original) donde reside el único interés de Soy Leyenda. Como se ha dicho antes en la novela de Matheson el entorno en el que se desarrolla la historia (ciudad desierta habitada únicamente por Neville y una muchedumbre de vampiros) es sólo un pretexto para hablar de algo más importante y sobre todo para concluir con un giro insólito, el que tiene lugar cuando Ruth le comunica a Neville que en realidad el monstruo es él “usted ha matado a muchos de los suyos, en la ciudad le tienen pánico”

En una sociedad de vampiros el humano superviviente es el nuevo vampiro, una especie de salto a través del espejo que también tendrá su influencia en otras historias venideras (“I am ghost”). La película de Francis Lawrence sin embargo es un producto en el que nadie quiere ir tan lejos. En primer lugar los vampiros-zombies-infectados son bestias desprovistas de cualquier recuerdo de humanidad (no se dedican a aporrear la puerta de la fortaleza de Neville gritándole para que salga y se una a ellos, uno de los momentos más recordadas del libro), unas cosas deformes con un sorprendente parecido con el monstruo del video “Come to daddy” y que sólo gritan y corren. Cosas que se pueden liquidar sin remordimientos.



En segundo lugar la mujer (que ahora se llama Ana) ya no es una mensajera del nuevo mundo que viene a comunicarle a Neville que debe ser eliminado junto con los zombies para que la nueva raza pueda continuar adelante sino una voluntariosa misionera que le habla de una colonia de supervivientes tan humanos como él y que viene a salvar el alma del científico que ha perdido su fe. No es que tenga nada contra estos mensajes evangélicos, “Señales” iba de lo mismo y me parece una gran película pero en “Soy Leyenda” se plantea y se liquida este conflicto en apenas un par de escenas culminadas por una ridícula serendipia que además se asemeja bastante a las de la susodicha película de Shyamalan.

Lo mejor de la película no se encuentra pues en el contenido del mensaje (torpe y precipitado) sino en el canal en el que se transmite. Asi pues al contrario que en el libro parece que el fondo está al servicio de la forma y que lo primero es un mero pretexto para regocijarse con lo segundo. Efectivamente esas escenas en las que Neville recorre la ciudad desierta de la que es el único habitante humano se encuentran entre lo mejor de “Soy leyenda” y en esta ocasión resulta además de interesante sumamente agradable el contemplar como el director se las arregla para componer esta parte de la película acudiendo a toda la iconografía post apocalíptica previa (desde la ya mencionada “The last man on earth” hasta “28 días después” pasando por “Doce monos”) o eligiendo recursos alternativos a la voz en off (que podría resultar excesivamente cargante) como el no-dialogo con la perra Sam (que hace las veces de pelota Wilson) y los maniquíes del videoclub o el diario videográfico. Es en definitiva un segmente perfectamente resuelto como no podía ser de otro modo tratándose del cine con los mejores especialistas del mundo (si estos tienen que filmar una ciudad vacía lo hacen, no se les cuela en el plano ninguna viejecita asomada al balcón). La conclusión de esta parte de la película es, de nuevo, una gran escena, la de la exploración del edificio abandonado en la que primera insinuación de la presencia de los vampiros resulta verdaderamente estremecedora, desde luego mucho más que la decepcionante visión integral de estos bichos.

En cuanto a Will Smith digamos que su interpretación comienza de modo aceptable pero posteriormente da la desagradable sensación de que los responsables de la película querían satisfacer las expectativas de parte del público que esperaba ver al negro gracioso de toda la vida.

A modo de resumen diremos pues que la visión de “Soy leyenda” es un acto desprovisto de emoción pero no carente de interés. Interés de nuevo por ver como los postulados de una de las grandes novelas del siglo XX se ven transformados para
adaptarse a los gustos y esperanzas del público post 11S



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