Wednesday, October 31, 2007

Abecedario del crimen capitulo XI: Cardos en el ático



La historia de hoy comienza en 1903 en la ciudad de Milwaukee (Wisconsin) en la que vivía el matrimonio formado por Fred y Walburga Oesterreich.





En aquella época Walburga de 36 años hacia tiempo que se había desencantado de su marido, un borracho negrero propietario de una fábrica de delantales. En el año que nos ocupa Fred había contratado como mecánico a un menudo e introvertido chico de 16 años llamado Otto Sanhuber. Walburga le cogió cariño al nuevo empleado. Tanto que la máquina de coser que tenia en su casa comenzó a estropearse tan a menudo que el pobre Otto prácticamente no salía del domicilio de la resuelta mujer. Cuando Fred comenzó a ponerse celoso Walburga decidió escaparse con Otto y regalarse un largo viaje por Chicago y Saint Louise pero Fred los siguió. La adultera consintió en regresar a casa pero se enfureció tanto que nada más volver le rompió un candelabro de plata en la cabeza al cornudo.

Tras el incidente la mujer decidió que la única manera de escapar a los celos de su esposo era instalar a su joven amante en su propia casa, con lo cual un día de 1905 mientras Fred estaba trabajando ella acomodó a Otto en el desván de la enorme mansión familiar. A partir de ese momento siempre que Walburga quería recibir las atenciones del muchacho arañaba tres veces el techo como señal de que no había moros ni maridos en la costa.

Durante el día Walburga vivía con Otto. Por la noche con Fred. De modo que todo pasaba en diferentes momentos pero en el mismo lugar. Con el tiempo el matrimonio se trasladó a Saint Andrews Place, al norte de Los Ángeles. Otto se mudó también y fue convenientemente instalado en otro ático. Durante años el peculiar menage a trois funcionó sin problemas pero con el tiempo Otto empezó a volverse descuidado. Fred empezó a escuchar un arrastrar de pies por encima de su cabeza además de notar como sus cigarros y su bebida desaparecía a una velocidad alarmante. Su esposa achacaba los ruidos a plagas de ratas y cuando su marido se quedaba perplejo porque la comida desaparecía como por arte de magia, ella lo ridiculizaba por su memoria de borracho. Lo mismo ocurrió cuando Fred juró que desde el jardín había distinguido un rostro que miraba por la ventana del polvoriento ático.

Pasaron los años, la Primera guerra mundial empezó y terminó y el negocio de Oesterreich florecía. Mientras tanto Otto mataba el aburrimiento convirtiéndose en escritor. Y no sólo eso, también empezó a mandar sus escritos a diversas editoriales. Tras once años de rechazos al final los vívidos relatos de Otto, repletos de intensas historias de amor sagrado y profano en los mares del Sur empezaron a ser solicitados ansiosamente por los editores de novelas baratas.

La absurda situación estalló por fin el 22 de agosto de 1922, dieciséis años después de que Otto empezara a vivir como una araña. Aquel día Fred volvió a casa temprano pillando a Otto desprevenido en el piso de abajo y dándole tiempo apenas de ocultarse. Por algún motivo Fred y Walburga empezaron a discutir de un modo tan intenso que el amante decidió entrar en la sala y pegarle cuatro tiros en la cabeza a Fred con una pistola del 25, regalo de Walburga naturalmente.

Walburga se hizo cargo de la situación y tras ordenar a Otto que volviera a su ratonera llamó a la policía y declaró que a su marido le había disparado un ladrón. No la creyeron. El arma era una “pistola de señora” que ningún criminal profesional habría utilizado, y todo el mundo sabía que Walburga detestaba a su marido. Para complicar más las cosas se le encontró un anillo de diamantes que, según su declaración, había sido robado en el atraco. Con todas estas evidencias Walburga fue arrestada.

A pesar de su apurada situación la acusada no dejaba de pensar en su amante que sin duda debía estar aun la casa preguntándose como estarían yendo las cosas. Por ello mandó llamar a su abogado Herman Shapiro y le pidió que fuese a su casa, entrase en la habitación, abriese la puerta del armario y arañara tres veces en un panel encima de la estantería. Shapiro que tenía a su clienta por una chiflada fue para asegurarse, en realidad, que no pasaba nada.

Cuando tras escuchar la señal convenida apareció el pálido Otto la verdad surgió desordenadamente; es probable que después de casi veinte años el hombre estuviera contento de hablar con otro ser humano que no fuera Walburga. Otto confesó haber disparado a Oesterreich y el abogado quedó perplejo. ¿Qué debía hacer?. Las pruebas contra Walburga eran circunstanciales pero si Otto confesaba el asesinato su clienta podía ser acusada de coautora o al menos de cómplice. Shapiro decidió aconsejar a Otto que hiciera lo que mejor se le daba: desaparecer. Así lo hizo estableciéndose en Pórtland, Oregon donde se casó con una mecanógrafa que aceptó su amnesia selectiva que abarcaba de 1903 a 1922. Entretanto y como Shapiro había deducido Walburga fue exonerada.

Pero las cosas volvieron a enredarse. Una vez en libertad Walburga empezó a acosar a su abogado exigiendo que le revelara el paradero de su amante. Shapiro, demostrando su buen juicio una vez más, empezó a temer seriamente por su vida y como se había guardado una declaración jurada de Otto que revelaba toda la verdad sobre el asesinato de Fred Oesterreich resolvió acudió a la policía.

En 1930 Otto y Walburga fueron finalmente procesados. Otto fue juzgado primero y el jurado lo condenó por homicidio en tercer grado sin premeditación. La condena fue de tres años. Walburga en cambio fue de nuevo absuelta. No parece que la pareja volviera a verse jamás. El abecedario del crimen no desvela que fue de Otto, pero sí que Walburga con el correr de los años perdió todo su dinero y acabó sus días viviendo encima de un garaje en la ciudad de Los Ángeles.





Buscando las (escasas) fotos del caso Oesterreich he descubierto que la historia ha sido llevada a la pantalla en dos ocasiones. Una de ellas en una película narrada en clave de comedia (lo que no es de extrañar) y protagonizada por Shirley Mclaine en el papel de Walburga y Richard Attenborough en el de su marido.





También existe una película para televisión basada en los mismos hechos (aunque sospecho que con bastante menos gracia) con Neil Patrick Harris (conocido exclusivamente por ser el protagonista de “Un medico precoz” posiblemente la serie más idiota de la historia) en el papel de Otto.

Sunday, October 28, 2007

Sigue soñando


Decía una critica reciente de “El sueño de Casandra” que Allen ha dejado de ser un simple director de cine para convertirse en un género cinematográfico que se manifiesta en una cita anual a la que acuden puntualmente todos sus fieles. Una audiencia fiel pero exigente que no tolera que “su” director traicione sus esperanzas ofreciéndoles algo distinto de lo que ellos exigen. Es una actitud comprensible pero también injusta contra el cineasta que ya 1980 (durante su primera gran época) se rebelaba contra la dictadura a la que sus propios seguidores sometían a su arte mediante la angustiosa “Stardust memories”.

Así que, a pesar de ser yo un mismo un fan de Allen (de esos que consideran “Delitos y faltas” su última obra maestra, de los que creen que después de “Desmontando a Harry” no ha vuelvo a hacer nada verdaderamente bueno y de los que piensan incluso que “Melinda y Melinda” es su peor película) necesito también hacer el esfuerzo de reconocer que a estas alturas de su vida y de su carrera el cineasta no necesita ser fiel más que a sí mismo y por lo tanto se ha ganado la libertad de hacer películas como y sobre lo que le dé la gana.

“El sueño de Casandra” parece una continuación de los postulados de “Match Point” y de la más lejana “Delitos y faltas”, tres películas que muestran como las barreras morales y éticas se desvanecen en cuanto se imponen las leyes de la supervivencia. En estas tres historias personas normales se ven en el dilema de cometer un asesinato por necesidad, para no perder lo que tienen o para conseguir algo que necesitan. La religión no es un obstáculo, a la hora de pasar a la acción los protagonistas hacen gala de un conveniente ateismo (o más bien nihilismo). Dios es más bien una molestia, un estorbo, en “Delitos y faltas” Martin Landau dice que “Dios es un lujo que no me puedo permitir” y en “El sueño de Casandra” son los escrúpulos religiosos los que amenazan con llevar al desastre a sus protagonistas.

La diferencia entre la última película de Allen y las dos anteriores reside en la manera en la que los personajes afrontan sus actos. En “Delitos y faltas” Landau pasa por un largo proceso de aceptación de lo inevitable antes de cometer su crimen e inmediatamente después los remordimientos están a punto de provocar una confesión aunque al final de la película el médico asesino logra asimilar lo que ha hecho e incluso consigue ser razonablemente feliz. En “Match Point” Jonathan Rhys Meyers en cambio adopta la decisión de cometer su crimen de forma fulminante (demasiado para mi gusto y esto es para mí uno de los inconvenientes de la película).

En “El sueño de Casandra” Allen divide la figura del asesino en dos personajes, uno el interpretado por Ewan McGregor, es un individuo ambicioso que no tarda demasiado en aceptar el plan criminal que no deja de ver como un atajo para lograr su propósito de triunfar en la vida. El otro protagonista es el interpretado (de forma sorprendentemente eficaz) por Colin Farell que personifica los escrúpulos morales y religiosos. Digamos que se trata de un Landau disgregado en el ángel bueno y el ángel malo y este enfrentamiento es una de las ideas más poderosas de la película.

“El sueño de Casandra” resulta en mi opinión una película mucho más lograda que la (también en mi opinión) fallida “Match Point” ya que consigue una mejor definición de sus personajes que resultan más expresivos (en contraste con el interpretado por el gélido Meyers) y sus motivaciones más comprensibles por lo que resultan también más humanos y es también más fácil identificarse (en el buen sentido de la palabra) con sus desventuras. Una vez más la afortunada opción argumental de crear dos personajes en cierto modo antagonistas hace que afloren una serie de conflictos y contradicciones de los que carecía “Match Point” y que lastraban su credibilidad.

La conclusión es que el asesinato es un asunto sucio y desagradable pero que en un mundo ausente de barreras éticas y libre de prejuicios morales se reduce sobre todo a que no te cojan.

Tuesday, October 23, 2007

Hombre de la esquina rosada



El video ya esta en youtube y seguramente volverán a verse con frecuencia estas imágenes a lo largo de la semana, al menos hasta que salga otra cosa con la que rellenar los largos tres cuartos de hora de los telediarios.

No parece que haya mucho que decir, se trata de una agresión violenta y vulgar sexista o racista (o ambas cosas al mismo tiempo) que sólo ha trascendido por el hecho de haber sido captado por una cámara. Tampoco parece que haya mucho que decir de los protagonistas del suceso, el agresor aparenta ser uno de esos productos mezcla de extrarradio, LOGSE, racismo de botellón y pirulas: un tontaina posiblemente sin remedio y en cuanto a la victima…bueno es solamente eso, nadie necesita saber nada más de ella. Pero el tercer actor o mejor dicho el primer espectador del suceso es una figura que resulta bastante más compleja. De hecho en los foros que trataban la noticia los comentarios se dividían entre condolencias por lo sucedido a la muchacha, imaginativos castigos para el agresor y sobre todo insultos hacia el testigo impávido (además de elucubraciones sobre su origen étnico).

Naturalmente entre este ultimo grupo de comentaristas no faltaban los que describían a la perfección lo que hubieran hecho ellos en circunstancias parecidas. Estoy convencido de que muchos de los que vean el video eludirán identificarse con la victima, también (o eso espero) con el agresor pero creo que muchos se habrán puesto en el lugar del tercer protagonista del pequeño drama urbano. Charles Dickens lo explicaba perfectamente con estas palabras “es siempre la persona que no se encuentra en el trance apurado la que sabe lo que se debe hacer para solventarlo, y sin lugar a dudas lo haría”. Pero bastante antes de leer estas palabras la verdad es que siempre me habían llamado la atención esas personas que parecen tener un plan previsto para todas y cada uno de los avatares que se le pueden presentar en la vida “desde jugar a cara o cruz hasta cometer un asesinato”.

De todos modos y sin ningún interés por pertenecer a esta clase de personas la verdad es que es inevitable ponerse a jugar al “¿Qué hubiera hecho yo?”. La última vez que me vi en una tesitura semejante fue hace más años de los que me gustaría recordar, durante los felices-violentos ochenta. En aquella época también estaba de moda entre la muchachada de los suburbios bajarse al centro para entretenerse golpeando a todo aquel que oliera mejor que ellos, por aquel entonces sin embargo no existía la excusa del racismo, entre otras cosas porque no había inmigrantes. En uno de las frecuentes escaramuzas del sábado por la noche recuerdo que me crucé con una escena semejante: un par de chavales de mi instituto que caminaban por la acera de la main street local con un hato de ruinas dándoles caña. Espoleado por mi buen corazón (y por elevadas dosis de grifa y ron pampero con coca cola) me acerqué al grupo de malevos y con mi mejor talante les dije en el más puro argot chicharrero “pero hombre no se boten todos contra el pibe”. Todo aquel que haya pisado la calle aunque sea para tirar la basura sabrá lo que pasó a continuación: en una pelea se tolera todo menos una interferencia conciliadora, el tópico de que el que más recibe es el que intenta mediar es una verdad como un templo. Efectivamente los muchachos dejaron en paz a los dos chicos (que aprovecharon la tregua para echarse a correr hasta que las patas les llegaron a la nuca como me contaron después) para “botarse” contra mi y darme una somanta que me tuvo preocupado algunos días.

No pretendo decir que yo sea una persona valiente, es más, en el aspecto físico posiblemente sea difícil encontrar a alguien más cobarde y débil que yo. Supongo que si hubiera presenciado esta escena me hubiera abstenido de intervenir durante los primeros momentos de la agresión aunque pienso que cuando la cosa pasara a mayores trataría de hacer algo aunque posiblemente ese algo no pasara de un intento de un timorato intento de intermediar que posiblemente recibiría la misma respuesta que aquella que sufrí hace tantos años y supongo que mi intervención estaría motivada también por la cobardía, la cobardía de quedar como un cobarde si me quedara quieto. La mala conciencia suele doler más que una patada en la boca y sus secuelas se sufren durante mucho más tiempo.

Así pues como buen cobarde suelo ser bastante comprensivo con la cobardía ajena. Quiero creer que el espectador del metro no se inhibió por indiferencia ante lo que estaba viendo sino por su propio miedo tanto al energúmeno como a complicarse la vida (incluso legalmente) si trataba de hacer lo correcto. Así pues hombre de la esquina rosada no puedo aplaudirte por lo que no hiciste pero te comprendo, te comprendo.

Monday, October 15, 2007

Nueva sesion doble (y además española) NO SPOILERS




En la película “Ciudadano Kane” el personaje del señor Berstein (interpretado por Everett Sloane) contaba una anécdota de su juventud sobre una mujer a la que había visto durante un segundo en una estación de tren y en la que no había dejado de pensar en los siguientes treinta años.

Aparentemente “En la ciudad de Sylvia” trata sobre esto y digo aparentemente porque es esta una de esas películas en las que hay que leer la sinopsis para saber de que va. Según dicha sinopsis se trata de la historia de un joven (personaje sin nombre interpretado por el actor Xavier Laffite) que regresa a la ciudad de Estrasburgo en busca de una mujer a la que conoció de forma superficial algunos años antes. Podría decirse entonces que estamos ante una de esas historias que tratan sobre personas obsesionadas con un suceso del pasado en apariencia irrelevante pero con una fuerte influencia en la vida posterior de la persona que lo protagonizó y que se manifiesta en un vivo deseo de retornar al lugar en que tuvo lugar ese suceso. Un poco al estilo de “Cuento de Invierno” de Eric Rohmer o la mucho menos conocida “Fiesta de licenciatura” (tan poco conocida que ni siquiera la he encontrado en la imdb aunque sé que vi una película que se llamaba más o menos así) por mencionar sólo los dos primeros ejemplos que me han venido a la cabeza.

Efectivamente el protagonista de la película que nos ocupa parece encontrar a la mujer que andaba buscando pero en realidad no parece ser esta una prioridad absoluta para él. De hecho sus preferencias parecen abarcar a la totalidad de las mujeres que se ponen ante sus ojos y con las que intenta entrar en contacto de muchas maneras de modo que su búsqueda no parece ser particular sino general, algo que entra en contradicción con el pretendido argumento de la película y que la convierte por tanto en una película sin argumento. Aun así, si a pesar de eso quisiéramos hacer un esfuerzo por encontrar el motivo de todo esto, quizás habría que analizar si tiene algún significado que la acción tenga lugar en una ciudad que en gran medida es un símbolo de la Unión Europea o que durante la narración los jóvenes y bellos personajes que la protagonizan se vean continuamente importunados por mendigos y vendedores ambulantes que entran y salen de los encuadres como en una película de Jacques Tati. Pero estas interpretaciones se las dejaré a otras mentes más entrenadas que la mía.

Lo que queda después de todo esto es una película extraña y llena de imágenes muy cuidadas y sugerentes que sin duda desconcertaran al espectador que no conozca el cine de José Luís Guerin (que personalmente, excepción hecha de “En construcción” y a falta de ver “Tren de sombras” siempre me pareció un coñazo) y que sin duda aburrirá a muchos aunque es paradójico que una actividad que a casi todos nos encantaría hacer (sentarnos una mañana de verano en una terraza de Estrasburgo contemplando un porrón de bellezones franceses) pueda resultar tediosa contemplada en una pantalla.















En la mayor parte de los comentarios que he escuchado sobre esta película termina por salir en algún momento la expresión “está bien”. Es lo que se suele decir de algo
(grupo musical, jugador de fútbol, tía buena o película) que no desagrada pero que tampoco vuelve loco, algo bien hecho pero que no recibirá nunca nada más que un elogio desapasionado.

“El orfanato” es una película de fantasmas y ahí debería terminar todo por que las películas de fantasmas no son para hablar sobre ellas sino para verlas, asustarse y olvidarlas después salvo que se trate por supuesto de alguna obra maestra como The Innocents, The Haunting o La centinela (bueno yo personalmente la considero así). Pero “El orfanato” no es ninguna obra maestra claro, es una película que en lo formal está cargada de elementos clásicos (decrepita villa en el campo, niños, mal tiempo) y en lo argumental resulta un agradable refrito de muchas referencias anteriores.

Así pues tenemos una película con actores eficientes, buenos sustos, alguna escena truculenta, un argumento que avanza a veces sin demasiadas explicaciones (que ni falta que hacen ni nadie con un poco de sentido común va a reclamar) y un final aceptable. Aun así me gustaría destacar un par de escenas que sobresalen por encima de las demás: la de una sesión de espiritismo que recuerda a los mejores momentos de “Poltergeist” (película que es una referencia tan importante como la muy mencionada “Los otros”) y la de un particular ejercicio de retorno al pasado que por grotesco resulta especialmente memorable. En fin que la película está bien.

Monday, October 08, 2007

Dos peliculas por el precio de ninguna

Se trata de "La extraña que hay en tí" y "Promesas del Este". Sólo para los que ya las han visto




No fui a ver “La extraña que hay en ti” (a partir de ahora “The brave one” título original en inglés) porque la protagonizara Jodie Foster (hace cinco años que no veo nada suyo) o porque la dirigiera Neil Jordan (me enteré de eso cuando ya había decidido verla) por más que fuera un aliciente ver una película dirigida e interpretada por gente de prestigio. Fui a verla más que nada porque tenía interés en ver como se trataba en el año 2007 el recurrente personaje del “vigilante”.

En los números 363, 3464 y 365 de la revista “Dirigido” se hace un interesante estudio sobre el cine policiaco americano de los años setenta y desde luego se habla de esta figura real y cinematográfica que se podría definir como la de un individuo que aplica la ley de forma violenta y al margen de la policía y los jueces. El fenómeno del vigilante es difícil de comprender y de admitir en las sociedades europeas aunque por lo visto es muy popular en la sociedad norteamericana ya desde los tiempos de las ciudades sin ley del salvaje oeste. La secuencia suele ser la siguiente: el crimen se ha apoderado de la ciudad, la policía y la justicia son instituciones ineficaces e incluso corruptas de manera que los ciudadanos honrados tienen que hacer algo para defenderse por sí mismos.

En el cine la mayoría de los vigilantes suelen ser efectivamente personas civilizadas de clase media con una vida corriente y ordenada a las que un hecho violento, generalmente un asesinato o una violación, trasforma en iracundos paseantes que recorren la ciudad dispuestos a apretar el gatillo a la menor provocación en una mezcla de sentimientos de venganza personal y justicia social.

Se ha hablado mucho de las similitudes entre “The brave one” y “Taxi Driver” pero la verdad quitando la presencia en ambas películas de Jodie Foster y la escena del tiroteo en la tienda (que podría entenderse como un homenaje a la película de Scorcese) no creo que estas dos cintas traten de lo mismo. En cambio el parecido con “Yo soy la justicia” (“Death Wish” a partir de ahora) es más evidente. De hecho es esta película de Charles Bronson la emblemática en cuanto a los vigilantes se refiere y también la iniciadora de una larga saga de secuelas (a cada cual peor bien es cierto) con el mismo o distinto protagonista.

“Death Wish” fue estrenada en el año 1974 en medio de una enorme crisis económica y social provocada por múltiples factores que habían dejado a los Estados Unidos en un estado de postración. En especial el palpable aumento de la delincuencia había conseguido que una parte de la población de las grandes ciudades viviera en perpetuo estado de psicosis. En estas circunstancias un fenómeno como el de las películas de justicieros, por muchas objeciones morales que se le puedan poner, era algo perfectamente explicable: Charles Bronson era el golem de la clase media blanca y paranoica. La cuestión es ¿resulta igualmente explicable hoy en día una película como “The brave one” que al menos yo identifico como un remake o más bien una puesta al día de los postulados de aquella vieja historia de los setenta?.

Para empezar Erica Bain (nombre del personaje interpretado por Jodie Foster) resulta un personaje bastante mal construido y sobre todo muy contradictorio. Por ejemplo tras pasar por una fase de depresión y ansiedad debido al asesinato de su novio el proceso por el cual la victima se convierte en verdugo se simplifica de forma sorprendentemente grosera en esa escena en la que la mujer decide comprarse un arma porque en la comisaría de policía tardan demasiado en atenderla…

A partir de ahí la película no consigue nunca encontrar una definición adecuada de su personaje principal limitándose en cambio a lanzar conceptos a diestro y siniestro sin conseguir concretar ninguno. De esta manera en ciertos momentos del metraje parece apuntarse la idea de que la justiciera comienza a encontrar una morbosa satisfacción en sus hazañas (Erica en trance antes de entrar en acción durante el incidente del metro, Erica regresando a casa con el rostro manchado de sangre y una embriagadora expresión de triunfo) en otros en cambio parece tener dudas sobre la moralidad de sus acciones (el autoanalisis a través del programa de radio que dirige). También está la inevitable referencia al 11 de Septiembre ¿estamos acaso ante una alegoría sobre una sociedad amenazada por una violencia irracional que necesita una respuesta igualmente violenta e irracional? Ni idea, como digo la película no acaba de mojarse en ningún sentido.

Pero quizás estamos confundiendo una simple torpeza a la hora de narrar una historia con algo más complicado. Me refiero a esa desagradable sensación de estar ante un espectáculo que procura no incordiar demasiado a nadie. Por eso resulta tan sospechosa esa insistencia en calificar a Nueva York como “la ciudad más segura del mundo” que es algo así como decir “a pesar de lo jodida que me he quedado esta sigue siendo una gran ciudad” al contrario que en las antiguas películas de vengadores en las que las ciudades solían ser lugares lúgubres y peligrosos que eran detestados por sus habitantes.

Tampoco se quiere hacer sangre de la institución de la policía (que en aquellas otras películas era, como se ha dicho, un cuerpo corrupto e ineficaz que además detestaba la figura del justiciero que ponía en evidencia estos defectos) que aparece como un colectivo más afectado de impotencia que de indolencia algo que personifica la figura del detective Mercer aunque la verdadera función de dicha figura no es revelada hasta ese grotesca sorpresa final en la que el policía se rinde con admiración a los efectivos métodos de la vigilante.

“Death wish” era un producto tosco y brutal pero al menos parecía tener una idea clara de lo que quería contar (e incluso tenia la sutileza de no hacer que el vengador se encontrara con los autores del asesinato de su mujer que jamás volvían a aparecer tras cometer el crimen) lo que lo convierte también en un producto honesto o al menos mucho más que la cobarde y complaciente peliculita producida 33 años más tarde.




Creo que a excepción de “Madame Butterfly” y algún pecadillo de juventud previo a “Shivers” (“Vinieron de dentro de”) he visto todas las películas de Cronemberg. De hecho dudo mucho que hubiera ido a ver un thriller sobre un paleto con oscuro pasado o una película de gangsters rusos de no estar dirigidas por este hombre.

En el caso de “Una historia de violencia” me parece algo justo que los seguidores de la obra del canadiense se vieran desconcertados por un drama policiaco convencional en el fondo pero insólito en la forma en el que a pesar de apuntarse (y únciamente apuntarse) algunas tramas interesantes avanzaba hacia un clímax que finalmente nunca se producía dejando, una gran sentimiento de insatisfacción.

Con “Promesas del este” al menos ya existía el conocimiento previo de que se trataba de un thriller, todo un thriller y nada más que un thriller y además uno bastante bueno, me ha parecido una estupenda historia de mafiosos aunque la verdad me ha decepcionado un poco (y no soy de los que se ha dado cuenta a mitad de la película) el hecho de que al final Nikolai es un agente encubierto. Me atraía más la idea de la clásica historia del esbirro lacónico y profesional que conseguía salvar su alma a instancias de una tercera persona (una mujer claro, un niño, un perro o algo así) y además creo que ese giro del argumento es el que provoca el mismo sentimiento con el que te dejaba “Una historia de violencia”. Si allí la frase que se le venia a uno a la cabeza al acabar la película era “¿y todo esto para esto?” en “Promesas del Este” esa frase es “¿Cuándo hacen la segunda parte?”

En fin que no está mal pero da un poco de tristeza pensar que quizás no volvamos a ver obras maestras como “La mosca”, “Inseparables”, “Crash” o “Spider”.

En cuanto a la escena de la pelea en la sauna me ha parecido excelente sobre todo ese modo de jugar con la indefensión de Nikolai (desnudo y expuesto en medio de la blancura del establecimiento) aunque al igual que en su anterior película da la sensación de que cuando Viggo se enfrenta con más de un villano siempre hay uno que se queda esperando a que lo maten.

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Thursday, October 04, 2007

El espectador y los siete pecados capitales


No me gustan los memes y nunca he hecho ninguno. Pero el que propone la chica de la tele (cuyas señas constan en la columna de la derecha) me resulta gracioso y además es bastante corto (cosa que no suele pasar con la mayoría de los memes). La cosa va de los siete pecados capitales aplicados a las series de televisión. Aquí van los míos.

No comisiono a ninguno de los lectores para que siga la broma. Libertad total.


1) Lujuria. Culpable

Evangeline Lily (Kate en Lost) y no admito que ninguna mujer me diga lo contrario. De resto no hay ninguna que me vuelva especialmente loco. Por hablar de series de moda en Heroes no me llama la atención ninguna (la Panetiere es demasiado joven, bajita y gordeta y el personaje de Ali Larter es tan coñazo que al final ha dejado de gustarme ella) y en Prison Break tres cuartos de lo mismo. En cuanto a House, de Jennifer Morrison opino lo mismo que el personaje que da nombre a la serie: parece un oso de peluche hecho por mi abuela.

Con respecto a las series aun no estrenadas en España últimamente me han hecho tilín dos que yo incluyo en la categoría de feas-guapas. Estoy hablando de Paula Malcomson (Deadwood) y Deirdre Lovejoy (The Wire).






2) Gula. Inocente


Absolutamente nada. Me convertí en un fanático de la series cuando instalé el ADSL y lo que me bajo sólo puedo verlo en el ordenador y estar sentado a cincuenta centímetros de la pantalla no es algo que favorezca mucho la gula, además el teclado se pone perdido.


3) Soberbia. Culpable


Y todos ustedes teleadictos también. O me dirán que cuando algún amigo, compañero de trabajo o familiar les comenta lo buena que es tal o cual serie que echan por tal o cual canal no responden con cierto tono despectivo “sí, está bien, yo ya voy por la tercera temporada, es que me la bajo de Internet” ¿a que sí?


4) Ira. Culpable


O solía serlo en la era pre-donwload al ver el tratamiento que las cadenas generalistas daban a las series: malas traducciones, episodios emitidos en orden inverso, TEMPORADAS emitidas en orden inverso (esto es rigurosamente cierto, ocurrió con “Urgencias”)., series de las que sólo se emite una temporada, algunas otras que se compran y no se llegan a emitir nunca, algunas otras de las que ni siquiera llega a emitirse la temporada completa (e incluso dejan de emitirla cuando sólo queda un capitulo), cambios de horario y/o de día que vuelven locos a los seguidores, emisiones a horas impropias de gente decente….. En verdad, en verdad os digo que una sola de estas agresiones hubiera provocado asesinatos en los USA. Y además con razón.


5) Envidia. Inocente


¿Puedes envidiar algo que tenga otra persona y que tú puedas conseguir volviendo a tu casa y apretando unos botones? ¿Y si pasara lo mismo con todas las otras cosas de la vida no desaparecería el mal del corazón del hombre?


6) Avaricia. Inocente

Easy come easy go. La mayor parte de las series que veo generalmente no vuelven a pasar por mis ojos. Creo que jamás he visto un capitulo repetido de ninguna serie (a excepción del episodio uno de la segunda temporada de Lost porque me gusta observar las reacciones de los que lo ven por primera vez) así que la mayor parte de las cosas que veo las regalo o las presto sin esperar devolución.

7) Pereza. Culpable.

Confieso que tras pegarme una panzada de alguna serie de la HBO o de Showtime (caracterizadas por la doble T, es decir Tetas + Tacos) me cuesta bastante ver alguna de esas series blanditas de las tres grandes (ABC, NBC, CBS) donde se dice “screw up” en lugar de “fuck”. Y tras pegarme un verano a base de The Wire y Deadwood encuentro algo ñoñas las tramas de las nuevas temporadas de Heroes y Prison Break. Y tengo la teoría de que si cuando acabas de ver un capitulo no estas muriéndote por ver el siguiente mejor déjalo. Supongo que no hará falta añadir después de todo lo dicho antes la horrible pereza que me da también seguir una serie por algún canal de estos de toda la vida.